¿Puede un gato ser intolerante a la lactosa?

Los gatos beben leche, pero no cualquier tipo ni a cualquier edad

Por David Navarro

La estampa de un gato bebiendo leche de un cuenco nos ha conquistado desde los dibujos animados más clásicos y desde la pintura más antigua. Es como si el alimento natural de un gato pudiera ser la leche. ¿Pero es cierto que los gatos beben leche de vaca? ¿Sería un alimento solo recomendable para los gatitos bebé? La respuesta resumida es un no, los gatos no deberían beber leche como alimento cotidiano, y mucho menos de vaca. Estamos ante una leyenda que no se ajusta a la realidad. Sin embargo, si hablamos de leche y gatos, hay algunas ideas que debemos tener en cuenta.

Hasta las tres semanas

El crecimiento de la mayoría de los mamíferos es mucho más rápido que el del ser humano, mientras que un bebé humano podría alimentarse de leche materna hasta incluso los dos años, los gatos sólo necesitan tres semanas. Eso sí, para ellos es capital obtener ese alimento de su madre. Los gatos bebés deben tomar leche, pero no cualquiera, sino la que procede de su madre. 

Hasta que no llega la fase de destete en la tercera semana este alimento es lo único que toman, por lo que si encuentras a un gato huérfano estarás ante la disyuntiva de qué leche proporcionarle. La respuesta es clara: leche de vaca, no. Existe leche especial para gatos que aún no han pasado la fase de destete, debes consultar con tu veterinario para que te ayude a dar con ella, pues no, no la podrás encontrar en el supermercado.

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La leche es de difícil digestión

Hoy cada vez es más habitual encontrar a personas intolerantes a la lactosa, sin embargo esto que podría parecer una rareza síntoma de unos tiempos en los que afloran intolerancias y alergias donde antes creíamos que no había, realmente es algo muy normal y que realmente ha ocurrido siempre. Pues los mamíferos estamos diseñados para tomar leche sólo en nuestra etapa lactante, y sólo proveniente de nuestra madre o, por lo menos, leche proveniente de la misma especie. El ser humano se ha alimentado de leche de vaca, cabra u oveja como forma de supervivencia, pero lo cierto es que conforme nos hacemos mayores a nuestro organismo le cuesta más digerirla. Esto ocurre exactamente igual en los gatos y en el resto de mamíferos.

El sistema digestivo pone en marcha una enzima denominada lactasa para transformar la lactosa en dos azúcares simples que de otra forma no podríamos digerir, esta lactosa se transforma en glucosa y galactosa, y es entonces cuando nuestro organismo (o el del gato) logra digerir la leche, digamos que sólo lo conseguimos si es por separado, pero no como bloque. Esta enzima deja de estar presente en nuestro organismo cuando frenamos la alimentación de leche materna y nos hacemos mayores, y la única forma de mantenerla es seguir bebiendo leche ininterrumpidamente. Es decir, que un gato o un ser humano que tras el destete continúe tomando leche, probablemente será menos intolerante que uno que tras años sin beberla se afane en tomar un cuenco o vaso de leche, que probablemente sufrirá una digestión muy pesada llegando incluso a vomitar.

Que un gato pueda o no tomar leche el resto de su vida depende de si tras el destete se detuvo la ingesta de este alimento. Sin embargo, más en el caso de los gatos que en el de los humanos, es importante que el tipo de leche que ingiera sea de su misma especie, ni de vaca ni de oveja o cabra.

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Síntomas de intolerancia o alergia a la lactosa

Aunque en nuestro mundo humano a veces confundimos los términos, no es mal momento para aclarar que una cosa es la intolerancia y otra la alergia. La primera es la imposibilidad de digerir un nutriente, el estómago lo rechaza y eso provoca un malestar general en el organismo. La alergia es un proceso de hipersensibilidad del sistema inmunitario que, cuando está en contacto con una proteína, se siente atacado y reacciona con síntomas adversos.

Ante una intolerancia a la lactosa de un gato, sea bebé o adulto, los síntomas que denotan esa situación son todos aquellos que implican un rechazo de dicha sustancia: náuseas, vómitos y diarrea. Estos primeros son los que ayudan al animal a liberarse de la leche al comprender su cuerpo que será incapaz de digerirlo. Posteriormente esto le provocará malestar estomacal (haya vomitado o no), gases e hinchazón del estómago.

La alergia provocada por la leche, como cualquier otra alergia, es mucho más grave porque puede provocar que el sistema inmunológico del animal produzca unos efectos que incluso podrían acabar con la vida del animal. De ahí que la diferencia entre intolerancia y alergia sea capital. Ingerir leche cuando se es alérgico puede provocar en el gato dificultad para respirar, que se manifiesta además con tos. Una bajada pronunciada de la tensión arterial, picor o urticaria. Además de los mismos síntomas de la intolerancia: malestar estomacal, vómitos y diarrea, que es la forma que tiene el organismo del gato de deshacerse de esta sustancia.

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