Hay un dicho que afirma que la cara es el espejo del alma. Y no podemos negar que da en el clavo. Cuando tenemos un problema, cuando estamos de mal humor, estresados... nuestra piel se puede resentir. “Está demostrado que cualquier problema o situación estresante condiciona la composición proteica de la piel afectando a su elasticidad y luminosidad. Además, actualmente se está investigando mucho sobre la microbiota facial (las bacterias que aparecen en nuestra piel) y se ha visto que se modifica ante situaciones estresantes, provocando inflamación e incluso enfermedades de la piel como dermatitis, psoriasis, rosácea o acné”, nos explica la doctora Rocío Mourelle de Clínica Trevi.
Y es que nuestros órganos, entre ellos la piel, obedecen a procesos fisiológicos que van variando conforme se pasa de un estado de ánimo a otro. Por ejemplo, el mal humor, además de alterar el organismo, dibuja en el rostro numerosas líneas de expresión.
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