Educación en alimentación sostenible en los colegios, ¿es posible?©Istock

Entrevista

Carlos Ríos: ‘Es fundamental educar en alimentación sostenible y saludable desde edades tempranas’

Así opina este nutricionista y pionero del movimiento ‘Realfooding’, que siempre ha creído que nuestras decisiones y preferencia en la compra son un hábito que puede conseguir un mundo más sostenible y saludable, ¿por qué no también en los colegios?

Conseguir una alimentación sostenible global es un compromiso medioambiental que comienza, no solo en casa, sino también en las aulas. De hecho, para concienciar a los líderes del mañana sobre la importancia de esta cuestión es necesario mentalizar a los niños más pequeños desde un punto de vista educativo. Algo que no solo compete a los padres, sino también a los centros escolares a los que acuden cada día. La necesidad de dotar a nuestro actual estilo de vida de una visión sostenible no puede dejar exenta, en ningún caso, a la alimentación. Pues la situación medioambiental ha puesto de manifiesto la obligación de fomentar un consumo más local y de productos de temporada, de reducir el desperdicio de alimentos (la Organización de las Naciones Unidas (ONU) confirma que el 17% de la comida se tira a la basura sin más) y de limitar el consumo de procesados. Y, aunque queda un gran camino por recorrer, cada vez son más las empresas, instituciones y centros educativos que apuntan hacia modelos de alimentación más sostenibles. Entre ellos, destacamos dos:

  • El Global Be Well Day, un evento anual promovido por Cognita en Barcelona, Castelldefels y Sitges, un grupo educativo internacional con más de 90 colegios en todo el mundo, en el que la jornada escolar se destina íntegramente a poner el foco en la importancia del bienestar en la salud. En su última edición, pusieron el foco en la transmisión de los valores de nutrición más sostenible, como forma de conseguir un medio ambiente mucho más amable.
  • La reciente presentación de una aplicación para los teléfonos móviles de los alumnos de 5º de Educación Primaria cuyo objetivo es la de conseguir un aumento en el consumo de frutas y hortalizas entre los niños de 10 y 11 años. Se llama SANI y ha sido creada por la Asociación 5 al Día. Se basa en la gamificación, una técnica de aprendizaje en la que se usan las dinámicas propias del juego en entornos que no tienen por qué ser lúdicos, logrando así una mayor conexión con los más pequeños. Su objetivo es rediseñar los hábitos alimentarios de una forma positiva. Pueden participar todos los colegios y clases que lo deseen, con ránkings que se irán actualizando todos los lunes.
Niña comiendo de manera sostenible y saludable.©Istock

Iniciativas que, muy poco a poco, van consiguiendo que nosotros estemos concienciados, pero que los niños también lo hagan, aunque aún queda mucho por hacer desde el punto de vista institucional. Por ello, hemos querido hablar con Carlos Ríos, nutricionista y experto en este tema, para que nos explique si de verdad estamos dando los pasos correctos y necesarios.

La situación actual de los colegios en España, en cuanto a una alimentación saludable y sostenible, ¿cómo es, aprobamos o suspendemos?

Hay una cosa que está fuera de dudas: la importancia de educar en una alimentación saludable y sostenible desde etapas tempranas en las que adquirimos muchos de los hábitos que nos acompañarán de por vida. Afortunadamente, cada vez son más las personas que comparten esta preocupación en todos los ámbitos relacionados con la enseñanza, desde las direcciones de los centros educativos hasta las empresas que les ofrecen sus servicios y las propias familias. Pero no, no tenemos la excelencia, aún queda mucho por hacer. Aunque, más que hablar de un aprobado o un suspenso, lo que tenemos que pensar es que no estamos progresando como lo hace nuestra salud o como nuestro planeta nos demanda. Por eso, es necesario todavía tomar conciencia y acelerar los cambios que se necesitan.

Un paso necesario sería, por tanto, concienciar a los niños de que la sostenibilidad pasa también por la alimentación, ¿no es así?

Así es, cómo decíamos, las primeras etapas de la vida son claves en nuestra definición como personas: cómo somos, cómo nos comportamos, nuestra personalidad y nuestra visión del mundo se configuran en estas etapas. Si conseguimos transmitir y fijar el mensaje de que nuestras acciones, por pequeñas que nos parezcan, tienen un impacto positivo o negativo en el mundo en el que vivimos, ya hemos conseguido algo importante.

En el caso de la alimentación, es fundamental que entendamos que aquello que comemos tiene un impacto importante en nuestro presente y futuro, desde nuestro bienestar y salud personal hasta el de nuestra sociedad y entorno. La alimentación es un acto cotidiano que tiene innumerables consecuencias y, además, vamos a comer muchas veces a lo largo de nuestra vida. Por ello, ¿no sería interesante saber qué futuro nos estamos construyendo con cada decisión? Ser conscientes de esto es el primer paso y la infancia es la mejor etapa para despertar una conciencia que nos acompañe toda nuestra vida.

¿Cómo podemos llegar a conseguir esta educación alimentaria sostenible en un centro escolar?

En primer lugar, la base de una buena alimentación empieza en la educación. Es innegable. Entre las medidas que podrían tomarse, por ejemplo, estarían:

  • Incluir clases de cocina, que podrían tomar muchas formas, aunque lo ideal sería que estas clases estuviesen enfocadas a mejorar las habilidades de cocina con el objetivo de hacer alimentos como los vegetales mucho más atractivos y concienciar a los más jóvenes sobre la importancia de la alimentación en nuestra salud y en la de nuestro planeta.
  • También sería interesante ayudarles a entender lo que está comiendo cada uno, por ejemplo, enseñándoles a leer una etiqueta de un producto, más allá de los mensajes publicitarios. Además, sería bueno que entendiesen los procesos de producción y el origen de los propios alimentos.
  • Y, por supuesto, tener una buena disponibilidad de comida real en el entorno de las escuelas: desde menús saludables y sostenibles en los comedores hasta la sustitución de todos los ultraprocesados por comida real y buenos procesados en las máquinas de vending de los institutos y colegios.

Así, la educación debería tener como objetivo empoderar a las personas también en el ámbito de la alimentación y el consumo, conociendo nuestro derecho a una alimentación saludable y las consecuencias de nuestras decisiones como consumidores, tanto las negativas como las positivas. De hecho, desde el movimiento Realfooding, siempre hemos creído en que nuestras decisiones y preferencias en la compra sirven para cambiar poco a poco el sistema alimentario, para hacerlo más sostenible y saludable.

El desperdicio de alimentos, por ejemplo, también sería una buena medida para educar en sostenibilidad, ¿se puede reducir en los colegios?

El desperdicio de alimentos es, en gran parte, consecuencia de una falta de adecuación y de ajuste en la oferta de menús y platos. Y, más allá de una buena previsión en la compra de las materias primas, este desajuste, a veces, tiene que ver con alimentos que no están bien elaborados, el abuso de productos de baja calidad en los menús y el mal sabor que los niños y las niñas rechazan. Se pueden elaborar perfectamente menús con productos frescos y de temporada que sean, a su vez, sabrosos para los más pequeños.

Si el trabajo en los colegios es, por tanto, posible, ¿en casa también debería serlo no? Al fin y al cabo, un lugar es la continuación del otro.

Sí, en este caso, la creación de buenos hábitos es lo fundamental, siempre desde la flexibilidad y sin prohibir nada. Se trata de que las niñas y niños entiendan qué es recomendable comer si quieren estar sanos y, además, cuidar el planeta. Por eso, las familias juegan un papel muy importante, ellos son los que construyen el marco de referencia de los más pequeños. Se trata de priorizar una alimentación basada en comida real y minimizar su exposición a los ultraprocesados en el hogar.

Cuando hablamos de comida real, nos referimos a los alimentos de temporada y proximidad, mínimamente procesados, es decir: verduras, hortalizas, frutas frescas y frutos secos, legumbres, pescados y mariscos, los tubérculos, cereales integrales, el huevo y las carnes frescas, también la leche fresca, especias o semillas.

Pero también hablamos de buenos procesados, que serían alimentos reales con un procesamiento mínimo, muchas veces artesanal y beneficioso que, básicamente, consiste en la adicción o retirada de algún compuesto o ingrediente, así como la aplicación de algún proceso mecánico con el fin de hacerlo más seguro, duradero, agradable o cómodo. En ningún caso, serían productos con grandes cantidades de harinas refinadas, azúcares o aceites refinados. Dentro de estos buenos procesados podríamos incluir multitud de productos como el aceite de oliva virgen extra (AOVE), leche UHT, yogures y lácteos fermentados (kéfir, quesos, leches fermentadas), derivados de cereales integrales (pan y pastas), chocolate negro o cacao en polvo sin azúcares añadidos, verduras en conserva, congeladas o envasadas, legumbres en conserva y pescados en conserva, entre otros.

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