Muchas cosas (o pocas, según se mire) parecen haber cambiado en este pequeño núcleo pesquero en la desembocadura del río Piedras desde que en el siglo XIX fueron llegando pescadores de Isla Cristina, Lepe, Cartaya, Ayamonte, Almería, Málaga y hasta del Algarve portugués, que queda ahí al lado, al otro lado del Guadiana, para la captura del atún y la pesca artesanal de bajura.
Una huella de esa tradición pesquera son los restos del poblado el Real de la Almadraba de Nueva Umbría, ese conjunto de edificios que hasta 1963 albergaba a los trabajadores dedicados a este arte tradicional en la Flecha de El Rompido, y los “amarraíllos históricos”, las barcas fondeadas a orillas del Piedra. También las casitas encaladas de los pescadores que hoy habitan los descendientes de esas familias pioneras, y otras llegadas al calor del desarrollo turístico del pueblo.