La vulnerabilidad de Selena Gomez es lo que necesitábamos para romper prejuicios sobre salud mental

La artista no se esconde y en el documental 'Selena Gomez: My Mind and Me', habla y muestra (más honesta que nunca) sus emociones para desbloquear recuerdos y ayudar a los demás

Por Paula Martíns

A priori, varias de las escenas del documental que lleva semanas en boca de todo el mundo, Selena Gomez: My Mind and Me, generan en el espectador un sentimiento de amor-odio generalizado sobre la imagen de la artista. Hay llantos y gritos mayúsculos constantemente en backstage, contestaciones intransigentes a quienes le rodean, faltas de respeto a profesionales con los que trabaja y miradas o gestos que bien podrían denotar la imagen de frivolidad construida alrededor de la fama y al éxito que nos hacen dudar de si estar a favor o en contra de ella.

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Pero si bien todos actuamos alguna vez de manera errónea, Selena Gómez es una de esas una de cada ocho personas que sufren un trastorno de salud mental en el mundo, cifra constatada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado mes de junio. Aún hay más: pertenece a los 140 millones de individuos diagnosticados con trastorno bipolar, a los cinco millones que se sabe que tienen lupus (de las que el 90% son mujeres), y a los 280 millones que han buscado ayuda para batallar contra la depresión cada día. También, y aunque sin datos oficiales que puedan hablar en cifras, es una de las personalidades públicas más perseguidas por los focos mediáticos y que más titulares, comentarios e interés protagonizan. Puede entonces que, cualquiera comportamientos que no nos gustan de Gomez estén más que justificados.

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Visibilizando la salud mental

Desde que confesara haber recibido un transplante de riñón a causa de su lupus y, en una conversación pública con Miley Cirus en 2020, sorprendiera con la noticia de su bipolaridad, Selena Gomez ha dejado de esconder sus emociones. Ha enseñado su cicatriz con orgullo en diferentes fotografías lanzando un mensaje de body positive en abierto, en numerosas entrevistas se ha pronunciado a favor de visibilizar la salud mental e, incluso ella misma, ha fundado Rare Impact Fund y Wondermind, dos iniciativas de cuidado del bienestar que acumulan ya millones de seguidores. Sin embargo, su declaración más sincera ha llegado ahora, con la presentación de este documental. Es un gesto amable de empatía y una generosa exposición de su faceta más privada y oscura. En él no crea una narrativa cercana al victimismo, si no más bien es un alegato sobre la vulnerabilidad

Ella le da un giro al concepto y confía en el cineasta Alek Keshishian para mostrar cómo esta presentación de sus momentos más difíciles puede haberse convertido en su mayor fortaleza, una manera de definir a la figura que, hoy, ya Apple TV + (la plataforma que emite el documental) también la ha incluido en la sección de "mujeres extraordinarias". Y no es para menos, porque, como ella misma ha confesado también en uno de los últimos episodios del podcast On Purpose, a Jay Shetty, la producción es un intento de desbloquear recuerdos y abrir una puerta nueva en el que ya no tengan cabida. Pasar la página para poder seguir leyendo. Así construye un relato que refuerza la importancia de visibilizar y cuidar la salud mental, pero esta vez en su visión más honesta y profunda y destripa los entresijos malos de la fama, tomando su faceta buena para usarla como arma de conciencia. ¿Lo consigue? Tras ver el documental es difícil pensar que no.

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La autosuficiencia, una búsqueda constante

Comenzó su andadura profesional tan solo a los siete años, cuando obtuvo su primer papel en Barney. Desde ese primer momento en el que salió en pantalla, su éxito no ha dejado de cosechar cifras, obteniendo el reconocimiento público cuando alcanzó el título del que todavía lucha por separarse, de chica Disney. Por si pertenecer a este universo aparentemente onírico no fuera suficiente -y teniendo en cuenta su larga trayectoria en la música-, vivió una polémica relación con Justin Bieber, de la que no pudo desvincularse hasta que, hace apenas unas semanas, los medios de comunicación le dieran la aprobación tras posar con la actual mujer del cantante, Hailey Bieber, en una amistosa fotografía. Dicen que una imagen vale más que mil palabras y, en el instante que la imagen vio la luz de Instagram, Selena Gomez se convirtió en ejemplo de sororidad, aún a pesar de que ella nunca antes había realizado ni una sola declaración negativa sobre la modelo y de que ambas confirmaron haber hablado del tema en más de una ocasión. 

Hay frases del documental que lo dicen todo y que no requieren explicación, porque nos vemos reflejados como si de un espejo se tratara. "¿Cuándo valdré la pena yo sola?", lamenta haciendo referencia a una pregunta que le hicieron los paparazzi sobre su ruptura con Justin antes de un concierto. "No quiero ser mi 'yo' del pasado", afirma entre llantos tras verse en pantalla y sentirse como cuando tenía doce años y era parte de Disney. Y, una de las que más hondo calan: "A veces me despierto y siento que no puedo seguir adelante".

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La ansiedad, la depresión y los intentos de suicidio

Selena Gomez: My Mind and me, es una visión desgarradora y sin precedentes de cómo transcurrió la vida de la cantante durante los últimos seis años de su vida. En un recorrido por los inicios de su Revival Tour -que canceló por sus altos niveles de ansiedad y depresión- hasta su recuperación y reunión con Joe Biden en la Casa Blanca, rompe todos los estereotipos que podríamos haber pensado de ella si no fuera porque se ha abierto en canal con todos sus fanáticos, una y otra vez, hablando en público y lanzando diferentes iniciativas sobre la salud mental. De hecho, a pesar de que ahora Selena ha salido de aquel bucle y dirige varios negocios en este ámbito, uno de los comportamientos que más llaman la atención de aquella etapa es su incapacidad para despertarse cada mañana y el cansancio profundo que le persigue a todas horas. 

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Vemos a la artista una y otra vez tumbada en la cama, durmiendo o llorando. Se despierta diez minutos antes de la sesión de maquillaje, cierra los ojos para descansar mientras le preparan, se tumba en el coche para echarse pequeñas siestas y, tras salir de entrevistas y vídeos promocionales que realiza sin ganas algunas, se baña en lágrimas por sentirse como un producto. A pesar del esfuerzo continuo de su equipo, y del increíble papel que su amiga Raquelle Stevens juega en esta historia, ella nunca cree ser suficiente, y vuelve una y otra vez a mimetizarse con la piel de la Selena del pasado, lo que le genera una frustración profunda difícil de entender para todos los que no lo han vivido. Son los síntomas de su enfermedad y de su trastorno: ataques de pánico, voces que oye en su cabeza, psicosis, ganas de desaparecer y la búsqueda de la validación externa como premio.

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Como podemos conocer tras declaraciones posteriores que ha realizado, la historia de Selena define también una historia sobre el perdón, un indulto que logra finalmente consigo misma. Para lograrlo pasó por, nada menos, que cuatro centros psquiátricos. Ahora cuida su salud mental tratándose con la medicación oportuna, practicando un poco de ejercicio, alejándose de las redes sociales (su perfil de Instagram lo lleva su equipo) y yendo a terapia.

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El mayor aplauso del documental y de cada una de las muestras públicas que ha hecho hablando sobre sus emociones pasa por desmitificar el mito. Selena Gomez ha hecho un trabajo magnífico en el que muestra las pruebas y errores a los que cualquier ser humano, independientemente de su clase y posición, se enfrenta cada día de su vida. Todos somos susceptibles de tambalearnos emocionalmente, por lo que ella nos hace pensar sobre nuestra manera de tratar a los demás, rompiendo con muchos de los prejuicios que todavía prevalecen en nuestras conversaciones: la vulnerabilidad como sinónimo de debilidad, el desamor como dependencia, la validación de los demás como éxito, o las enfermedades mentales y la terapia como equivalentes a la locura.