POR LA COSTA DE LA LUZ

En barco a la playa por las marismas del río Piedra

Kilómetros de playas de arena dorada, espacios naturales donde habitan un buen número de aves acuáticas, divertidos paseos en barcos que se conducen sin licencia, pueblos blancos de pescadores con esencia andaluza y un océano que refleja la inmensa luz de esta costa llena de tesoros a un paso de Portugal. Y todo lo tenemos en Huelva.

Por Eva de la Parra

Situado en la desembocadura del río Piedras, este paraje en el tramo de costa de Huelva conocido como el ‘paraíso de la luz’ forma un extraordinario ecosistema de marismas frente al litoral que se extiende a lo largo de 13 kilómetros hasta el final de la famosa flecha del Rompido. Las dunas que crean esta extensa franja arenosa, y que protegen las marismas de la bravura del Atlántico, salpicadas de retamas o pinos piñoneros sirven de cobijo a una variada avifauna. A lo largo de la flecha se suceden algunas de las mejores playas naturales de España, e incluso de Europa, y en ellas uno tiene la posibilidad de bañarse en el mar o en el río, con solo moverse unos metros y atravesar el sistema dunar que crece año tras año.  

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Este paraíso natural puede recorrerse a pie, por alguno de los senderos de las marismas, pero más divertido será hacerlo en barco, navegando por las aguas calmas de la desembocadura del río, lo que nos permitirá ir parando de playa en playa, a nuestro antojo, a lo largo del día.  

Para empezar tenemos que dirigirnos al pueblo El Rompido, de inconfundible sabor marinero. Sus casitas blancas encaladas aún guardan la esencia andaluza –más allá de las urbanizaciones– con vistas a la ría donde los pescadores anclan sus barcas. Y junto a la playa, dos faros, uno bastante más alto que el otro, un bonito puerto y unas cuantas playas que se suceden a lo largo de la desembocadura: El Rompido, Nuevo Portil o Caño de la Culata, con dunas y pinares a su espalda. 

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Si uno quiere cruzar a la zona de la flecha y relajarse en la inmensa playa de arena dorada de Nueva Umbría no hay otra forma de hacerlo que en barco. La empresa Flechamar (flechamar.es) ofrece un servicio de ferri diario que parte desde el puerto pequero de El Rompido y cruza al otro lado. Luego habrá que atravesar las dunas –hay pasarelas de madera que las cruzan– y llevar todo lo necesario, porque no es una playa que ofrezca servicios de ningún tipo ni hay chiringuitos. A cambio te encuentras en un enorme arenal en un entorno salvaje y natural donde hay algunos practicando nudismo o nadie porque aquí lo que sobra, además de belleza, es espacio.  

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Más divertido que el ferri es alquilar una embarcación para un máximo de 5 personas con las que se puede navegar sin necesidad de tener titulación. Son sencillas de manejar y, además, recibirás todas las indicaciones necesarias. La navegación no entraña peligro, más allá de estar atentos a no encallar en las zonas donde el agua está más baja, pero la propia barca va indicando el nivel de profundidad. Empresas como La Flecha del Rompido (laflechadelrompido.com) las alquilan en el puerto de esta localidad por un mínimo de 2 horas por 70 € o, si se prefiere media jornada o el día completo, por 200€. Tripular tu propia embarcación te permitirá no solo disfrutar a tu aire de este espacio natural, también ir parando en las pequeñas playas que se forman a lo largo de la flecha para darte un chapuzón. Por el camino os cruzaréis con otras embarcaciones como motos acuáticas, tablas de paddel surf o kayaks que navegan también por estas aguas tranquilas. Y quizás, en otro momento, probar alguno de estos deportes. 

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UN HOTEL DE PREMIO PARA FAMILIAS 

Desde El Rompido hay que dirigirse hasta Islantilla si queremos alojarnos en uno de los mejores resorts de la costa onubense y, desde él –gracias a su magnífica ubicación–, descubrir los otros tesoros del litoral atlántico. Son pocos los kilómetros que separan ambas poblaciones por la línea de costa, sin embargo, habrá que subir hacia el interior, en dirección a Cartaya, para cruzar las aguas del Piedras por el único puente por el que pueden hacerlo los coches a la altura de esta localidad, y luego bajar en dirección a Lepe y de ahí hacia la costa.  

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Un exuberante oasis de plantas naturales nos recibe en el lobby del Puerto Antilla Grand Hotel (puertoantilla.com), galardonado este 2022 en los Travellers’ Choice Awards –ya lo fue antes en 2018– entre los mejores alojamientos de España para viajar en familia. Situado frente al Atlántico, en una playa de arena fina y dorada, se separa de ella por un paseo marítimo y una barrera de dunas móviles en un entorno natural. Con un estilo colonial andaluz son sus instalaciones las que le han hecho merecedor de estos premios. Muchas zonas verdes, también en el interior del hotel, incluso en los pasillos que dirigen a amplias suites familiares con vistas al mar, cuatro magníficas piscinas rodeadas de palmeras, pistas de pádel o tenis y zonas de juegos para los niños, además de un completo programa de animación. También hay hueco para el relax gracias a su espacio Prestige Club Sport Wellness & Spa, con piscina climatizada, circuito de aguas, baño turco, jacuzzi o sauna finlandesa y una amplia carta de masajes.  

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Huelva es tierra de magnífica gastronomía y de eso saben bien en el Puerto Antilla. Pocos restaurantes de buffet de hotel ofrecen la magnífica calidad de Los Porches. En el interior, o en su terraza en el jardín, se degustan los mejores productos gourmet de la provincia, junto a  platos de cocina internacional. Para los que prefieran comer a la carta, en la zona de las piscinas está El Mirador de Puerto Antilla donde los chocos, las coquinas y la gamba de Huelva se saborean de la mejor manera, mirando al mar.  

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UNA TARDE EN ISLA CRISTINA 

Solo 9 kilómetros separan Islantilla de Isla Cristina, a la que se puede acceder incluso caminando entre ambas localidades desde la playa. Una población marinera en la desembocadura del río Carreras que forma el Paraje Natural de las Marismas de Isla Cristina. Este humedal que es hábitat natural de aves como garzas reales, el pato colorado, el silbón europeo e incluso flamencos se recorre a pie, en bicicleta o a caballo, tiene varios puntos de observación y un ecomuseo en un antiguo molino de mareas que hoy es centro de interpretación de las marismas.  

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No hay que dejar de visitar el extraordinario paisaje de las salinas del Alemán (salinasdelaleman.es), las últimas tradicionales en funcionamiento de toda Andalucía y que mantiene su trabajo como se hacía desde 1954. Sus interesantes y didácticas visitas guiadas dan a conocer cómo es el proceso de extracción de sal. 

Bajamos hasta el puerto deportivo desde el que parten excursiones en barco que recorren la ría y el paraje natural de las marismas (islaventura.es) y, en muchas, incluyen una degustación de gambas. Para los que prefieran navegar por el mar, The Tattoo Fisher (thetattoofisher.com) ofrece excursiones en las que aprender los secretos del arte de la pesca.  

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Antes de dejar Isla Cristina merece la pena una visita a la lonja de pescado y el puerto pesquero. Rutas marineras (rutasmarineras.com) propone visitas guiadas que finalizan viendo en directo la subasta de pescados y mariscos capturados ese mismo día y que después se degustan en los restaurantes de la localidad. Isla Cristina deja impregnado el sabor marinero de esta localidad que huele a sal y mar como ninguna.  

TAVIRA, EL OTRO LADO DE LA FRONTERA 

Son tan pocos los kilómetros que desde aquí nos separan de la frontera lusa que será difícil resistirse a cruzarla. El puente internacional del Guadiana separa, y une, ambos países y en un abrir y cerrar de ojos uno se planta en la bella Tavira, a solo 38 kilómetros de la frontera. 

Tampoco está de más detenerse antes en Castro Marim, la primera localidad con la que nos topamos al cruzar, un pueblo blanco coronado por un castillo medieval en el que, de repente, hemos ganado una hora al reloj, que aquí parece ir mas lento. O en Cacela Velha, una aldea de postal que está entre las más bellas de la costa del Algarve. 

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Tavira va sobrada de riqueza histórica y monumental: el puente romano sobre el río Gilão, restos de una muralla árabe, un castillo medieval que la corona y tantas iglesias que visitarlas todas nos llevaría más de una jornada. Para los que prefieren seguir disfrutando de la luz que inunda esta costa y de sus infinitas playas hay que cruzar a alguna de las islas frente a la ría. De nuevo, kilómetros de arena dorada en los que se pierde la mirada y uno se embelesa ante la inmensidad y la belleza de esta costa tan al sur.