Psicología

¿Sabes qué es la megalofobia?

Quien la padece, puede experimentar episodios de ansiedad, que condicionan su día a día

Por Pilar Hernán

“La megalofobia es una fobia específica, por lo que antes de definir qué es, es conveniente saber que es una fobia. La fobia específica es el miedo o ansiedad intensa y de manera persistente y desproporcionada, que se da en presencia o anticipación de algún objeto o situación concreta. En el caso de la megalofobia, se da un miedo atroz a las cosas de gran tamaño como un avión, un rascacielos o una estatua como, por ejemplo, la Estatua de la Libertad”, nos comenta la psicóloga Rocío Hernández, de mundopsicologos.com.

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¿Cómo se manifiesta esta fobia?

La experta nos detalla que la megalofobia se manifiesta a nivel fisiológico como cualquier otra fobia, con altos niveles de ansiedad, presentando así síntomas como sudoración, taquicardia, náuseas, temblores, elevación de la tensión arterial y dificultad para respirar. “Sin embargo, a diferencia de otras fobias, a nivel de pensamiento, las personas que sufren megalofobia tienen miedo de ser aplastados por un objeto gigante, a que les coma un animal grande o a caerse desde una gran altura, entre otros. Por todo esto, la persona tiende a evitar exponerse a todas esas cosas que teme, por miedo a experimentar estos síntomas, interfiriendo significativamente en su vida cotidiana”, cuenta.

Nos encontramos, por lo tanto, ante un problema que puede afectar a la calidad de vida de quien lo padece. “La megalofobia es un problema que genera un gran malestar en las personas que lo padecen y repercute de forma negativa en su día a día, ya que es prácticamente inevitable cruzarte con objetos grandes, ya sea un edificio, un barco o cualquier monumento que sea más grande de lo normal en una ciudad”, nos explica la psicóloga, que añade que es por esto, y por lo comentado anteriormente, que la persona tiende a evitar enfrentarse a esos objetos y limita su actividad diaria, ya sea porque no visita sitios que le gustaría, porque a la hora de ir a trabajar tiene que hacer una ruta más larga de lo normal para no cruzarse con nada grande o por el simple hecho de tener perfectamente planificado de antemano todos los lugares a los que ir para no cruzarse con algo temido. “En algunas ocasiones, condiciona a la persona a vivir en un medio rural para facilitar no cruzarse con nada grande o incluso, en aquellas personas que viven en ciudades, les lleva a no salir de casa, faltando así al trabajo, a los estudios o evitando salir con los amigos por esta causa”, afirma.

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Cuáles son sus causas

Siempre tendemos a buscar las causas, ¿cuáles son en este caso concreto? “Es importante tener en cuenta que, al igual que en otras fobias, no existe un único factor que la provoque. Una de las posibles causas es la herencia genética por parte de algún progenitor que padezca algún tipo de fobia similar. Otro de los factores que se contemplan, es que sea una conducta aprendida, es decir, que de pequeño se haya tenido alguna experiencia negativa, de carácter traumático, con un objeto de gran tamaño. La megalofobia también se asocia a sensación de inferioridad generado por situaciones de insuficiencia o necesidad en la infancia”, explica Rocío Hernández.

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Una vez que confirmamos el diagnóstico, ¿cómo debemos actuar?

En opinión de la experta, lo ideal para personas que sufren de megalofobia, dada la limitación que supone en el día a día, es acudir a un profesional de la salud mental. “En primer lugar, habría que explorar cuáles son las causas en cada caso concreto, para poder elaborar una intervención totalmente individualizada para la persona. En líneas generales, lo ideal es realizar una intervención completa, teniendo en cuenta los tres aspectos más importantes de la psicología. Por un lado, tendríamos la intervención a nivel conductual, que se centra en dotar a la persona de estrategias de afrontamiento para ir poco a poco enfrentándola al estímulo fóbico, a partir de la exposición gradual y controlada; por otro lado, la intervención cognitiva, que se centra en el análisis y modificación de los pensamientos y creencias con respecto a lo temido; y por último, el trabajo a nivel emocional, para descubrir y reprocesar de dónde viene dicho miedo”, sugiere.