DÍA MUNDIAL DE LA SALUD MENTAL

¿Qué señales pueden indicar que estamos sufriendo una recaída en una depresión?

Coincidiendo con el Día Mundial de la Salud Mental, una experta nos explica que puede consistir solo en la aparición de alguno de los síntomas que se consideraban superados después de un periodo de mejoría, pero no tienen por qué ser todos ellos de nuevo y con la misma severidad del principio del diagnóstico

Por Pilar Hernán

Los datos no dejan lugar a la duda: los trastornos de salud mental más comunes, como la depresión y los trastornos de ansiedad, han experimentado un aumento en su prevalencia en los últimos años. Por eso, queremos poner el foco, en un día como hoy en el que se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental, en la depresión y, más concretamente en la posibilidad de recaer de esta dolencia. “Aunque la tristeza sea una emoción adaptativa esta puede instalarse en nuestras vidas de forma continuada y dar origen a lo que conocemos como depresión. La función positiva de la tristeza, aunque no nos guste experimentarla, ayuda a enfriar el cuerpo y nos obliga a parar. De esta manera, desde la quietud, reflexionamos sobre algo que nos ha hecho daño o no nos ha gustado, ya sean personas o situaciones. Deja de ser funcional y pasa a considerarse trastorno cuando la mayor parte del tiempo se muestra este estado de ánimo, llegando a ser invalidante para la vida diaria. Se ven afectadas las ganas de diversión u ocio, el sueño, el apetito o el peso corporal”, nos comenta Silvia Ortiz, psicóloga del Centro Médico Vithas Alzira y el Hospital Vithas Aguas Vivas.

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¿Es habitual que existan recaídas en procesos como la depresión?

Le planteamos la duda a la experta que nos explica que la curación en esta patología no tiene una evolución lineal, esto tampoco debe entenderse como que una recaída nos lleva a volver a empezar desde 0. “Puede consistir solo en la aparición de alguno de los síntomas que se consideraban superados después de un periodo de mejoría, pero no tienen por qué ser todos ellos de nuevo y con la misma severidad del principio del diagnóstico”, nos dice.

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Señales de una recaída

Teniendo esto en cuenta, nos preguntamos cuáles son las señales que nos pueden alertar de que está habiendo una recaída. “Las señales tendrían su origen en los síntomas residuales de la enfermedad”, nos cuenta la psicóloga, que los detalla a continuación.

  • A nivel cognitivo, observaríamos una mayor dificultad para mantener la atención o la concentración, algunos lapsus de memoria y una incapacidad considerable para la toma de decisiones.
  • A nivel conductual, alteración del apetito, nerviosismo e intranquilidad no justificada o aletargamiento.
  • A nivel emocional, tristeza opresiva sin explicación aparente, sentimientos de inutilidad o incluso de querer desaparecer.

En opinión de la experta, habría cierto retroceso en la mejoría alcanzada, por lo que sólo los que hayan podido observar de cerca la evolución del proceso serán los que puedan de nuevo activar las alarmas. Los signos previos al diagnóstico inicial serian nuestra herramienta de evaluación para comprobar de qué magnitud puede llegar a ser la recaída actual que se presenta.

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Factores de riesgo para una recaída

¿Qué factores de riesgo pueden influir en que se produzca una recaída en un proceso depresivo? La experta nos cuenta que, teniendo en cuenta que cada paciente presenta unas características personales distintas, ninguna depresión es igual, sí que pueden llegar a ser factores comunes los siguientes:

  • Sueño poco reparador, bien por cantidad o calidad del mismo.
  • Una nueva situación de pérdida.
  • Conflictos entre/con seres queridos no resueltos y mantenidos en el tiempo.
  • Situaciones desagradables que pueden dañar el autoconcepto de la persona.
  • Circunstancias estresantes, cambios de domicilio, eventos sociales, problemas económicos…etc.
  • Uso de tóxicos, alcohol o medicamentos no prescritos.
  • Cambios estacionales u hormonales.
  • Abandonar el plan médico de intervención.

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¿Cómo afronta el paciente esas posibles recaídas?

Lo primero que nos dice la psicóloga al respecto es que hay que aceptar que la situación e recaída puede ser parte del proceso de la enfermedad. “Cuanto antes demos este paso antes podremos poner en marcha los recursos aprendidos o trabajados en el profesional durante la evolución de la enfermedad. Para ello rescataremos las estrategias que nos funcionaron en el pasado. Si se trata de situaciones novedosas intentaremos contactar lo antes posible con nuestro profesional de referencia, hasta que esto sea posible, buscar el apoyo de familiares, amigos o vecinos”, nos explica.

Cuando hay una recaída, ¿toca volver a empezar de nuevo o ya llevamos camino recorrido? “No necesariamente, tendremos que discriminar primero si estamos ante situaciones inesperadas o seguimos conectados a través del residual con los desencadenantes del origen de la patología. Siempre nos va a servir el camino andado, si no todo al menos una parte de ello”, explica la experta.

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Prevenir las recaídas

Es importante valorar qué estrategias tenemos a nuestro alcance para tratar de prevenir esas posibles recaídas. “El mejor regulador lo encontramos en el mantenimiento de hábitos y rutinas saludable. Hay que ser comprensivos con nosotros mismos y eso incluye aceptar que podemos tener pensamientos negativos. Una forma de gestionarlos seria poder escribirlos o comentarlos con alguien de confianza para nosotros. También hay que  intentar estar centrados en el presente, en nuestro momento actual, sin dejar demasiado espacio a las probabilidades de que ocurra algo negativo en nuestro futuro o que se nos cuelen acciones culposas de situaciones pasadas. Ajustar nuestras metas a nuestra situación actual, reconociendo nuestras limitaciones”, sugiere la psicóloga, que explica que lo más costoso es aceptar que la incertidumbre forma parte de nuestra vida diaria, hay que adaptarse a los cambios. Así, detalla que es recomendable participar en actividades gratificantes para nosotros, sean del tipo que sean… yoga, pintura, talleres de cocina, grupo de senderismo, restauración de muebles, lectura… etc. Todo aquello que pueda hacer que nos sintamos mejor y recargue nuestros días de energía.

“La mejor prevención es seguir utilizando todo aquello que sirve, sin suponer que como ya estoy bien puedo dejarlo, hay que entender que es precisamente eso que hacemos es lo que nos hace estar bien, por lo que no dejo de emplearlo”, concluye.