Ser egoísta en ocasiones puede ser mejor de lo que crees

Darle valor a tus propios deseos, metas y objetivos vitales puede ser interpretado como una muestra de egoísmo. Sin embargo, cuando no velas por tus propios intereses estás perdiendo la oportunidad de ser tú misma.

Por Cristina Soria

Puede que la mayoría de veces que hemos escuchado y pronunciado la palabra “egoísta” haya sido como adjetivo despectivo. Por definición, una persona con esta cualidad piensa primero en ella misma antes que en los demás, y antepone sus necesidades a las del resto de personas que la rodean. Esta cualidad está mal vista, pues se presupone que no es solidaria ni empática y que derrocha narcisismo. Pero ¿y si hubiera excepciones?

¡Arriba la autoestima!

Ya en 1976 se publicó una investigación en la Universidad de Oxford que se denominó como “El gen egoísta” y que hacía hincapié en que la evolución de las especies no solo fue una cuestión de competición por la supervivencia de los individuos, sino también de los genes.

El investigador Richard Dawkings determina alrededor de los genes una metáfora sobre la sociedad, en la que da explicación a las relaciones sociales, el conflicto generacional y la posibilidad del altruismo. En esta investigación se determina que todos los organismos son en sí mismos una máquina de supervivencia para sus genes, que estamos diseñados para ser egoístas, desde el comportamiento de nuestras células hasta nuestro pensamiento, y que es eso lo que nos hace sobrevivir, prosperar y mejorar.

El egoísmo frente a la falta de autoestima

Las relaciones sociales nos sitúan en una escala donde nosotros adjudicamos a nuestra identidad un valor en relación al resto de personas y caracteres con los que convivimos. Es como si nosotros mismos nos adjudicáramos una nota musical del piano, más aguda o más grave en función de las personas que nos rodean y de las experiencias que vivimos diariamente.

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Nos consideramos más valiosos, capaces y necesarios que algunas personas pero, sin embargo, siempre sentimos que estamos por debajo de otras. Este término incide en nuestra autoestima, y está en continuo movimiento. Nuestra posición respecto a los demás varía en función a aquello que nos acontece.

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Fortalece tu egoísmo para ayudar a los demás

Por esta razón, el egoísmo puede ser el elemento que mantenga nuestra posición estable en esa escala de autoestimas. Si tus actos valoran que seas tú misma la que esté por delante en cada acción que hagas, estarás favoreciendo una mayor autoestima y una posición de privilegio a la hora de tomar decisiones. Esto no significa que ejerzas una tiranía contra los demás, sino que alcances la autonomía para decidir.

Ser egoísta, bajo este marco, significa ser autosuficiente, independiente y poder ejercer esa libertad también para hacer el bien a los demás y ayudarles. Porque ten en cuenta que cuando no vigilas tus propios interes y tu ánimo hace que minusvalores tus expectativas, pierdes puestos para tu bienestar y tampoco dispones de la facultad de ayudar a los demás.

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Sé libre para decidir hacia dónde transitará tu vida

En ocasiones, se considera que el egoísmo es contrario a la docilidad. Sin embargo, cuando ejerces una actitud egoísta sobre la vida puedes estar simplemente tomando las decisiones que realmente debes tomar, las que te conducirán a conseguir tus metas y objetivos vitales, sin aceptar las decisiones de otros. 

Esto no es lo contrario a la docilidad, sino una forma de ejercer tu libertad y de buscar aquello que puede hacerte feliz sin lamentar no haber tomado las decisiones correctas por no dejar de contentar a los demás.

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