Alberto Soler©Oscar Corrons/NOP Films

Crianza

¿Cómo disfrutar de la crianza de tus hijos? El psicólogo Alberto Soler tiene las claves

No hay una sola forma de criar a los hijos ni tampoco de ser ‘buenos o malos’ padres, pero sí que hay estrategias más adecuadas que otras que conviene conocer en el día a día con los hijos.

Alberto Soler es psicólogo especializado en crianza, con 18 años de experiencia en psicoterapia. Dirige, junto a su mujer, Concepción Roger, también psicóloga, el Centro de Psicología Alberto Soler en Valencia. Juntos han escrito  La gran guía de la crianza (Ed. Paidós), un manual muy completo que recorre el embarazo y los primeros seis años en la vida del niño, para acompañar a los padres a lo largo de ese proceso.

Desde la llegada del bebé a casa, hasta los cuidados básicos, la elección de colegio, la relación con los hermanos, la alimentación, el sueño... los autores desgranan todos estos aspectos a través de recomendaciones para hacer de la crianza una tarea satisfactoria y del hogar, una isla de bienestar. Hemos charlado a propósito del libro con Alberto Soler.

¿Cómo se puede enfrentar la inseguridad que sienten muchos padres ante la crianza, a pesar de que somos una generación que cuenta con más información que en otras épocas?

La inseguridad por sí no es negativa. A mí me preocupa más cuando las personas están totalmente seguras de sí mismas y no tienen el nivel de competencia necesario. A veces, la inseguridad es una muestra de respeto hacia lo importante, hacia la relevancia de la tarea que tienes entre manos.

Ahora hay mucha información a nuestro alcance y cuando es así cuesta cribar la que es fiable de la que simplemente es ‘ruido’. Creo que ese es el verdadero reto.

Hay algunos padres para los que la crianza se hace tan difícil que esto les impide disfrutar de sus hijos, ¿qué falla ahí?

Lo que está fallando es la sociedad. Estamos en una sociedad que dificulta mucho cosas tan básicas, y que han formado parte de la historia de la humanidad, como criar a las propias criaturas. Los horarios laborales, las dificultades de conciliación, los bajos salarios y las dificultades de consolidación laboral… todo eso hace que vivamos con un nivel de activación y de estrés que es incompatible con los tiempos de la crianza. Intentamos que los niños se muevan al mismo ritmo que se mueve la sociedad y que tiene que moverse su familia, pero es totalmente incompatible. Esa falta de disfrute no es culpa de la familia. A la familia le encantaría disfrutar de esa etapa de crianza; el problema está en el entorno, que presiona, estira y no deja tiempo ni recursos.

Habláis en el libro de que el hogar familiar debe ser un lugar donde los hijos se sientan en paz, ¿cómo hacer una isla de bienestar para ellos?

Lo primero es tener presente que ese es un objetivo, porque a veces lo pasamos muy por alto y ponemos por delante objetivos como la obediencia, la excelencia académica, el orden, la limpieza… Y nos olvidamos de que al final lo más importante es el clima que se respira en casa. Con un correcto establecimiento de las prioridades ya hemos avanzado más de la mitad del camino y si somos capaces de reconocer, identificar y satisfacer las necesidades que tienen las criaturas, muchísimo mejor.

Libro La gran guía de la crianza©Ed. Paidós

En este sentido, ¿cuáles son las necesidades básicas que deberíamos cubrir en los hijos desde el punto de vista emocional?

Tenemos necesidades básicas que todos conocemos, como la seguridad, la salud o la educación, pero luego hay otras que a veces se nos pasan por alto, como la necesidad de juego, de ocio y de tiempo libre, que en ocasiones es incompatible con los ritmos vitales que tenemos. También está la necesidad de pertenencia, de sentir que se forma parte de un sistema, y la necesidad de ser escuchados, de que su voz sea tenida en cuenta, la necesidad de participación… Son necesidades que están reconocidas en los derechos de la niña y el niño, pero que no se suelen identificar como necesidades básicas, como el cobijo o el alimento.

¿Cómo podemos saber que estamos respondiendo adecuadamente a sus necesidades emocionales? ¿Qué señales nos transmiten nuestros hijos?

Tenemos que observarles y ver cómo se desenvuelven, ver si se relacionan de una manera fluida y feliz con su entorno y si se sienten a gusto en casa. Ver cómo se relacionan con nosotros. Si les vemos bien y les vemos felices, eso es señal de que sus necesidades están cubiertas. No obstante, muchas veces en la consulta atendemos a algunos con problemas de estrés, de miedos, somatizaciones, que están siempre cansados, con dolores… Esto nos puede dar pistas de que algo no va bien.

En el libro habláis de la corresponsabilidad al educar y criar a los hijos. ¿Cómo de importante es en el desarrollo de los hijos que perciban que sus progenitores son corresponsables?

Es básico, porque partimos de la realidad de que nosotros no tenemos referentes de corresponsabilidad. En la mayoría de los casos, en nuestros hogares de origen venimos de una sociedad patriarcal y machista en la que la mujer se hacía cargo de las labores domésticas y de cuidado. De manera inconsciente, nosotros hemos aprendido que así funciona una sociedad y un hogar, por eso tenemos que hacer un trabajo muy consciente para cambiar esa realidad. Si somos capaces de darles un modelo diferente a nuestros hijos, tenemos más de la mitad del camino recorrido, porque cambiamos los referentes de cuidado. Es importante con las tareas que se ven y también con las tareas que no se ven, lo que se llama la ‘carga mental’, la ‘carga invisible’ que, a día de hoy, lo acaparan casi totalmente las mujeres, porque la corresponsabilidad no ha llegado hasta ahí.

En el libro se destaca que no hay un solo modelo de educación, sin embargo, sí hay estrategias que no se recomiendan en la crianza, ¿cuáles serían estas estrategias?

La principal es el modelo de crianza basado en el autoritarismo, en chantajes, humillaciones, castigos… Está más que demostrado con evidencia científica que es más que negativo para el desarrollo físico y emocional de las criaturas, tanto a corto, medio, como a largo plazo. Esto es algo incontestable.

De ahí derivan muchos de los males que tenemos como sociedad, y de ahí se derivan prácticas que no son recomendables, pues no ofrecen lo que prometen, como la estimulación temprana para niños sanos, que no tienen problemas en el desarrollo (es un estrés y una pérdida de tiempo para las familias, pues están dando una estimulación y un tipo de recursos que no necesitan sus hijos). También, por ejemplo, los métodos basados en dejar llorar para enseñar a dormir a los peques, esto tampoco es útil.

Actualmente está en primer plano el debate social de si es conveniente restringir el uso de móvil en los menores. ¿Cuál es tu opinión?

Creo que vamos tarde, es algo muy necesario. Es un reto al que nuestros padres no se tuvieron que enfrentar, por motivos obvios, porque no había este tipo de dispositivos, pero somos nosotros los que tenemos que sentar las bases de un uso racional y poder regular ese uso. Lo hemos hecho en otros aspectos de la vida que hemos considerado negativos para el desarrollo de las criaturas, por ejemplo, con los juegos de azar, el tabaco y el alcohol, las armas, la conducción de vehículos, de motocicletas… Regular el uso de dispositivos digitales y, sobre todo, el acceso a Internet, es una asignatura pendiente que tenemos como sociedad.

¿Te parece adecuado el límite de los 16 años que se está pidiendo para poder usar el móvil?

Depende. Igual que no considero que tengamos que darle un teléfono móvil con libre acceso a Internet a un niño de ocho años, tampoco es razonable retrasar o limitar de manera absoluta el acceso a dispositivos digitales hasta los 16 años. No es razonable porque no va de la mano con la época en la que estamos viviendo, pero sí que debe haber una progresión, un uso controlado y supervisado y, sobre todo, que haya una limitación absoluta para el acceso a determinados contenidos, que no se puedan utilizar en el contexto académico, que no se puedan utilizar en el patio de los institutos ni en los colegios… Hay que regular, no es todo tan sencillo como prohibir por debajo de los 16 años, sino, además de la regulación, que haya una buen uso según la edad.

En el libro se habla también de la excepcionalidad, como el TDAH, las altas capacidades, el TEA… En estos casos, la crianza se vuelve mucho más compleja, ¿cómo apoyar a estos niños y a sus padres?

Si el día a día para cualquier familia puede ser difícil, cuando nos encontramos con estos diagnósticos es más complicado. Lo principal es poder detectar estas condiciones lo antes posible para poder ofrecer la mejor respuesta educativa para estas criaturas. En estos casos, no es la etiqueta por la etiqueta, sino que esta busca la activación de recursos que puedan compensar las dificultades que están experimentando esos niños y niños. Lo primero es el diagnóstico y la identificación y eso al final va a acabar guiando toda nuestra intervención. Además, las asociaciones suelen ser un recurso muy válido donde encontrar apoyo.


Al margen de la lectura de una obra como la vuestra, que puede orientar sobre la crianza, ¿cuándo recomiendas acudir a un profesional para tratar algún aspecto que puede no ir tan bien en esta etapa?

Siempre que nos encontremos ante una situación con la que percibimos que se nos va de las manos, que no tenemos recursos para afrontar o que genera mucho malestar a nivel familiar, es una buena idea contar con un profesional de la salud mental para que nos dé claves y pautas para afrontar esa situación de la mejor forma posible. Cuanto menos retrasemos acudir a un profesional, habitualmente menos dura la intervención, pero cuanto más lo demoremos, más trabajo habrá pendiente.

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