Cómo superar la 'depresión blanca' en Navidad

También conocida como tristeza navideña, suele diferenciarse de la depresión por su estacionalidad. Es importante detectarla porque puede ser la señal de que la persona no está pasando por un buen momento.

Por Nuria Safont

La tristeza navideña, esa sensación de melancolía que parece cobrar protagonismo en Navidad, puede afectarnos a todos. "En la mayoría de los casos, la llamada depresión navideña, tristeza navideña o Christmas blues, no se considera una entidad clínica significativa. Podríamos compararla con otros síndromes clínicos como el síndrome postvacacional. En sí misma, la tristeza navideña no sería un problema, pero sí podría ser un indicador de que alguien está pasando por un mal momento", explica el Dr. Xavier Fàbregas, director médico de Mas Ferriol y especialista en adicciones y salud mental.

"Es importante destacar que en momentos sociales como las festividades, podemos detectar cosas que antes pasábamos por alto al no estar en contacto cercano con algunos familiares o conocidos", indica. Por ejemplo, podemos reconocer que alguien sufre un problema con el alcohol si pierde en control en una fiesta, o sospechar que un familiar o amigo está pasando por un mal momento si rehúsa participar de las fiestas. 

Los síntomas, que incluyen evitación de eventos sociales, irritabilidad y sentimientos y emociones que puede abrumar, tendencia a aislarse o problemas con sustancias adictivas. 

Aunque la tristeza navideña comparte síntomas comunes con la depresión, esta se distingue por su temporalidad y su relación directa con las festividades. La presión social y la sensación de rechazo asociada con las celebraciones son características únicas que pueden marcar la diferencia en la forma en que se aborda y comprende.

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¿Por qué se produce la tristeza navideña?

"Aunque puede considerarse un malestar pasajero para muchos, la tristeza navideña a veces actúa como una señal de alerta. La temporada festiva, repleta de expectativas sociales y presiones, puede actuar como un desencadenante para aquellos que ya están lidiando con otros problemas, tanto relacionados con el estado del ánimo como otro tipo de dificultades. Es una especie de lente social que puede revelar situaciones ocultas, desde adicciones hasta tensiones familiares, que a menudo pasan desapercibidas en otros momentos del año", explica el  Dr. Xavier Fàbregas.

La comercialización excesiva y la competencia por tener las festividades más espectaculares pueden contribuir al malestar. La presión consumista, desde la compra de regalos hasta la organización de eventos, ha transformado la esencia de la Navidad en algo más comercial que espiritual. Este cambio puede hacer que aquellos que no se sienten cómodos con esta dinámica se vean aún más fuera de lugar.

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¿A quién afecta?

La tristeza navideña no discrimina y puede afectar a cualquiera, pero hay grupos que parecen más vulnerables. Normalmente, identificamos tres grupos de personas que pueden experimentar una mayor tristeza durante las festividades navideñas. Estos son:

  1. Personas con problemas preexistentes: aquellas que ya padecen de depresión o ansiedad pueden sentirse aún peor debido a la presión asociada a la celebración de estas fechas. La necesidad de interactuar más con los demás y la falta de disposición pueden contribuir a su deterioro emocional.
  2. Personas que han sufrido pérdidas recientes: este grupo incluye a aquellos que han experimentado la muerte de un ser querido, la ruptura de una relación o tienen hijos estudiando fuera y no podrán reunirse en Navidad. La sensación de ausencia, especialmente en Nochebuena, puede dificultar la adaptación a estas ausencias y generar tristeza.
  3. Personas que no disfrutan de la Navidad: existe un tercer grupo conformado por aquellos a quienes simplemente no les gusta la Navidad. Aunque esta preferencia es tan legítima como cualquier otra, la presión social para celebrar las fiestas, participar en eventos y encuentros, así como las comidas de empresa, puede generar malestar en estas personas. Por lo tanto, es probable que aquellos que no aprecian directamente la Navidad sean quienes experimenten dificultades emocionales durante estas fechas.

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¿Qué impacto tiene en nuestras relaciones?

"En el ámbito de las relaciones personales, la falta de comprensión o empatía puede dar lugar a discusiones y malentendidos. Por ello, es de vital importancia poder comunicar nuestras experiencias, ya que eludir este paso puede desencadenar problemas familiares, disputas y reproches que podrían haberse evitado con una explicación clara. A veces, rechazar una invitación de un pariente por no tener ganas de fiesta puede resultar en malentendidos que podrían haberse resuelto con una comunicación efectiva", señala el especialista en salud mental. 

Por ello, "es esencial poder expresar que no nos sentimos alineados con la alegría artificial promovida por los anuncios de perfumes, los de turrones y los villancicos de los grandes almacenes. En este contexto, puede ser necesario hacer un esfuerzo por explicar nuestras emociones y estados de ánimo, una práctica que deberíamos realizar a lo largo del año. Autoanalizarnos y compartir nuestras experiencias con los demás puede fomentar la comprensión y la empatía, permitiéndonos recibir apoyo cuando sea necesario y proporcionándonos el espacio necesario para la reflexión", añade. 

Asimismo, no hay que olvidar la necesidad de cuidar las relaciones sociales, ya que estas desempeñan un papel crucial en el bienestar psicológico. Mantener una red social sólida, cultivar amistades y mantener relaciones positivas con la familia son factores protectores para la salud mental, tanto en Navidad como a lo largo de todo el año.

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Estrategias para evitar la tristeza navideña

Existen estrategias efectivas para enfrentarnos a la presión social de participar en la alegría navideña cuando internamente no se comparte ese mismo sentimiento: 

  1. Cambiar de entorno: optar por ir a otro lugar durante las festividades es una estrategia altamente efectiva. Muchas personas eligen aprovechar estas fechas para ir a la nieve o realizar un viaje, evitando así participar en celebraciones que no les resultan atractivas. Esta opción es cada vez más aceptada socialmente, dado que las festividades ofrecen diversas formas de celebración que se adaptan a diferentes preferencias.
  2. Establecer niveles de participación: es fundamental establecer el grado de participación que consideremos más adecuado, entendiendo que ni la participación total ni la nula son las opciones ideales. Planificar implica seleccionar eventos de manera selectiva y esforzarse por mantener una actitud positiva durante el tiempo que decidamos participar. La clave radica en encontrar un equilibrio que evite extremos, ni ser el aguafiestas ni disimular excesivamente.
  3. Enfocarse en el significado personal: reconocer que las festividades pueden tener importancia cuando se comparten con niños o personas mayores que quizás no estén presentes en futuras navidades. Cuidar de estos colectivos, compartir la ilusión con los más pequeños o disfrutar de la compañía de seres queridos mayores, puede aportar un propósito más allá de la propia incomodidad, aliviando así la sensación de obligación.
  4. Generosidad y cuidado hacia los demás: la generosidad y el cuidado hacia los demás pueden ser elementos que alivien el malestar durante estas fechas. Hacer algo por los demás, ya sea ayudando en la preparación de celebraciones o compartiendo momentos con aquellos que apreciamos, puede mitigar la incomodidad personal.
  5. Participar a un ritmo propio: no es necesario participar con el mismo entusiasmo que quienes ven estas festividades como la mejor época del año. Es importante recordar que todos tenemos nuestros momentos y no hay una obligación de igualar la emoción de los demás. Establecer un grado de participación que se sienta cómodo es aconsejable.
  6. Administrar fuerzas y tiempo: seleccionar cuidadosamente los momentos y las maneras en que participamos es crucial. Es preferible ir durante algunas horas y regresar en otro momento que someterse a estar presente todos los días, sin descanso, y sintiéndose cada vez menos capacitado para participar activamente. La administración de fuerzas y tiempo es esencial para preservar el bienestar personal.

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