¿Puede causar la muerte una intolerancia alimentaria?

No. La intolerancia a un alimento no provoca anafilaxia (asfixia) y, por lo tanto, la muerte. La alergia a un alimento sí puede conducir al fallecimiento si no se evita su consumo o se trata adecuadamente si se produce una ingesta accidental. Te explicamos sus diferencias.

Por hola.com

El fallecimiento de una niña de cinco años la pasada semana en un colegio de Baleares tras haber comido en el comedor escolar ha suscitado una gran preocupación en la población. Según se ha sabido, la pequeña sufría varias alergias por las que recibía medicación. Entre ellas, padecía una alergia alimentaria a una proteína de la leche.  Según ha revelado la autopsia, aunque está pendiente de más análisis, la última comida de la menor, un sandwich de helado, le produjo un choque anafiláctico y el fatal desenlace. Esto ha provocado una gran inquietud entre las personas que sufren intolerancia o que tienen hijos con este este problema. Por eso, la respuesta de los expertos no se ha hecho esperar: una intolerancia alimentaria no puede producir la muerte porque no desencadena una anafilaxia, algo que sí sucede si se sufre alergia a un alimento. 

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Diferencias entre la intolerancia y la alergia alimentaria 

Las intolerancias alimentarias, como la de la lactosa o el gluten, “surgen debido a alteraciones metabólicas que impiden que el intestino absorba determinados tipos de nutrientes, lo que puede provocar diarrea o dolores tipo cólico”, indica el doctor Luis Echeverría, coordinador del Grupo de Trabajo de Alergia Alimentaria de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP). Por su parte, “las alergias alimentarias se deben a alteraciones del sistema inmunológico que reacciona ante alimentos con síntomas que van desde los digestivos a los respiratorios y cutáneos, pudiendo llegar a ser más grave y provocar una anafilaxia, con dificultad para respirar, mareo o incluso pérdida de conciencia, que puede poner en peligro la vida del paciente de no ser atendida de forma precoz”, advierte. 

En el caso de las alergias las responsables de producir esta reacción suelen ser las proteínas, que provocan una respuesta anormal del sistema inmune, que reacciona contra sí mismo y puede comprometer la vida del paciente. Las intolerancias suelen deberse al déficit de enzimas que impiden que se un determinado nutriente se absorba y se descomponga bien el alimento, que pasa al intestino completo sirviendo de alimento a las bacterias que acaban produciendo gas. Por ejemplo, en la intolerancia a la lactosa. 

Las intolerancias alimentarias se confunden a menudo con las alergias alimentarias “porque las medidas a seguir son las mismas: evitar el alimento. Pero hay que tener claro que las consecuencias de tomarlo son diferentes. De hecho, los intolerantes pueden comer pequeñas cantidades del alimento sin ver comprometida su vida”, sostiene el doctor Echeverría. Mientras que una persona con alergia a un alimento debe evitar por completo así como estar atento a los productos que pueden contener trazas de este ingrediente. Eso sí, los síntomas de las intolerancias son de tipo digestivo y no alérgico y la ingesta del alimento puede provocar daño crónico en el intestino, “pero nunca una anafilaxia”, comenta.

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¿Cuándo aparecen los síntomas?

Los síntomas de una reacción alérgica aparecen en las dos horas siguientes a la ingestión del alimento y la gravedad varía en función de la cantidad de alérgeno ingerido, sensibilidad de la persona, y factores externos como el asma, el ejercicio físico o el consumo de analgésicos o alcohol, recuerdan los expertos de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). Aunque suelen ser leves, las reacciones a alimentos causan entre el 10% y el 50% de las anafilaxias tratadas en urgencias, y los más frecuentemente implicados son el huevo, la leche, frutas y frutos secos.

Por el contrario, en las intolerancias los síntomas pueden aparecer más lentamente y suelen ser náuseas, diarrea, dolor abdominal, cólico, cefalea o sensación de mareo y calor. A diferencia de las alergias, se pueden consumir pequeñas cantidades del alimento o componente sin que den síntomas o haya peligro.

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Mala absorción y alergia tampoco son lo mismo 

Por último, también hay que recordar que "la malabsorción y la intolerancia a la lactosa también dos trastornos diferentes que debe diagnosticar un médico", señala la Sociedad Española de Patología Digestiva. Aunque ambos se relacionan con la lactosa, la malabsorción implica que el intestino no procesa ni asimila bien la lactosa, mientras que la intolerancia se caracteriza por la aparición de molestias o síntomas digestivos originados por esta malabsorción de la lactosa. Asimismo, existen diferentes grados de intolerancia que deben ser analizados por un experto para que "se determine el consumo de lácteos a la cantidad de lactosa tolerada", añade. 

Tanto la malabsorción como la intolerancia a la lactosa son trastornos muy frecuentes. Se estima que, en España, un tercio de la población padece malabsorción; por lo tanto, afecta a una de cada tres personas, según indican diversos estudios. También se sabe que la intolerancia a la lactosa es muy común: afecta a entre un 20 y un 40% de los españoles. Pero, como decíamos al inicio, ninguno de estos trastornos puede provocar el fallecimiento. Por ello, si se sufre una reacción alérgica o se sospecha que se padece una intolerancia, se debe solicitar una visita al alergólogo para que realice un diagnóstico correcto y pueda llevar a cabo el tratamiento. En el caso de sufrir una reacción anafiláctica, se debe acudir a un Servicio de Urgencias porque la atención es urgente y vital. En el caso de sospechar una intolerancia a un alimento, se debería pedir cita a un especialista en aparato digestivo. 

Prevención e información 

Según la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica entre un 10 y un 18% de las reacciones anafilácticas alimentarias suceden en el entorno escolar. Tanto si se trata de una alergia alimentaria como de una intolerancia, “es preciso que el centro educativo esté informado del diagnóstico y las medidas a seguir en cuanto a su alimentación, así como de las consecuencias que pueden tener lugar en caso de ingesta accidental”, explica la doctora Escarrer, presidenta de SEICAP y coordinadora del programa Alerta Escolar en Baleares.

Desde SEICAP se insiste en la importancia de que los centros educativos tengan protocolos de prevención y actuación frente a situaciones de emergencia. Por este motivo se reclama que se disponga de autoinyectores de adrenalina de fácil manejo en los botiquines escolares.