48 horas en Dubrovnik, la escapada perfecta a la costa croata

Por sus imponentes murallas han desfilado los personajes de Juego de Tronos. Hoy la ciudad croata es un destino que conquista por sus fastuosos palacios, sus playas de aguas cristalinas y sus restaurantes de ostras.

Por JUAN CARLOS RODRÍGUEZ

Dubrovnik es una de las ciudades amuralladas más cautivadoras del mundo. «La perla del Adriático», la bautizó Lord Byron. Fue capital de la poderosa República de Ragusa y hoy es el destino más exclusivo de Croacia. Sofisticada, refinada y culta, su casco antiguo está repleto de palacios aristocráticos, elegantes iglesias barrocas y fortificaciones medievales. En este imponente escenario natural se ambientó el Desembarco del Rey, la capital de los Siete Reinos que aparece en la serie Juego de Tronos. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con una población que ronda los 43.000 habitantes, esta encantadora Atenas de piedra es un destino perfecto para una escapada corta. Recorrer su muralla, pasear por la calle Stradun, visitar sus tiendas de coral rojo, comer en sus restaurantes de ostras o hacer un crucero por las islas Elaphiti son algunos de sus reclamos.

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Dubrovnik cuenta con una amplia oferta hotelera. Situado a pocos metros del Stradun, en pleno corazón de la ciudad, se encuentra el hotel Excelsior (adriaticluxuryhotels.com), un emblemático cinco estrellas que abrió sus puertas en 1913. Desde entonces ha sido refugio de monarcas, políticos y actores. Protegido por la Unesco, en 2017 fue reformado por completo sin perder su aura aristocrática, reflejada en la comodidad y refinado diseño de sus 141 habitaciones y 17 suites asomadas al mar. El hotel cuenta con spa y tres restaurantes donde saborear la gastronomía local con un toque de vanguardia. Destaca su amplia terraza con piscina situada al nivel del mar se contempla la isla de Lokrum. Otras opciones son el Hotel President (valamar.com), el Hilton Imperial (hilton.com) y el Rixos Libertas (all.accor.com).

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DÍA 1

PALACETES Y MONUMENTOS DE LA CALLE STRADUN

Al casco viejo (Stari Grad) se entra por la puerta Ploće, que conserva su puente levadizo, para descender hasta la calle Stradun. Mide 300 metros de largo y divide al barrio antiguo en dos. Debajo de esta populosa avenida transcurría un canal marítimo que fue desecado en el siglo XI. Tras el terremoto de 1667, Dubrovnik comenzó a reconstruirse alrededor de este brazo de mar. Recorriendo esta calle de piedra caliza desde la Torre del Campanario hasta la fuente de Onofre, situada en el extremo occidental, se verán el palacio del Rector, que albergaba los aposentos del príncipe, y el palacio de Sponza, actual sede del archivo estatal. También imprescindibles son la catedral de la Asunción y la iglesia de San Blas, consagrada al patrón de la ciudad.

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TÍPICOS BOLLOS DE HOJALDRE

Camino de las murallas hay que parar en el bohemio café-bar Libertina (Zlatarska, 3) y luego en la pastelería Mlinar (Stradun, 28) para probar un típico bollo de hojaldre relleno de patata antes de llegar a la fuente de Onofre (1438), con su característica cúpula, y beber agua directamente del pilón. Muy cerca está Klarisa (klarisa-dubrovnik.com), un moderno restaurante que fue un convento de monjas clarisas y cuyo patio interior con arcos de piedra se transforma en un animado lounge al caer la tarde.

ASALTO A LAS MURALLAS

Una empinada escalera de piedra nos conduce a las murallas de Dubrovnik, que empezaron a construirse en el siglo XII. La entrada cuesta unos 27 €. Con sus 1940 metros de perímetro, este imponente sistema de defensa incluye 16 bastiones y cinco fortalezas. El recorrido dura 1,5 horas paseando sin prisa, y se hace necesariamente en sentido contrario a las agujas del reloj. Desde las alturas se tiene una vista 360º de la ciudad, con sus típicos tejados de terracota y la ropa ondeando entre balcón y balcón.

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De las cinco fortalezas, las de Minčeta, Bokar y San Juan fueron construidas dentro del perímetro de las murallas, mientras que otras dos, San Lorenzo (Lovrijenac), al oeste, y Revelin, al este, se levantaron extramuros. Elevado sobre un peñasco, el fuerte de San Lorenzo (que Juego de Tronos reconvirtió en la Fortaleza Roja) acoge representaciones teatrales durante el Festival de Verano de Dubrovnik. Sobre la puerta figura el lema de la ciudad: Non bene pro toto libertas venditur auro (la libertad no se vende ni por todo el oro del mundo).

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RESTAURANTE CON ESTRELLA MICHELIN

Tras visitar Gundulićeva Poljana Market (Gundulić Square), un animado mercado al aire libre, pon rumbo al barrio de los balcones para comer en el restaurante Stara Loza (Prijeko ul. 24), reconocible por la vieja parra que adorna la fachada del palacete medieval donde se ubica, el hotel Prijeko Palace (prijekopalace.com). Su pequeña terraza es perfecta para una cena romántica con vistas a los tejados de Dubrovnik. Para los más sibaritas está el 360 Restaurant (360dubrovnik.com), con una estrella Michelin, donde se sirve un menú degustación de 5 platos (116 €) que se puede degustar en la exquisita azotea que se extiende a lo largo de las murallas y la fortaleza de San Juan.

JOYAS DE CORAL ROJO Y CORBATAS DE SEDA

En la tienda de souvenirs Medusa (medusa.com) se encuentran regalos con sello de calidad: ángeles de cerámica, corazones con espejo, trufas de Istria, bordados…  Y si quieres regalar auténtica joyería made in Dubrovnik, ningún lugar mejor que la tienda-taller Clara Stones Jewellery (clarastones.com), situada en el casco antiguo y especializada en coral rojo del Adriático. Su propietario, el joyero de origen milanés Vittorio Ceccarini, ha recuperado la tradición coralina de Croacia elaborando a mano collares, pulseras y brazaletes de originales diseños. En la planta baja atesora caprichos de coleccionista; un auténtico gabinete de las maravillas.

¿Sabes que la palabra corbata procede de croata? En la tienda Croata, junto al Palacio del Rector, podrás conocer la historia de esta prenda, que se remonta a la Guerra de los Treinta Años, cuando las jóvenes anudaban un pañuelo alrededor de su prometido. Además de modelos de diferentes colores, también venden fulares y chales de seda.

CATA DE VINOS Y ACEITES LOCALES

En Croacia hay unas 120 variedades de vino y 30 de aceite. Para catar vinos locales está Enoteca (Prijeko, 28), donde el sumiller da a probar tintos como Dingać y blancos como Traminac. Mientras, en la gastroteca Uje (Ul. Dinka Ranjine, 1) encontrás oro líquido procedente de la isla de Brač.

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PUESTA DE SOL EN BUZA BAR

Para rematar la tarde, nada mejor que tomar una cerveza local en Buza Bar (Crijevićeva ulica 9), una terraza sobre el acantilado a la que se accede por una puerta de la muralla y cuya ubicación es perfecta para contemplar las puestas de sol. Antes de regresar al hotel, acertado será cenar en Posat (posat-dubrovnik.com), un excelente restaurante de pescado y marisco situado junto a la Puerta Pile, donde una cena para dos sale por unas 700 kunas (92 €).

DÍA 2

DEL MUSEO MARÍTIMO AL MUSEO DEL AMOR

En el siglo XVI, Dubrovnik tenía una de las flotas más grandes del mundo, con más de 180 barcos y 4000 marineros. El Museo Marítimo, junto a la fortaleza de San Juan, es perfecto para descubrir el antiguo poderío naval de la ciudad. También puedes visitar el Palacio del Rector, que fue construido como residencia del príncipe y en actualidad alberga el Museo de Historia de la ciudad. Y aunque no se crea en San Valentín, sorprende el Museo del Amor (lovestoriesmuseum.com). Inaugurado en 2018, este espacio acoge una exposición centrada en relatos de amor de personas anónimas y en los objetos que formaron parte de esas relaciones.

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CRUCERO POR LAS ISLAS ELAPHITI

La playa más accesible de Dubrovnik es Banje, cerca del casco viejo. Pero si se quiere descubrir la legendaria belleza de la costa dálmata, hay que embarcarse en un crucero por las islas Elaphiti, un archipiélago de 13 islas de las cuales solo tres están habitadas: Šipan, Lopud y Koločep. Tras nadar en recónditas calas y bucear en misteriosas cuevas, el yate atraca en la primera, la más extensa y alejada de Dubrovnik, a 17 kilómetros. Tranquila y de aguas cristalinas, fue un destino tradicional de familias aristocráticas y está llena de iglesias renacentistas y barrocas. Allí mismo podrás quedarte a comer en Bowa  (bowa-dubrovnik.com), un idílico restaurante repartido en varias cabañas donde sirven pescado fresco, verduras cosechadas a mano y aceite de oliva local.

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CULTIVO DE OSTRAS Y MEJILLONES EN MALI STONE

Al regresar se atraviesa la bahía Mali Ston, una reserva natural que alberga las mayores instalaciones de cultivo de ostras en el Adriático. En la granja Ostryga Ston, el propietario invita a subir a su barco para extraer y seleccionar las ostras y los mejillones que luego se degustan con grappa local. Tras el delicioso ágape la cena se reserva en Ston, un pequeño pueblo con una impactante muralla de 5 kilómetros de perímetro, que está considerada la segunda más grande del mundo, y cuyas calles están llenas de terrazas al aire libre en las que se sirven raciones abundantes de marisco.

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