TRIESTE
Casi en la frontera con Eslovenia, Trieste es una sorpresa italiana mayúscula, porque la que tantas veces pasó de unas manos a otras, desde romanas hasta austriacas e incluso llegó a ser una ciudad-estado libre, guarda herencia de todo ello. Está rodeada de colinas, pero vive abrazada al mar, tanto que es a él al que se asoma su monumental piazza dell’Unità. En ir descubriendo sus bonitos edificios del puerto, sus palacios de todos los estilos –barrocos, neoclásicos…–, sus restos romanos, las iglesias que son ejemplo de cruce de culturas y religiones, la huella de los grandes escritores que encontraron en ella inspiración, como James Joyce, con su escultura al borde del Canal, se puede pasar entretenido una larga jornada o más, pero un tiempo hay que reservarse también para disfrutar de un buen café, por el que aquí los italianos sienten pasión, y, si cunde, recorrer el golfo hasta el castillo de Miramare, levantado por voluntad del archiduque Maximiliano de Habsburgo, y el faro de la Victoria, emblema de Trieste.