Días de mar y ecos templarios en Peñíscola

Una escapada a esta localidad de Castellón para disfrutar de la cocina mediterránea, la playa y una historia de película.

Por hola.com

A Peñíscola se va a disfrutar de la playa y del mar, pero no es lo único, porque tiene una preciosa ciudadela medieval esparcida por un peñón y coronada por un castillo para abordar nada más llegar. Cruzamos alguno de los portales de la muralla y empezamos a ascender por las estrechas y serpenteantes calles del bonito casco antiguo, enseguida nos encontramos con casonas señoriales, plazoletas perfumadas por jardines y madreselvas y el gran templo de Santa María, de estilo gótico.

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En el camino nos sorprende el «bufador», esa gran brecha natural en mitad de la roca por la que, según los vecinos, el Mediterráneo «respira» en días de tempestad. Y en lo alto vemos el Museo de la Mar –sobre el baluarte del Príncipe– y, alineados, el faro, el castillo construido por los templarios, pero ligado también al Papa Luna, y contiguo a él, la ermita que acoge a la patrona. Pero lo que impresiona de verdad son las vistas, porque desde aquí se ve el inmenso arenal que queda a los pies y escoltándolo, el animado paseo marítimo. Para los que quieran acceder al castillo pueden apuntarse a una visita guiada por la localidad que inluye la entrada a la fortaleza templaria y siempre acompañados de un guía. 

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Otra forma de visitar esta milenaria ciudad-fortaleza es sumergiéndonos en su historia a través de un tour guiado. Guruwalk ofrece un free tour Historia, misterio y cine en Peñíscola en el que va desvelando a lo largo de un itinerario todos los mitos y leyendas que la rodean mientras se siguen los pasos a los caballeros templarios o al Papa Luna, el mismo que puso en jaque a toda la cristiandad. Lo que también descubre el itinerario son los escenarios de cine que han servido de decorado a un buen número de películas y series que se han rodado aquí, desde cintas míticas como El Cid o París Tomboctú a series como El Chiringuito de Pepe, El Ministerio del Tiempo o Juego de Tronos, que convirtió por arte de magia el castillo en la mismísima Meereen.

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Recorrer el casco antiguo abre el apetito, sobre todo si al pasar junto a la ermita de Santa Ana nos fijamos en La Casa de los Tomates (lacasadelostomates.com), un pequeño local abierto por una empresa familiar dedicada desde hace varias generaciones a la agricultura. Aquí vende sus tomates de hasta 14 variedades diferentes, a cual más exquisita: Rosa de Barbastro, Rosamar, Corazón de Buey, Corazón de Buey amarillo, Liguria, Gala, Danna, Cherry Bombon, Negros, Blanco de Leche, Verdes, Serengue... Con ganas de seguir salibando, es momento de degustar los ricos platos de la cocina marinera, desde el all i pebre de rape al suquet de pescados o los caragols punyents (cañadillas), con denominación de origen. Los podemos probar en restaurantes como El Mercat de Peñíscola (elmercatdepeniscola.com) o RocaMar (restauranterocamar.es), uno de los más antiguos de Peñíscola, abierto desde 1962.

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En Tío Pepe (hotelrestaurantetiopepe.com) bordan las croquetas de rape con marisco y ketpchup de gamba y el arroz del señoret. Y Muvabeach (muvabeach.com/restaurante) cuenta con tres espacios diferenciados, la terraza con una carta de vermús artesanales, el espacio tapas y el restaurante, en cuya carta hay delicias como el carpaccio de ventresca, las croquetas de trufa y papada ibérica, el rodaballo a la brasa o sus arroces: de centolla con trompeta de la muerte, cremoso de ortigas de mar con panceta… Y para tomar una copa al caer la tarde o cenar algo Mandarina Beach Club (mandarinaclub.net), las mejores vistas al mar y el castillo se tienen desde su terraza donde tomar un cóctel, un helado o picar algo de su carta que incluye comida japonesa y un shusi bar. 

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Para bajar la comida, daremos un paseo por alguna de las playas que enmarcan el peñón. La Sur, al otro lado del puerto, es ideal para practicar deportes náuticos; la Norte es la gran playa de Peñíscola, 5 kilómetros de arena fina para caminar y caminar sin mirar el reloj. De rocas y con vegetación es la pequeña cala Basseta; salvaje, la de Torrenova; llena de conchas, La Petxina; y luego está la del Pebret y la del Russo…

Más allá, Peñíscola es el punto de partida para conocer la Sierra de Irta, uno de los pocos lugares del levante español donde puede contemplarse la costa mediterránea tal como era antes del desarrollo turístico. Lo mejor para empezar será visitar el centro de interpretación de este parque natural situado en la carretera de acceso a la localidad desde la N-340, donde nos orientarán sobre las diferentes actividades y rutas por él.

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Incluso quedarnos a dormir en este entorno en Duna Hotel Boutique, un coqueto alojamiento con vistas al mar lleno de detalles y con sus habitaciones decoradas en estilo mediterráneo milimalista.

Con buenas vistas y spa, RH Don Carlos & Spa, del que gusta también su nuevo espacio en la terraza superior del hotel, con una piscina hidromasaje con paredes de cristal suspendida en el aire y con vistas panorámicas. Y en una ubicación extraordinaria, para despertarnos con el sonido del mar de fondo, la Hostería del Mar, un clásico en Peñíscola y también con un buen restaurante.