Cómo trabajar el autoconcepto de nuestros hijos.©AdobeStock

Psicología

¿Cómo podemos ayudar a que un niño se acepte a sí mismo?

Es un concepto que necesita ser trabajado desde pequeños, tanto por los propios niños como por parte de los padres, quienes deben fomentar su autoestima

Actualmente, los padres tenemos sobreinformación. Muchos temas son tratados en un número muy diversos de canales, por especialistas en sus redes sociales y pueden ser abordados de una forma totalmente diferente. Uno de los temas sobre los que más se habla es el de la crianza, para la que cada vez existen más métodos educativos. Sin embargo, no todos ellos están centrados en los niños y niñas o no abordan algunos temas que pueden ser (y, de hecho, lo son) muy interesantes. Uno de ellos es el autoconcepto y la autoestima de los más pequeños. Laura Estremera, psicóloga y maestra, autora del libro recientemente publicado Déjalos ser niños (Booket), así lo cree, porque “los niños necesitan ser escuchados, disponer de su propio espacio para crecer y desarrollar sus habilidades individuales; si no se lo damos, si no trabajamos ese autoestima, tendrá consecuencias en el futuro”. Por ello, hemos querido hablar con ella para que nos cuente si se puede o no trabajar desde bien pequeños o tenemos que esperar a que tengan cierta madurez y cómo deberíamos ponernos manos a la obra.

'Déjales ser niños', de Laura Estremera (Booket)©Booket

La autoaceptación, ¿se puede trabajar desde bien pequeños?

Sin duda, pero no es algo que vayan a elaborar ellos solos, los adultos tenemos un papel importante para ello. Si queremos que los niños se acepten tal y como son, con sus virtudes y defectos, primero necesitarán haber sido aceptados por las personas que para ellos son significativas. Esto exige que aprendamos a respetar la esencia de cada criatura, comprendiendo que tienen diferentes ritmos, gustos y deseos. En la mayoría de las ocasiones, no van a coincidir con nuestras expectativas que tenemos sobre ellos.

Por ello, debemos dejar las comparaciones a un lado, entendiendo la singularidad de cada persona, ya que cada niño y niña es diferente, aunque pasen por unas etapas comunes, al igual que con las etiquetas, tanto las negativas como las que no pueden parecer, a priori, positivas, porque son altamente dañinas.

Además, para que sientan ese mensaje de aceptación por nuestra parte, deben sentir que nuestro amor hacia ellos es incondicional, es decir, que no depende de lo que hagan o de cómo se comporten. En definitiva, que los seguimos queriendo, aunque no estemos de acuerdo con sus conductas o sus elecciones. El amor, el afecto y el respeto hacia ellos estará siempre por encima de las acciones concretas que realicen o las decisiones que tomen. Aunque esto no signifique que aprobemos cómo se portan o que puedan hacer cualquier cosa. Estamos ahí como adultos para guiarlos, para mostrarles cómo expresar lo que necesitan, pero nunca usando nuestro amor como herramienta de control.


¿A qué edad deberíamos empezar a preocuparnos por su autoconcepto?

En realidad, no hay una edad o un momento concreto en el que esto comience, sino que va a ser una construcción progresiva. Tengamos en cuenta que, para construir su identidad, quiénes son ellos, necesitan sus tres primeros años de vida. Por tanto, podemos decir que va a tener sus orígenes desde que son bebés, pero no termina ahí:

  • Por un lado, desde el vínculo de apego que crean con su cuidador principal que, habitualmente, es su madre. Si esta atiende las necesidades del pequeño (no solo las fisiológicas como comer o dormir, sino también la necesidad de que lo cojan en brazos y le calmen o le presten atención), sabiendo leer lo que el bebé expresa con su cuerpo, atendiéndole con cariño y respeto, se conseguirá un vínculo seguro que les permitirá comprender que merecen ser atendidos, escuchados y respetados. A su alrededor, entonces, entenderán que pueden contar con personas que van a ayudarles y que el mundo es interesante, que merece la pena explorarlo.
  • Por otro lado, estaría todo lo que ellos descubren desde su interés y curiosidad. Para ello, el adulto debe darle esa oportunidad. Por ejemplo, si un bebé es colocado en el suelo boca arriba y se le ofrecen algunos objetos sencillos a su alrededor para que los explore, por sí mismo irá descubriendo las posturas y formas de desplazamiento para alcanzarlos y explorarlos. Todos los bebés, si tienen la oportunidad (y no hay una dificultad de base que lo impida) lograrán conquistar por ellos mismos los movimientos de su cuerpo y eso, les irá enviando un mensaje de lo que son capaces de hacer y también de sus limitaciones, de una manera realista y sin frustración. Podrán conectar con su deseo, con lo que les interesa, por ejemplo, con qué juguete quieren jugar, de qué forma y durante cuánto tiempo y eso, les permitirá ir construyendo, junto con los mensajes que reciben del exterior, una imagen ajustada de quienes son.

¿Cómo se trabaja el autoconcepto dentro de una crianza respetuosa?

Poco a poco. Es una construcción que se inicia a través del movimiento y juego libre en los niños, pero también depende del papel que jugamos nosotros como adultos. Por lo tanto, debemos de reflexionar sobre los mensajes que reciben los niños y niñas por nuestra parte, tanto los implícitos (todos esos que transmitimos a través de nuestro lenguaje no verbal, los que expresamos con los hechos que realizamos o con cómo favorecemos determinadas situaciones) como de los explícitos.

Así, por muy buenas intenciones que tengamos y aunque a corto plazo nos dé resultado, si utilizamos herramientas coercitivas como el chantaje o la manipulación para que realicen lo que nosotros queremos que hagan, el mensaje de fondo que les llega no favorecerá la autoaceptación. Si por ejemplo queremos que se cambie el conjunto de ropa con el que se ha vestido, porque nos parece que no combina y, para ello, le decimos “se van a reir de ti si sales así a la calle”, ¿qué mensaje recibe respecto a sus gustos, a tomar sus propias decisiones y sobre todo, respecto al poder que tienen los demás para hacerte sentir bien o mal? O si está llorando porque le ha ocurrido algo y para calmar el llanto le decimos “estás muy feo cuando lloras”, ¿cómo va a aceptar sus necesidades y emociones? Si estas situaciones se repiten, es probable que aprenda a ocultar y por lo tanto, a no aceptar esa parte de sí mismo.


¿Existen indicios de que no está teniendo un buen concepto de sí mismos?

Dependerá de la etapa evolutiva a la que nos refiramos, pero en términos generales, sí que podemos observar estos problemas en niños que no expresan sus necesidades y emociones. Han aprendido desde pequeños que los demás no estarán disponibles y eso repercute en el autoconcepto y en la autoaceptación, ya que crecen con una sensación de no ser merecedores de atención o cuidados. También podremos observar a niños que:

  • Han desconectado de su esencia, que les cuesta conectar con su deseo, con sus intereses.
  • Que sienten vergüenza o culpa cuando expresan sus emociones o necesidades.
  • Con miedo a equivocarse y, por lo tanto, no se atreven a probar nada.

Y los padres, ¿podemos aprender algo de todo este camino?

Por supuesto, en la crianza aprendemos continuamente tanto de los niños y niñas, como de nosotros mismos. Para ello, hay que saber distinguir entre nuestras necesidades, emociones o deseos y los suyos. Si tenemos la mirada abierta y observamos con curiosidad lo que hacen por sí mismos, aprenderemos a conocer a nuestro “hijo real” que, posiblemente será muy diferente del “hijo ideal”, aquel que hemos imaginado.

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