Los mejores rincones de Estambul para despertar la pasión

El efecto narcótico que produce su sobredosis de exotismo, unido a la magia que le confiere vivir a caballo de dos continentes, la convierte en una de las ciudades más románticas del mundo. Sensual, magnética, cautivadora, recorremos algunas direcciones donde entender por qué la gran joya turca es todo un caudal de inspiración

Por Noelia Ferreiro

Es el lugar donde Europa y Asia cruzan sus destinos, el puente místico entre dos mundos, la encrucijada de Oriente y Occidente. Estambul, la evocadora metrópoli que proyecta sobre el Bósforo su mágico perfil, la ciudad que se enciende en rojo con cada atardecer recortando sus agujas sobre el horizonte brumoso, es la sublimación de la pasión turca. Un enclave cuyo exotismo y sensualidad tiene el efecto del amor eterno.

Magnética y cautivadora, pero también enrevesada y caótica, en sus mezquitas cargadas de opulencia, en sus aromáticos bazares, en su colorido desfile de alfombras y narguiles, de dátiles y pistachos, se mantiene la esencia de aquellos tiempos remotos en los que fue el centro de la civilización. Hoy, cuando las calles son un laberinto frenético y los coches circulan como locos en la que está considerada una de las urbes con peor tráfico del planeta, Estambul recuerda que algún día fue la Bizancio de los griegos, la Constantinopla del Imperio Romano, la majestuosa capital de los sultanes otomanos.

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Por eso, bajo su capa de tradición, bajo los hitos patrimoniales que dibuja el centro histórico de Sultanahmet, se puede descubrir otra cara: la de una ciudad moderna y atrevida, repleta de locales de moda, fabulosos restaurantes y rincones donde entender por qué su belleza inagotable ha sido fuente de inspiración para el cine y la literatura.

UN DESAYUNO ROZANDO LAS AGUAS

Es el que tiene lugar los domingos, de 10 a 14 horas, en Sardunya (sardunyakarakoyyali.com), el restaurante que se asienta en un privilegiado rincón de Karaköy, en la misma orilla del Bósforo, con fabulosas vistas de la ciudad. Es el clásico kahvalti o desayuno típicamente turco (mermeladas caseras, quesos regionales pasteles de perejil…), que el resto de los días adopta la forma de un brunch de riquísimos mezzes, que son esa suerte de aperitivos locales. Al frente de ambos está la joven y talentosa chef Çigdem Coskun. Nada puede ser más delicioso que sus recetas de pescados y mariscos de temporada, sus carnes exquisitas y su platos en los que se cruzan los sabores turcos con las técnicas de la cocina europea. Todo ello y su entorno mágico, acariciado por las aguas del canal, hacen de las mañanas estambulitas una experiencia inolvidable.

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EL MUSEO DE ARTE MODERNO

Conviene también alimentar el espíritu con una dosis de cultura contemporánea en el que es el primer Museo de Arte Moderno (istanbulmodern.org) del país. Situado en la parte europea, en uno de los antiguos almacenes del puerto, este centro de arquitectura rompedora es mucho más que una muestra de la renovación estética que vive la ciudad, en  marcado contraste con su carácter histórico. Es, además, una interesante lección sobre el arte turco desde principios del siglo XX hasta las más flamantes tendencias, incluido el videoarte y los new media. Para ello dispone de un recinto de 8.000 m2 que hasta se han quedado cortos para tanta exposición. Actualmente se construye un nuevo edificio en el mismo emplazamiento.

UN PASEO POR BALAT

Es el barrio hípster de toda ciudad que se precie. Un conglomerado de callejuelas antaño habitadas por griegos y judíos y hoy revitalizadas por un clase joven y desahogada que se empeñó en lavarle las legañas hasta convertirlo en un distrito de moda. Lo que encontramos en este rincón del Cuerno de Oro son fachadas de colores, cuestas pronunciadísimas y pavimento empedrado. Y también tiendas alternativas como Kulis Vintage (Vodina 91/A), comercios de productos orgánicos como Gülümseten Dukkan (gulumsetendukkan.com)  y decenas de cafeterías como Maison Balat (Vodina 50), Gabo (Vodina, 60) o Coffee Department (coffeedepartment.co). Todo muy original y coqueto, carne de cañón de Instagram.

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NAVEGAR POR EL BÓSFORO

No desvelamos nada nuevo, pero se trata de un clásico ineludible. Porque Estambul no es Estambul si no se contempla desde este canal a la caída del sol, con el cielo sangriento reflejado en las aguas. Se puede hacer en los múltiples ferris de línea, pero también en los cruceros turísticos que atraviesan el Bósforo, o en los que incluso añaden una cena a bordo amenizada por la danza del vientre. Y más sofisticado aún es alquilar un barco privado (tooistanbul.com/en/rent-a-boat-in-istanbul/) para una travesía a medida, eso sí, al módico precio de 300 € por dos horas.

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UNA CENA GOURMET

Un colofón perfecto puede ser el homenaje que acontece en Neolokal (neolokal.com/?/en) uno de los más aclamados restaurantes de la ciudad. Homenaje culinario, sí, pero también a los sentidos y a las emociones. Es lo que persigue Maksut Askar, probablemente el chef con mayor proyección de la gastronomía turca. Emplazado en la azotea del Museo SALT Galata, sobre una bonita panorámica, el mismo nombre ya define su concepto: cocina nueva pero a la vez local, es decir, moderna pero con raíces que se hunden en los sabores de la Anatolia, donde se esconden sus recuerdos de la infancia. Se trata de platos elegantes que son auténticas obras de arte. En ellos prima el origen de los productos, la elaboración artesanal y el maridaje con vinos locales con 120 referencias. Todos resultan deliciosos, pero especialmente reseñables son el humus con huevo de codorniz y paisaje de la Anatolia, el pulpo con infusión de lavanda y raki o la lubina marinada con mayonesa de perejil y ensalada de hierbas frescas.