¿Quieres vivir con más serenidad? Estos consejos te serán muy útiles

La psicóloga Patricia Ramírez nos explica en su nuevo libro cómo seguir esa filosofía de vida que nos va a permitir ser más prudentes, reflexivos, amables, con la relación que tenemos con otras personas, con nosotros mismos y con el entorno

Por Pilar Hernán

El estrés se convierte, en no pocas ocasiones, en un compañero de viaje en nuestro día a día. Llega incluso a niveles preocupantes. Vivimos deprisa, buscando conseguir la ansiada sensación de felicidad. A veces toca echar el freno, pararse un poco, buscar algo que no siempre somos capaces de conseguir: la serenidad. Es lo que nos cuenta la psicóloga Patricia Ramírez, 'Patri Psicólog'a, en su nuevo libro Vivir con serenidad. Nos propone 365 prácticas para adentrarnos en una vida en la que seguiremos teniendo momentos de placer y de dolor, pero aprenderemos a vivirlos desde un estado más contemplativo, menos intenso, más flow, más sereno. Y es que apunta que desde la serenidad todo se percibe en otra dimensión. Aprovechando la presentación de su libro, hemos hablado con la experta sobre cómo tratar de conseguir esa anhelada serenidad.

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La serenidad es el eje en torno al que gira su libro, ¿cómo definiría ese estado anhelado de serenidad?

Yo defino ese estado de serenidad no como una emoción concreta en un momento determinado, sino casi como una filosofía de vida en la que tú te vas entrenando para luego poder elegir, porque elegir así de golpe si nunca has sido serena es imposible. Pero si tú te vas entrenando para que cuando lleguen momentos en tu vida que puedan de alguna manera alterarte, o agitarte o generarte emociones que sean incómodas, sepas tomar decisiones o sepas responder de una manera tranquila y paciente. Porque la serenidad no trata de evitar que tú sientas tristeza o dolor. Lo que ayuda es a regular la intensidad de esa emoción incómoda y a no tener un comportamiento controlador con esa emoción, como que quiero que se me vaya, como que quiero que desaparezca, como que yo no puedo estar así, en el que tú te niegas cómo te sientes. Es un estado en el que tú aceptas cómo te estás sintiendo y decides, si haces algo por salir de ahí o simplemente te escuchas. Y al margen de estas emociones incómodas, la serenidad es esa filosofía de vida que nos va a permitir ser más prudentes, reflexivos, amables, con la relación que tenemos con otras personas, con nosotros mismos y con el entorno.

¿Qué estrategias tenemos a nuestro alcance para tratar de conseguir esa serenidad?

Las estrategias son muchísimas, pero básicamente, tenemos que aprender a regular la parte interna, todo lo que se activa en nuestro cuerpo, que muchas veces nos lleva a sentir emociones contrarias, como la impulsividad, la agresividad o la ira. No se trata de negar esas emociones, sino de aprender a gestionarlas. Saber que intervienen en el sistema nervioso simpático, saber cómo responde la amígdala, y realizar ejercicios que ayuden a regular la parte interna, y también aprender a pensar o a elegir pensamientos que nos ayuden también a mantener la calma. Porque la manera que tenemos de pensar influye también en cómo nos sentimos y cómo actuamos. Y en base a esta manera de pensar, de sentir y de autorregularnos, en el libro se ofrecen 365 consejos para entrenarlo.

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En el libro recopila 365 consejos, ¿la idea es ir uno a uno, superando pequeñas batallas y emprendiendo nuevos objetivos?

Se ofrecen 365 consejos, pero no son para trabajar uno a diario. El 365 es algo simbólico porque representa los días del año, pero yo creo que es un libro con el que uno puede estar trabajando 5 o 6 años. La idea es escoger un consejo relacionado con aquello que le motive más a la persona o lo que más necesite. En el libro se trata la serenidad en pareja, la serenidad en las relaciones sociales, relacionada con la autoestima, con la manera que tienes de hablarte, de sentir, con el autocuidado… Cada lectora que elija el área que quiere trabajar y que elija un consejo. Yo haría como una visualización general de todo, y luego ver qué creo que es más sencillo de empezar a trabajar, qué me motiva más, y cuando uno ha trabajado ese consejo, lo ha repetido, lo ha interiorizado y cree que ya forma parte de su repertorio de conductas, pues vamos a por el siguiente. Igual hay gente que trabaja el libro en dos años, y otra gente que tampoco trabaja todos los consejos, porque algunas de las cosas seguro que hay personas que ya las están practicando. La idea es coger un consejo, no al azar, sino dependiendo de tus necesidades o de tus prioridades, entrenarlo hasta que se convierta en un hábito, en algo que forma parte de ti, y luego pasar al siguiente.

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¿Lo ideal es ponerse pequeñas metas, en vez de grandes objetivos vitales?

Yo prefiero ponernos pequeñas metas, porque los famosos baby steps, las pequeñas metas, lo que nos van dando es un refuerzo continuo y nos van hablando bien de nosotros. Una meta pequeñita, que es fácil de conseguir, seguramente nos refuerza, nos devuelve una imagen de nosotros de que somos capaces, de que somos hábiles, de que podemos invertir esfuerzo y al final alcanzamos pequeñas cosas. Porque al final, aunque tú te plantees una gran meta, al final también la vas a tener que subdividir. Si te planteas una gran meta, como aprobar una oposición, o casarte, o tener hijos, o encontrar el trabajo de tu vida, para llegar hasta ahí vas a tener que  establecer pequeñas metas: conocer a alguien que te guste, decidir si tenéis un compromiso, hasta que llegue el momento, por ejemplo, de ser madre. Y en la oposición, por ejemplo, tendrás que hacer una planificación, buscar un preparador, establecer tus horarios… todo eso son pequeñas metas. Aunque todos tengamos al final del camino en nuestro mapa de nuestra vida una gran meta o varias que queramos conseguir, lo ideal es dividirla en pequeños pasos que no solamente nos refuerzan, sino que nos dan información de qué tenemos que hacer. Porque hay veces una gran meta no te da información de cómo tienes que planificarte, mientras que las pequeñas metas son mucho más concretas, y al concretar también te facilitas el entrar en ese modo acción.

Si no los conseguimos, llega la frustración, ¿cómo podemos gestionar este sentimiento tan ligado al ser humano?

Sí, porque la frustración es una emoción natural, que surge cuando tú inviertes un esfuerzo en algo y no lo consigues. Y la frustración nos dice, ‘oye, tienes que cambiar algo’. Es decir, la frustración no tiene que ir de la mano con abandono y tiro la toalla, simplemente nos tiene que llevar a reflexionar, a ver por qué no lo estoy consiguiendo, si es algo complicado para mí, o tal vez no es mi momento vital para hacer esto, o necesito más ayuda de la que imaginaba, o más tiempo, o más formación. Esa frustración tiene que ser para analizar que estamos haciendo, e incluso para analizar si es una meta que yo deseo posponer para más adelante, que tampoco pasa nada. La frustración es una emoción natural que nos tiene que dar información para que nosotros replanifiquemos aquello que deseamos.

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¿Cree que es mejor idea apostar por vivir una vida serena más que por tratar de alcanzar la felicidad, casi a toda costa?

Me encanta esta pregunta, si es mejor ser sereno que ser feliz. Para mí la serenidad es una filosofía de vida y la felicidad es una emoción, ligada a un momento puntual de tu día o de tu momento actual en el que las cosas te vienen a favor, en el que tú estás disfrutando de algo. Pero como la vida tiene esta parte injusta o azarosa, pues hay veces que llegan a tu vida cosas que no te gustan y que te hacen sentir mal. Si tu pareja te traiciona, y te engaña, tú tienes que sentirte mal. No puedes sentirte feliz en ese momento, pero sí es cierto que puedes gestionar ese momento doloroso desde la serenidad. Entonces para mí la serenidad es un estado de la persona con el que decide responder a su entorno, y decide responder en su vida, mientras que la felicidad es un sentimiento, una emoción momentánea, que va a depender no solamente de aquello que tú haces, sino de las cosas que te llegan a la vida. Entonces, yo no apostaría por la felicidad. Yo siempre he dicho que la felicidad no es una farmacia de 24 horas, que esté siempre abierta, sino que son momentos en tu vida. Y yo más que felicidad, en todo caso, si hablamos de algo que se mantenga en el tiempo, hablaría de bienestar emocional, porque una persona, a pesar de que esté atravesando un duelo, un momento duro, o una situación de frustración, puede tener, en general, en su vida, bienestar emocional. Pero la felicidad es algo mucho más concreto y para mí, efímero.

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Tenemos que conseguir aplicar esa actitud serena tanto hacia nosotros mismos como en nuestras relaciones, ¿no es así?

Si entendemos la serenidad como algo estable en nuestras vidas, la tenemos que aplicar hacia nosotros mismos y hacia los demás. Pero no solo hacia nosotros mismos y hacia los demás, sino hacia nuestro entorno, la manera que tenemos de relacionarnos, por ejemplo, con el medio ambiente o con nuestros valores. La serenidad es algo que debe formar parte como de tu código genético, e implica relacionarte con los demás con prudencia, con respeto, con buenas maneras, de una manera reflexiva, prudente. Esto no quiere decir que siempre lo vayamos a conseguir, porque hay momentos en nuestra vida en los que, por lo que sea, se nos juntan tantas cosas que por a pesar de que estemos muy entrenados podemos perder la paciencia y tener un momento irascible, no pasa nada. Es algo muy humano. Pero la serenidad lo que busca es eso, establecer un vínculo sereno, amable, amoroso, con nosotros, con los demás y con el entorno.

¿Es importante seguir todos los consejos que plasma en su libro especialmente en estos tiempos complejos que nos ha tocado vivir?

Ojalá, yo creo que ni siquiera la persona que esté más entrenada en ser serena los sigue. Yo creo que hay un abanico de lo que se puede trabajar. A nivel interno tenemos que aprender a regularnos, y lo podemos hacer con muchos ejercicios, como la relajación muscular, la respiración, la meditación… todos más o menos consiguen lo mismo. Lo que tiene que hacer la persona es elegir el ejercicio que le encaje mejor, con el que se sienta más cómoda. Para trabajar el pensamiento y el autocuidado hay muchas ideas, no hay que hacerlas todas, pero a quien le apetezca lo puede hacer. Lo importante es no tener prisa, trabajar tus cambios de manera paciente para que sean cambios profundos, y no algo puntual. Esto no es la dieta de la alcachofa, que tengamos que conseguir algo en una semana, sino que tengo que generar cambios profundos que me ayuden a vivir la vida con más bienestar emocional.

¿Piensa que tener serenidad implica aceptar también momentos de incertidumbre?

Totalmente, para tener serenidad tenemos que aceptar que la incertidumbre forma parte de nuestra vida. Eso no quiere decir que nos quedemos de brazos cruzados hasta que la solución nos toque a la puerta. Hay muchas veces que en la incertidumbre tenemos aspectos variables que podemos manejar, que dependen de nosotros y que tenemos que controlar. Es decir, lo controlable tiene que estar bajo control, y otras cosas simplemente hay problemas que no necesitan solución, sino que necesitan tiempo, u otro ritmo distinto u otra perspectiva. Ante la incertidumbre es importante mantener la serenidad, porque vivir la incertidumbre desde la ansiedad no te va a convertir en alguien más resolutivo. La incertidumbre no desaparece cuando tú te frustras, cuando pasas miedo, cuando estás inquieta, cuando tienes desasosiego. Al revés, incrementas un nivel de malestar contigo misma que hace que vivas esa incertidumbre todavía peor. Vamos a entrenarnos para que durante la incertidumbre sepamos esperar, aceptar lo que va viniendo e intervenir en aquello en lo que sí que podemos hacerlo.

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Consejos para sentir, pensar y actuar con serenidad

  • Dale un respiro a tu cuerpo. Medita, relaja los músculos, visualízate relajado y sereno, observa y respira, abúrrete.
  • Emociones: el arte de sentir. Aprende a nombre y reconocer tus emociones, atrévete a aceptar tus momentos de felicidad, dibuja tus miedos y decide el valor que quieres darle, recupera la ilusión.
  • Acepta, perdona, agradece. Aprende a perdonar, empatiza, reconcíliate con tu pasado, escucha tu conciencia.
  • Cuida tu autoestima. Reconoce tu vulnerabilidad, admira a otras personas que te enriquecen, alimenta tu confianza, explora tus límites, acepta los cumplidos.
  • Amor a los demás. Haz que tu amor llegue a las demás personas dedica tiempo de calidad a los demás, haz cumplidos, escucha con atención, abraza.
  • Vivir en pareja desde la serenidad. Conoce tus necesidades en pareja, ten una cita con tu pareja actual, céntrate en lo que tu pareja te atrae, cuida la intimidad y la sexualidad, acepta al otro.
  • Pensar sereno. Toma conciencia de cómo hablas, háblate con respeto y amor, ocúpate de lo útil, no anticipes acontecimientos catastróficos, enfócate en lo que suma.
  • Aprende a relativizar. Prueba a disociarte, ten la sensibilidad a tu favor.
  • Actitud. Plantifica, escribe la historia a tu manera, ten un diario de progresos, visualiza lo que deseas, maneja tus expectativas.
  • Fuerza de voluntad y autocontrol. No tengas a la vista lo que deseas controlar, conoce las situaciones que te desequilibran, sé prudente, acepta lo que sientes.
  • Organiza y planifica. Empieza por pequeñas responsabilidades, delega, pon límite de tiempo y horario a tus tareas, di no y pon límites, levántate a la primera, elabora un plan.
  • Autocuidado. Despeja los armarios, deja de responsabilizarte de las emociones de otros, ten orgasmos, conoce tus necesidades, dedícate un momento de calidad, pide ayuda.
  • Despacito, cambia tu ritmo de vida. Habla más lento, aprende a conformarte, presta atención a tu sistema reflexivo, baja el ritmo, simplifica tu vida, planifica tu vida paciente.
  • Aleja. Pon límites a lo que contradigan tus valores, deja de dar explicaciones, despréndete de tus hábitos insanos.
  • Tecnología y redes sociales. Si sufres tecnoestrés, toma medidas, desconecta del trabajo, reeduca a los tuyos, evita las mayúsculas, respeta el tiempo de los demás, comparte tus conocimientos.