¿Cómo influye el entorno en la calidad del sueño?
Nuestro entorno influye en la calidad del sueño de maneras muy diferentes. Si hablamos del entorno físico y material que nos rodea, los factores clave son la luz y la temperatura, nos cuenta la neurobióloga Verena Senn y nos explica cómo influyen estas dos circunstancias.
La luz define nuestro reloj interno en ciclos diarios de 24h: el llamado ritmo circadiano. La exposición a la luz afecta a la producción de melatonina, la hormona encargada de inducir el sueño y señalarle a nuestro cuerpo que es de noche.
La producción de melatonina se eleva lentamente en cuanto se va aproximando la noche y se mantiene durante aproximadamente 12 horas. La luz se encarga así de evitar que nos sintamos cansados durante del día y de que estemos más atentos y alerta.
Pero también existen diferencias entre la luz artificial y la luz natural. La luz artificial emitida por los aparatos tecnológicos como móviles o televisiones, también llamada luz azul, suprime la producción de melatonina, provocando un retraso de la llegada del sueño a nuestro cuerpo.
Atrasar nuestro ritmo circadiano interno de esta manera puede tener graves consecuencias en nuestra salud, puede provocar depresión, cáncer o enfermedades cardiovasculares.
En contraste con esto, la luz natural se vuelve más cálida/rojiza por la noche debido a una menor fracción de luz azul. La ausencia de luz azul induce la síntesis de melatonina, ajustando nuestro ritmo circadiano a nuestro entorno real provocando una mejora de los patrones del sueño: principalmente, nos ayuda a dormirnos más temprano. Nuestro reloj interno se ajusta también a las estaciones del año: normalmente, se acorta el sueño durante el verano y se alarga en invierno, cuando hay menos luz.
Algo parecido a lo que sucede con la luz pasa también con la temperatura. Nuestro cuerpo tiene también un ciclo interno de control de su temperatura, que coincide a grosso modo con el ciclo circadiano de 24h. Cuando llega la noche, la temperatura de nuestro cuerpo desciende para ayudarnos a alcanzar el sueño: la temperatura de nuestro cuerpo debe descender 1ºC para que nos durmamos. Conseguir mantener esta temperatura más baja en nuestro cuerpo nos ayuda también a alargar las fases del sueño profundo, la fase más reparadora del sueño y la que nos hará sentirnos frescos por la mañana.
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