Pies descalzos niños. Familia numerosa.©Istock

Entrevista

Rosa Pich: “Educar es muy difícil, requiere de dos cosas, inteligencia y voluntad”

Madre de 18 hijos, su experiencia como cabeza de familia numerosa la ha convertido, como ella misma afirma, en una auténtica ‘coach’ de su casa

Rosa Pich es, sobre todo, madre. Así la han llamado un total de 18 hijos a los que ha tenido que educar (y sigue educando) desde que decidió junto a su marido tener una familia numerosa. Una elección que le ha dado una amplia experiencia educativa, donde afirma han primado los valores universales de la entrega a los demás, la generosidad, el amor y el respeto. El optimismo, viendo el reto que les supone cada día, se da por hecho. Por ello, decidía publicar el libro La vida es bella (Espasa), en el que nos da las herramientas necesarias para afrontar “la ciencia de educar” como le llama ella, haciendo que la orientación y el acompañamiento de los hijos sea una tarea fácil.

En sus páginas, recoge entrañables anécdotas que le han hecho aprender y los pilares fundamentales sobre los que se ha apoyado para conseguir que su familia, aunque caótica, se conviertan en personas responsables y conscientes del mundo que les rodea. Sobre este día a día, la importancia de la pareja o de cómo ha cambiado desde hace unos años la maternidad, hemos querido hablar con ella.

Libro 'La vida es bella', de Rosa Pich (Espasa)©Espasa

¿Cómo es ser madre de una familia (muy) numerosa en la actualidad?

En una familia tan numerosa y diversa como la mía, porque aunque sean de la misma madre y del mismo padre, cada uno es diferente -desde el que yo llamo el hater de la familia, que está siempre ahí molestando al de arriba y al de abajo hasta la que es más sentimental o el más creativo-, es un constante ir y venir. Gente entrando y saliendo de casa constantemente. Hay que aprender, sobre todo, a convivir. Yo creo que la sociedad de hoy en día el problema que tiene es ese, que no saben convivir. En mi familia, lo aprenden desde pequeños.

¿Qué valores aporta ser una familia tan diversa?

Como te decía antes, en casa, desde bien pequeños duermen en una misma habitación seis personas, con lo que aprenden a respetarse unos a otros y a ceder. A pensar en los demás. Yo creo que esto es, en realidad, una suerte. De hecho, cuando voy a las tutorías de los colegios, me dicen “Rosa, se nota que sois familia numerosa; no es que tus hijos sean peores ni mejores, pero empatizan más con sus compañeros”.

La organización, entiendo, es fundamental, ¿cómo os habéis organizado desde que tus hijos eran pequeños?

La organización es importante. En realidad, vivimos en un caos organizado. No a la misma persona le toca poner la mesa o el lavavajillas todos los días, sino cada uno hace una cosa, a unos les toca unos días y a otros al día siguiente. No funcionamos por encargos, pero sí necesitamos un horario porque si no lo hay, es imposible. Por ejemplo, tú puedes salir con tus amigos por la mañana, pero las cenas son sagradas. Este tiempo es el único en el que coincidimos todos y se respeta al máximo. Por tanto, yo educo en libertad pero también tiene que haber una disciplina y unos límites, si no los cumples, pues acción-reacción. Y los mayores, sobre todo, saben lo que pueden y no pueden hacer o dónde tienen que ayudar. Así que, la palabra “me aburro” no se escucha mucho en casa.

Y la vida en pareja, ¿cuántos más hijos más se resiente?

La vida en pareja hay que cuidarla. Mis hijos en casa saben que lo primero para papá es mamá y para mamá es papá. Transmitir esto es muy importante, porque los niños al principio son muy egoístas. El tiempo entre papá y mamá tiene que ser respetado. Y es que cuando la pareja está fuerte se puede dedicar mejor a sus hijos. A veces, es verdad, la pareja discute por cosas referentes a los niños, por ejemplo, la hora de llegada cuando salen a la discoteca, pero lo que no puede ser es que te mareen por estas cosas. Y si ves que los hijos empiezan a separarte de tu pareja, tienes que ponerte a ver dónde está el problema. Los hijos tienen que unirte, no separarte, porque si no hay algo que falla.

En tu libro nos dices que la educación requiere de constancia y esfuerzo permanente, pero que hay que tener también las herramientas necesarias para afrontar esta misión, ¿cuáles son las herramientas a las que te refieres?

No puedo engañar a nadie, educar es muy difícil. Yo tengo amigos que profesionalmente son unos cracks, en ámbitos incluso educativos, pero luego en casa no lo llevan tan bien con sus hijos. Por muchos motivos, porque su hijo le ha salido del revés, son egoístas, no trabajan en el colegio, etc. Y nosotros, como padres, lo que queremos es que tengan un buen desarrollo profesional, que sean felices y esto es muy difícil. Es una ciencia o, al menos, es una profesión ser padre o madre y, para ello, tienes que estudiar y leer buenos libros que te guíen. No nacemos enseñados para esto, tenemos que aprender. Y para ello, hay que saber qué dar a tu hijo para obtener los resultados que quieres, teniendo en cuenta su edad y su capacidad. A veces es el juego, a veces un reto.

Herramientas hay muchas, desde conferencias interesantes, talleres de padres a muy buenos libros. Pero, sobre todo, dos: inteligencia a la hora de ver qué necesita tu hijo para aprender y mucha fuerza de voluntad.

Afirmas ser ‘coaching’ de tus hijos, ¿qué significa?

Sí, pero, sobre todo, soy mamá. Cuando hablo de que soy coach de mis hijos me refiero a que soy esa persona que está ahí apoyando, soy la que te hace preguntas para que tú, con tus propias herramientas, llegues a la solución.

Junto a tu marido, Chema, perdisteis tres hijos por problemas cardíacos, ¿cómo se supera y se mantienen las ganas de seguir intentándolo?

Sí, es verdad, en los primeros años del matrimonio perdimos dos hijos en cuatro meses -primero a la niña, Monsita, a los diez días de nacer y después a Javi-. Los dos sabíamos que queríamos tener una familia numerosa, aunque no habíamos dicho ningún número, pero queríamos replicar lo que habíamos vivido. Los dos veníamos de familias grandes. En ese momento, de repente nos dicen que la mayor no saben si vivirá por una cardiopatía y nos aconsejan no tener más hijos. Los dos estábamos bien, pero concebíamos hijos con problemas de corazón. Yo pensaba que era una broma lo que nos estaba pasando. Lo que quieres es abrir la ventana y decir ‘Adiós, mundo cruel’.

Cuando llegamos a casa, más tranquilos, hablas con tu pareja y decides que la ciencia no es dos más dos, sabemos lo que queremos. Lo que queríamos era otro hijo y nadie se va a meter a decidir en nuestra cama. Teníamos capacidad y fuerza para tirar hacia delante y salir. Y así fueron naciendo todos los demás. A día de hoy viven 15 hijos de los 18 que hemos tenido.

Por último, ¿cómo ha cambiado la maternidad y la visión que se tiene socialmente de ella desde tu primer hijo hasta el último? 

Pues mira, yo me acuerdo de ir caminando por la calle embarazada con el carrito y mis siete hijos (aún me quedaban) y decirme la gente que si estaba loca con tantos niños y que si no tenía televisión para estar entretenida. Yo no quería enfrentarme a nadie y lo único que pensaba era “todavía le digo que son mis hijos los que van a pagar su pensión”. Es así.

En España tenemos un problema enorme de pirámide invertida, hay más defunciones que nacimientos. Sin embargo, cada vez somos conscientes de esto, la gente ha ido cambiando y, al final, te da hasta las gracias. Por lo que aporta una familia numerosa a la sociedad, por los valores que transmite. Por ejemplo, en nuestra casa siempre ayudamos a los vecinos, a bajar la basura o aguantando la puerta para entrar. Convencemos por hechos. Y lo que antes se criticaba, ahora sorprende, pero se valora.

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