‘Me aburro’. No son pocas las ocasiones en las que hemos escuchado esta frase, especialmente en los más pequeños de la casa, pero no es algo exclusivo de ellos. Los mayores también pasamos por etapas en las que el aburrimiento en nuestro compañero de viaje. Pero, ¿por qué nos aburrimos? ¿Necesitamos tener la sensación de estar siempre ocupados? “El aburrimiento surge cuando nos encontramos en un momento puntual, o una situación vital, que nos resulta monótona y poco estimulante; aunque ojo, no siempre es culpa del entorno, sino que a veces ocurre porque no estamos siendo capaces de prestar la debida atención a lo que sucede. Por ejemplo, podemos sentir aburrimiento la típica tarde tonta en la que no se nos ocurre qué hacer o bien lo que estamos haciendo no responde a nuestra necesidad actual de estimulación; o bien podemos sentirnos aburridos de una relación de pareja o un trabajo que ya no suponen un reto y han caído en la rutina y la monotonía”, nos cuenta Aída Rubio, psicóloga sanitaria y directora del Servicio de Psicología de TherapyChat.
La experta considera como sano el aburrimiento, porque nos advierte de nuestra insatisfacción y de que es hora de mover ficha para producir cambios en lo que estemos haciendo o en nuestra vida. Y pone un ejemplo práctico: “De una tarde aburrida podemos sacar un buen rato para reflexionar sobre nuestras cosas, y para conectar con nosotros mismos, lo que nos ayudará en la toma de decisiones y nos puede orientar a la búsqueda de nuevas actividades de ocio, objetivos y personas. Y desde un estado de aburrimiento en una relación o un trabajo podemos empezar a dar pasos para encaminarnos a otro lugar donde esto no suceda”.
Lee también: Aprender a aburrirse es más necesario de lo que imaginas