Miguel Bosé recuerda la difícil relación con su padre y el safari que casi le cuesta la vida cuando era un niño

El cantante publica el 10 de noviembre sus memorias, un libro titulado 'El hijo del capitán trueno' del que mostramos un extracto

Por hola.com

Es uno de los cantantes más reconocidos de nuestro país y desde su nacimiento ha convivido con la popularidad al formar parte de una importante saga de artistas que tenían en su círculo de amistades a personalidades como Pablo Picasso o Ernest Hemingway. Pero al cumplir los 65 Miguel Bosé ha decidido dar más detalles de su historia y narrar en primera persona los aspectos más desconocidos de su vida así, los momentos que le han marcado y la difícil relación que tenía con su padre. Lo hace a través de El hijo del capitán trueno, unas memorias que se publicarán el próximo 10 de noviembre y de las que mostramos un extracto en el que el ganador de una Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y de la Medalla Internacional de las Artes de la Comunidad de Madrid relata un episodio clave que ocurrió cuando tenía diez años. El hijo de Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé narra cómo el viaje que hizo con su padre a Mozambique supuso un punto de inflexión tanto en él como en su familia, que nunca volvió a ser la misma.  

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El intérprete de temas como Amante bandido, Linda o Don diablo se traslada a su infancia para recordar que pasaba los fines de semana dando clases de equitación y en una de esas lecciones le contó a su padre que su caballo se llamaba Tiberio como el segundo emperador de Roma de la dinastía Julio-Claudia, un dato con el que el diestro se dio cuenta de la pasión de su hijo por la lectura. "¿Y cazar?¿Por qué no te gusta cazar? Si no te gusta cazar, ni pescar, ni nada de esas cosas... dime tú cuándo voy a estar yo con mi hijo. ¡Tiene que gustarte, Miguelón! Tienes que hacerme el favor de que te guste o voy a empezar a pensar que no eres mi hijo, porque de mí, por ahora, que yo sepa, no has sacado nada... Mira, Miguelón, los hombres tienen que hacer cosas de hombres entre hombres, como las mujeres hacen las suyas entre ellas, ¿lo entiendes? Montar a caballo, ir de cacería, pescar y más adelante otras que ya te iré contando. Estoy deseando que cumplas doce años para que te fumes el primer cigarro, ¡coño! El año que viene, si te entrenas con el rifle, bien pero que bien., te llevo de safari un mes entero, tú y yo solos, a la selva de Uganda o a Mozambique", le dijo Luis Miguel, que era tío de Carmen Ordóñez.

Un año después de esa conversación, a mediados de junio de 1966, Bosé, que por entonces tenía diez años, y su padre se fueron de safari a Mozambique durante un mes haciendo escala en Lisboa. Su madre le entregó un cuaderno y un bolígrafo para escribir su propio diario de esa aventura africana que lo cambió para siempre. "El doctor don Manuel Tamames entregó a mi padre un frasquito con unas píldoras chiquitas y le explicó que era quini na y que debíamos tomar una cada quince días, es decir, tan solo dos más aparte de la que tocaba al subir al avión, tres en total, y 'que no se te olvide Luis Miguel, son contra el paludismo, y me da igual si tú no te las tomas, pero al niño se las das religiosamente o te mato'. 'Que sí, que sí, que no te preocupes Manolo, que no se me olvida, cómo se me va a olvidar, tan irresponsable no soy', le aseguró mi padre. 'Te lo advierto, que como el niño se enferme, se nos va, y te estoy hablando muy en serio, se nos muere'. Y le miró muy de frente, sin cara de broma. Nada más subirnos al avión, mi padre se metió las pastillas en el bolsillo y no sé qué haría con ellas, pero jamás me dio ninguna", escribe el cantante sobre esos primeros minutos de viaje.

A los pocos días de llegar, Miguel Bosé recuerda que fueron a cazar hipopótamos y que le picaron muchos mosquitos. "Fue ahí donde, con toda seguridad, agarré el paludismo, lo que hoy se conoce por malaria. Y sin pastilla de quinina, que mi padre no me diera por descuido y olvido, la enfermedad fue lentamente incubándose y para mediados del segundo campamento, en el que nos cruzamos con la tía Paquitina y el tío Fausto, los Blasco de Madrid, también de safari, yo ya estaba visiblemente enfermo". El viaje fue avanzando y Miguel recuerda que una de las caminatas se desplomó, sudando, tiritando y frío: "Recuerdo entreabrir los ojos y ver a mi padre en pie junto a mí, a contraluz, reanimarme con la punta de su bota y decirme: 'Venga, no seas nenaza, levántate y camina como un hombre y déjate de mareos o te vas a enterar lo que es uno de verdad del tortazo que te voy a meter, y basta ya de tonterías' [...] En ese preciso instante, me rendí para siempre. Entendí que nunca conseguiría estar a la altura de sus expectativas, que él nunca estaría orgulloso de mí porque era débil, que nunca iba a quererme, que yo no era el hijo que él esperaba que fuera"

Según avanzaba su estancia en África, el cantante recuerda que sufría violentas diarreas que comenzaron a deshidratarle y que en una de sus visitas a la letrina del campamento le picó un alacrán por el que necesitó morfina. Gracias a este medicamento tuvo un alivio pero fue solo temporal ya que días después, cuando regresaron a España, volvió a encontrarse mal. "En el salón de llegadas del aeropuerto de Barajas, mi madre nos estaba esperando. Jamás olvidaré la cara que puso al verme. Descompuesta. No tuve fuerzas para correr a abrazarla. Me fui a Mozambique pesando treinta y muchos kilos y lo que volvió de mí no llegaba a los quince. Tenía la piel adherida a los huesos como un niño de Biafra. Amarillo hiel, de labios cuarteados y enormes ojeras moradas descolgando de dos ojos hundidos y brillantes, llevaba los pantalones cortos atados a la cintura con un pedazo de cuerda que debieron de darme allá, en algún campamento, para que no se me cayeran. Ya estaba gravemente enfermo. Mi madre entró en un ataque de angustia y de ansiedad", escribe.

La convalecencia y la separación de sus padres

Miguel Bosé explica que el siguiente recuerdo que tiene es él en su cama con paños fríos. "Yo dormía y vomitaba, algunas veces sangre, y en una de esas, sentado mientras bebía, caí hacia atrás en convulsiones y quedé inerte, como muerto. Había entrado en coma. No sé cuánto tiempo quedé en aquel estado, nadie se acuerda bien. A mi familia debió de parecerle un siglo, a mí no más de diez minutos [...] De repente abrí los ojos y les vi a todos, ahí de pie, rodeando la cama. La Tata se echó las manos a la boca y estalló en llanto y mi madre fue detrás. Mis hermanas, a quienes desde mi llegada no había visto, también, agarradas a la Rosi. El doctor Tamames, su amiga Marita y el doctor Jaso, nuestro pediatra de siempre, también lloraban abrazándose y congratulándose. Jaso exclamó: ¡Os lo dije, os lo dije, es paludismo, lo que tiene es paludismo!".

El cantante recuerda que al empezar a tomar quinina las fiebres empezaron a remitir pero que la convalecencia fue larga, siguió débil mucho tiempo y pasó el verano en una silla de ruedas.. Explica que su padre también enfermó pero se refugió en Villa Paz, lejos de la familia: "Se curó él solo, según fue contando luego, porque como ya se sabe, esos bichos conocen el peligro que corren metiéndose en el cuerpo de un torero. ¿La verdad? Mi madre le echó de casa nada más llegar de África y le dijo que no quería verle en el resto de sus días, y que si al niño le pasaba algo, le pegaría dos tiros". Tan solo unos meses después el matrimonio de Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín, que se habían casado en 1955 en Las Vegas, llegó a su fin.