Rupit, una película de época en el pueblo más bello

A menos de una hora en coche de Barcelona, en la comarca de Osona, el tiempo parece haberse detenido en torno a este fotogénico pueblito de serpenteantes calles y orgullosas casonas, escenario perfecto para una escapada con la que hacer historia.        

Por DAVID REVELLES

Que año tras año Rupit corone el podio de los pueblos más bellos de Cataluña no es casualidad. Es tan solo una constatación del encanto que destila esta villa de origen medieval engastada a 845 metros de altitud en el macizo del Collsacabra y que parece sacada de una página de una novela histórica. Hollywood ya tarda en filmar aquí una superproducción. Porque el entorno de Rupit es un retazo de tierra magnética en el que los elevados peñascos se conjugan con vestigios arqueológicos y las historias que aún hoy se cuentan en torno a Serrallonga, el bandolero catalán más famoso y que hizo de Les Guilleries su particular bosque de Sherwood.  

«Rupit es un pedacito de mundo, hundido en el corazón de los hayedos de Collsacabra (…), un trocito vivo, humildísimo y escondido del siglo diecisiete catalán», escribió en su día el célebre novelista Josep Maria de Sagarra. En la era de Instagram, esa sensación de tiempo congelado en torno a las calles y casas de los siglos XVI y XVII abrazadas a las peñas que bordean la riera sobre la que se asienta hace de Rupit es cautivadora, una de las estampas más recurrentes entre los visitantes de todo el mundo ávidos por volver a casa con los iconos de Cataluña.   

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Esa arrolladora fotogenia que justifica con creces la elección de Rupit por la Organización Mundial del Turismo (OMT), junto a Alquézar (Huesca) y Guadalupe (Cáceres), como uno de los tres candidatos españoles a mejor pueblo turístico del mundo en el marco de la segunda edición del programa Best Tourism Villages. El veredicto se conocerá a final de año, pero este verano ya puedes descubrir porqué a Rupit le sobran los motivos para ese reconocimiento.  

El encanto cinematográfico de Rupit arranca, como si de una peli se tratara, salvando el puente colgante sobre la riera –si vas con pequeños, eso ya es una aventura que no olvidarán-, icono del pueblo desde hace 75 años que te dará acceso al entramado de callejuelas empedradas y escalonadas. Los pasos llevan solos en dirección a la plaza dels Cavallers y las ruinas del castillo, epicentro y origen del pueblo. Y, a un paso te toparás con el empinado y vetusto empedrado de la calle del Fossar, el antiguo cementerio de la villa, una de las postales clásicas.  

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A cada paso, como un lujoso atrezo histórico, aparecerá la plaza Mayor y bellas fachadas centenarias de casonas cargadas de historia. Como la de la notaria Soler –sus primeras noticias son de 1308 y durante cinco siglos sería regentada por la misma familia- o, en la calle Manyà, la del boticario o la antigua herrería, con un bello portal dovelado.  

Por supuesto, una de las paradas ineludibles para conocer el patrimonio del pueblo es la iglesia parroquial de Sant Miquel, cuyos orígenes son del siglo XIII pero cuya fisonomía actual es barroca. Alza la vista hasta la cúspide de su campanario y asegúrate un broche de oro al recorrido: nada como fijar en la memoria la estampa de Rupit que ascender hasta lo más alto del campanario (fines de semana, de 11 a 15 horas; 2€) para, desde sus casi 30 metros de altura, arañar el cielo y otear el entramado urbano de la villa rodeado de un marco natural delicioso.  

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Sin duda, uno de los alicientes de convertir Rupit en protagonista de una escapada activa y con tintes épicos en el Collsacabra es descubrir algunos de sus deliciosos y cercanos enclaves. Si te apasiona la bicicleta, una alternativa es hacerlo sobre una bicicleta eléctrica que podrás alquilar en uno de los clásicos gastronómicos locales, l’Hostal l’Estrella (hostalestrella.com). Por supuesto, imprescindible para poner un punto más de belleza natural a esta superproducción en Rupit es contemplar el Salt de Sallent, uno de los saltos de agua más altos –90 metros de caída- y espectaculares de la región.  

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Para una buena caminata, el destino es el municipio de Cantonigròs, coordenada esencial para los amantes del senderismo desde donde arrancan rutas magníficas para disfrutar de la frondosidad de la sierra, como la que engarza el pueblo y el santuario de la Mare de Déu de Cabrera, encaramado a una cima a 1300 metros de altitud.  

Aunque si se prefiere paseos suaves que permitan asegurarse selfies de vértigo (literalmente), hay que poner rumbo a un pueblo que compite en belleza con Rupit: Tavertet. Con joyas como la iglesia románica de Sant Cristófol (siglo XI) o coordenadas gastronómicas como Can Baumes (canbaumestavertet.com), un templo gourmet donde saborear la cocina de terruño. Para enamorarse de Tavertet basta con el sencillo placer de deambular a paso lento por sus callejas empedradas. Quién sabe, si se escucha con atención quizás se podría percibir el eco de las aventuras de Serrallonga y su cuadrilla de bandoleros en sus contornos.  

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Un secreto final: una fusión de leyenda, naturaleza y belleza que hermana a Tavertet y Rupit es recorrer la pista forestal que engarza ambos pueblos. Es una hermosa sinalefa que discurre pareja al precipicio sobre el que se alzan los riscales de Tavertet, con la espesura boscosa de Les Guilleries a la vista y el silencio reinando. Y con sorpresas como L’Avenc (avenc.com), un singular hotel rural –ideal para familias y grupos de amigos– engastado como está en las alturas del espacio natural protegido Cingles de l’Avenc de Tavertet.