Al hablar de la noticia de la discapacidad de un hijo, Vanesa Pérez Padilla recurre al símil del terremoto: “Todo se derrumba, al igual que lo hace un edificio”. Hay que tener en cuenta que las familias tienen una idea de hijo soñado y deseado que puede no encajar, a priori, con la paternidad de un niño especial.
Esa gran discrepancia entre lo esperado y lo real puede hacer que los padres se encuentren sin recursos para afrontar la situación. Pero no hay reacciones comunes. Estas van a depender de muchos factores, como las creencias, los aprendizajes previos o la personalidad de los progenitores. “Se va a vivenciar de forma totalmente íntima e individualizada”, destaca.
Es entonces cuando puede aparecer un proceso que muchos asemejan al duelo, “entendido este como la reacción ante una pérdida significativa; en este caso, la pérdida de la idea preconcebida de un hijo, de una maternidad/paternidad diferente, de una crianza...”, explica.
En este sentido, el duelo, para la experta, no tiene que ser entendido como algo negativo, sino como un mecanismo de adaptación. Una adecuación a la situación que va a tener distintas fases “hasta que podamos decir que hemos llegado al punto de poder convivir con ello, alcanzando un bienestar, en paz”.
Pero para llegar a ese momento, hay que transitar por otras ‘pérdidas’ en forma de nuevos diagnósticos, problemas de salud o hitos que el niño no llega a alcanzar, como ha sido en el caso de su hijo Rodrigo la adquisición de lenguaje.