La ciudad estuvo amurallada hasta la plaza del Mercado y la puerta de la Villa, o de la Cadena, por debajo de la cual se encaminaba hacia el río una de las juderías más pujantes de Castilla. El extremo opuesto al castillo lo ocupa la iglesia de San Vicente, que todavía tiene cara de susto: a principios de siglo le arrancaron la portada románica y se la llevaron a Nueva York, al Museo de los Claustros. Hay otra iglesia más abajo, la de San Vítores, y un par de conventos, el de San Francisco y el de Santa María del Vadillo. Pero es el paseo por sus calles, con su arquitectura popular, otro de sus atractivos, como también la visita al castillo y la subida a la torre para otear los Montes Obarenes y el embalse de Sobrón.
La cascada de Las Pisas, un espectáculo de agua en el norte de Burgos