En estas semanas previas a las vacaciones, no son pocas las personas que se ponen manos a la obra para cuidar más su alimentación, tratando de mantener su peso bajo control. Y una de sus preocupaciones, al margen de tener la báscula a raya es evitar el temido efecto rebote, que nos lleva a recuperar parte de los kilos perdidos, lo cual nos hace caer en el desánimo.
¿A qué se debe el efecto rebote?
“El efecto rebote se basa en una mala gestión que hace nuestro cuerpo de la ingesta, tras un periodo de reducción calórica. Es decir, tras haber estado un periodo de tiempo a dieta con un número “x” de calorías consumidas, pasamos a una ingesta mucho más elevada sin transición y nuestro cuerpo no sabe 'gestionar' correctamente esas calorías. ¿Por qué? Por el gran poder de adaptación que tiene nuestro organismo. Cuando restringimos calorías, obligamos a nuestro cuerpo a utilizar las reservas energéticas almacenadas como fuente de energía, y él mismo, si ve que este periodo se alarga en el tiempo, va adaptando su metabolismo a esas calorías consumidas. Es decir, empieza a gastar un poco menos de energía en todas sus funciones. De ahí que para grandes pérdidas de peso, la pérdida de grasa ha de ser estratégica, y por periodos”, afirman los expertos del método Lev.
“Cuando nos sometemos a una dieta, saludable o no, estamos durante un tiempo administrando al organismo menos calorías para obtener un balance negativo entre ingesta y demanda. En general, cuando se consigue el peso objetivo se abandona la dieta, pero el paciente no ha adquirido un hábito saludable de alimentación, por lo que pasado un tiempo vuelve a los hábitos nocivos que le hicieron ganar peso. De ahí que el 95 % de las personas que se someten a una dieta fracasan por no realizar un abordaje multidisciplinar en su objetivo de bajar peso”, nos cuentan por su parte el doctor Gontrand López-Nava, de la Unidad de Endoscopia Bariátrica del Hospital Universitario HM Sanchinarro de Madrid.
Lee también: Adelgazar sin ponerse a dieta, ¿es posible?