De Marilyn Monroe a Pamela Anderson: es hora de dejar de hablar de 'dumb blondes' o 'rubias tontas'

Adiós al menosprecio y hola al empoderamiento. Analizamos cómo los últimos estrenos cinematográficos nos ayudan a reformular la manera en la que empleamos el lenguaje y su repercusión en los roles de género.

Por Paula Martíns

"Siempre esperé que surgiera algo que me permitiera hacer cosas que generasen interés más allá de mi cuerpo”. Estas palabras que pronuncia Pamela Anderson en el recién estrenado documental de Pamela Anderson: A Love Story, de Netflix, son tan solo una reiteración más de todas las veces que ella misma pidió a diferentes entrevistadores que no hablaran solo de su físico. La que fuera conejito Playboy y la protagonista más afamada de la serie Los vigilantes de la playa nunca rechazó comercializar con su imagen siempre y cuando ella cediera el permiso (no como sucedió con su cinta sexual privada que le robaron), pero sí, con pleno derecho, quiso ser tratada siempre como algo más allá de un maniquí e icono sexual

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-La faceta que pocos conocen sobre Marilyn

Porque Pamela (aviso: spoilers) era hija de una camarera y de un jugador de póker. Vivió en el seno de una familia que se alimentaba a base prestaciones sociales, fue abusada sexualmente por una niñera durante más de tres años, la violó un chico cuando ella tenía tan solo doce, y vivió tantas historias de amor tormentosas como casi matrimonios contrajo. Aun así, esa chica a la que tiñeron el pelo de rubio nada más entrar en la mansión Playboy para que cumpliera los cánones eróticos del momento, luchó contra viento y marea para ganar dinero y comprarle una casa a sus padres, para alimentar a dos niños y, también, para que se hiciera justicia frente a un robo de su vídeo íntimo que, no solo circuló por los medios de comunicación como la pólvora, sino que además le dejó traumatizada y endeudada de por vida. No fue suficiente: para colmo, volvió a salir a la luz en otra miniserie reciente, Pam & Tommy. Pero Pamela Anderon estuvo toda su vida tachada de dumb blonde, o lo que en español traducimos como 'rubia tonta'. 

No fue la única: Marilyn Monroe, sobre quien recientemente también se estrenó la película Blonde con Ana de Armas en su papel, también fue otra de las mujeres cuya inteligencia ni siquiera se cuestionó, sino que se rechazó, porque como vendía menos que su cuerpo, nunca a nadie le interesó. Ella también superó situaciones dramáticas en su vida, trabajó día y noche para convertirse en una gran actriz y, por lo que hemos podido saber, además era una apasionada lectora de nombres como Oscar Wilde, Colette o Aristóteles. Incluso fue amiga de Albert Einstein. Pero en vida, Monroe era consideraba una de las rubias más sexis de todos los tiempos, y también, una de las más tontas. Y es que estos casos reales no son más que el reflejo de lo que vemos también en innumerables producciones de ficción: Amanda Seyfried en Chicas malas, Cameron Díaz en Algo pasa con Mary o Reese Whiterspon en Una rubia muy legal, entre otras muchas. También fuera de pantallas, otro de los ejemplos contemporáneos que recientemente denunció esta connotación en uno de los podcast de Archetypes de Meghan Markle, fue Paris Hilton.

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-Cómo pueden afectar los roles sociales a tu autoestima

Origen del término 'dumb blonde'

Pero, ¿cuándo se empezó a asociar a las mujeres rubias con la falta de inteligencia? Es difícil datar una fecha concreta, pero todo apunta que fue durante el siglo XIX, cuando este color de pelo comenzó a tomar popularidad entre las mujeres que comenzaban a preocuparse por su estética y a querer innovar en su imagen. Como todavía sucede a día de hoy, la superficialidad que baña al sector de la moda y la belleza parecía ser incompatible con la intelectualidad, por lo que toda mujer que se preocupara en exceso por mantener su melena rubia era considerada una dumb blonde o lo que viene a ser también casi lo mismo, una bimbo.

La existencia de estos dos términos despectivos, el empleo que hemos hecho de ellos y la manera en la que los hemos trasladado a la representación cultural y mediática no han hecho más que crear y reforzar los estereotipos de género negativos. Refuerzan la creencia de que la belleza y la inteligencia son excluyentes y limita el potencial y las oportunidades laborales, pero también sentimentales de las mujeres. A nivel profesional, son excluidas de ciertos trabajos por considerarse que encajan solo en un rol determinado, pero a nivel personal, como la misma Pamela cuenta en su documental, también se ven limitadas, ya que quienes les acompañan y forman parte de su entorno piensan que esa imagen se corresponde también con la que proyectan en su intimidad. 

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El lenguaje puede condicionar nuestra autoestima

Las consecuencias de ser considerada una dumb blonde pueden llegar a afectar directamente sobre la autoestima de muchas mujeres. Sobre esto nos habla la experta en comportamiento humano, coach y mentora para directivos y líderes organizacionales, Inma Brea: "Puede que la persona sí se considere inteligente e ignore este término, o que, por el contrario, tenga problemas de autoestima. Sea como sea, si alguien metiera el dedo en una herida ya abierta fomentará el diálogo interno negativo con el sufrimiento que ello conlleva, mermando su autoconfianza o, incluso, provocando problemas psicológicos importantes. Nunca sabemos el daño que podemos estar haciendo a alguien con comentarios superficiales".

A veces el daño que nos generan las palabras y frases despectivas pueden llegar a pasar desapercibidas por estar normalizadas. No obstante, no significa que no exista. Y si esto pasara y fuéramos una de nosotras mismas las que lo sintieran, es decir, las que vieran su autoestima dañada por sentirse infravaloradas, Inma Brea aconseja pensar en nuestras verdaderas cualidades, valorarlas y asimilarlas: "Si de alguna manera dudas de tu intelecto, puedes poner otros valores por encima de este, como el de ser comprometida, creativa, colaboradora o tener habilidades para las relaciones. Se trata de buscar datos concretos que confirmen que eres inteligente y así puedas tener un contra argumento cuando los pensamientos negativos aparezcan". 

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Ahora que el tema vuelve a estar sobre la mesa de debate y que son muchas las que ya se están rebelando contra el mismo, cambiar la forma en la que nos comunicamos resulta una tarea esencial en nuestro día a día. Que el lenguaje condiciona nuestra forma de pensar es una evidencia, por lo que en su lugar es recomendable comenzar a eliminar las palabras despectivas de nuestro pensamiento y empezar a sustituirlas por otras más respetuosas.

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Ni el género, ni el origen, ni las condiciones físicas deberían ser obstáculos en el crecimiento humano, pero como nos hemos educado en un sistema que los ha fomentado, está en nuestras manos cambiar la situación y tomar conciencia. Como explica la experta: "Para el cerebro, un estereotipo es un atajo para clasificar a una persona. Para revertir esta tendencia debemos ser conscientes y observadores de nuestros pensamientos y reacciones, porque al vivir en una sociedad estresada y con demasiados estímulos activamos el 'piloto automático' y con ello, estos atajos. Sin embargo, la cantidad de juicios que emitimos sobre los demás es directamente proporcional a la cantidad de juicios que tenemos sobre nosotros mismos. Así que por ahí podríamos empezar a reeducar al cerebro".