¿Debo recurrir a la cirugía si tengo juanetes?

En la muchos casos, una intervención quirúrgica es la solución. Sin embargo, también existe la posibilidad de evitar esta malformación con zapatos y correctores para juanetes

Por hola.com

Nuestros pies sufren, día tras día, una gran carga. Nos sostienen, nos trasladan y, en ocasiones, padecen una tortura adicional: calzados que, por motivos estéticos, se encuentran lejos de la comodidad. En estos casos, se puede agravar un problema muy común de los pies entre las mujeres: los juanetes, un tipo de deformidad del pie que, de ser muy pronunciada o implicar molestias al caminar, deberá corregirse mediante cirugía.

La cirugía tradicional consiste en realizar una incisión para poder manipular la articulación y el hueso y eliminar la deformidad ósea. Sin embargo, se han ido desarrollando numerosas técnicas para que esta operación sea lo más sencilla posible y no reporte grandes molestias al paciente. Ahora, con una cirugía mínimamente invasiva se realizan un par de cortes para poder acceder al hueso y corregir su desviación. Esta operación se realiza de forma ambulatoria y con anestesia local, lo que favorece la pronta recuperación del paciente.

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Formas de corregir los juanetes

Antes de llegar a este punto, existen numerosas formas de poder corregir la desviación del pie, utilizando diversas técnicas de podología. Según indican expertos de 'todojuanetes.com'  será fundamental utilizar un calzado cómodo y que no apriete el pie, para que no presione la zona del juanete y produzca inflamación y dolor al caminar.

Existen, de hecho, zapatos especiales para juanetes que pueden adquirirse en tiendas especializadas. Estos no presionan el pie y permiten que la persona afectada camine con comodidad. 

Por otro lado, hay correctores que pueden ir tratando esta malformación de forma progresiva. Se trata de mallas elásticas que se agarran al dedo gordo y a la planta del pie, para proteger el juanete y evitar que se siga desviando el hueso.

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Zapatos de tacón alto ¡todo un riesgo!

Si los usas, debes saber a qué te expones, por ejemplo, callos y juanetes son algunas de las consecuencias de su uso continuado. Pero ahí no se acaba la cosa. Los riesgos de este tipo de calzado van más allá de los pies. 

“Hay que tener en cuenta que los tacones altos, los que tienen más de 4 cm, generar una mayor carga y mayor presión en la articulación del antepié y las rodillas. Y es precisamente esta sobrecarga la que, cuando se realiza de forma continuada, puede generar un mayor desgaste de las articulaciones y propiciar la aparición de artrosis”, ha destacado Maite García, presidenta del ICOPCV (Ilustre Colegio Oficial de Podólogos de la Comunidad Valenciana).

Al utilizar zapatos que tienen una altura mayor a 3 cm el peso del cuerpo tiende a desplazarse hacia delante, por lo que el impacto y la sobrecarga se incrementarán en función del aumento de la altura del tacón afectando principalmente a rodillas, articulaciones metatarsofalángicas y los dedos de los pies.

“El daño en los huesos vendrá determinado tanto por la altura del tacón como por la cantidad de tiempo que se utilice. Lógicamente, a menor uso, menor riesgo de que se desarrolle una artrosis. No obstante, también nos encontramos a muchas personas que por haber abusado de ellos ha generado un acortamiento del tendón de Aquiles y de la musculatura posterior de la pierna y esto puede generar muchos problemas a la hora de caminar así como incrementar las contracturas en el aparato locomotor”, ha afirmado Maite García.

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Con cuña o plataforma

Desde el ICOPCV se ha resaltado que, en este sentido, es más saludable optar por zapatos con algo de cuña o pequeña plataforma, que reduzcan la inclinación del pie. Estas ayudan a distribuir las sobrecargas que en tacones de aguja se centran en un punto concreto y, por ello, se tiene una sensación de "más comodidad" cuando se lleva este tipo de calzado. También es importante que éstos cuenten con sujeción trasera para que evitar torceduras derivadas de la falta de control en el movimiento al caminar.