Dos días en Jaén, todo por descubrir en esta ciudad andaluza

Pocas ciudades de España pueden presumir de contar con un patrimonio renacentista tan deslumbrante, una vida a escala del hombre, una gastronomía inspirada en el mejor aceite de oliva del mundo y un enclave en los mapas de carretera que permite llegar en poco tiempo a los espacios naturales más grandes y valiosos de la península ibérica. Jaén es un paraíso interior donde todo es una sorpresa.

Por MANUEL MATEO PÉREZ

La A 44, la autovía que une Bailén y Granada, regala la primera gran fotografía de Jaén. La capital de la provincia está enmarcada entre altas y severas sierras que la enaltecen y ofrecen una vista impagable de sus dos grandes monumentos: el castillo y la catedral. Un caserío blanco trepa hasta las faldas del cerro de Santa Catalina donde en uno de los extremos de la peña rocosa se alza una gran cruz blanca como un faro que otea y vigila la ciudad.

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DÍA 1

El norte de Jaén es la ciudad baja y el sur es la ciudad alta e histórica. La capital se esparce en la faldas de una dura cuesta. En el paseo de la Estación se citan los dos grandes museos de la ciudad. El más reciente es el Museo Íbero (museosdeandalucia.es/web/museoibero), donde se exhiben piezas de alto valor de yacimientos como El Pajarillo (Huelma) y Cerrillo Blanco (Porcuna). Paseo arriba se halla el Museo Provincial de Jaén, que conserva una interesante colección de bellas artes y una caudalosa colección arqueológica.

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Frente a la plaza de la Concordia se alza el monumento a las dos grandes batallas que se desataron en tierras de Jaén. Las esculturas, obras del artista Jacinto Higueras, rememoran las contiendas que enfrentaron a cristianos y musulmanes en las Navas de Tolosa en 1212 y la batalla de Bailén de 1808.

La parte alta del paseo de la Estación, que conduce hasta la remodelada y peatonal calle Roldán y Marín, está salpicada de comercios y franquicias de moda. La plaza de la Constitución es la puerta de entrada a la ciudad histórica. Por detrás del edificio de Hacienda se extiende la plaza del Deán Mazas, al que asoman los veladores de alguno de los bares y restaurantes más conocidos de esta parte de la ciudad. La calle Pescadería y sus tiendas tradicionales conducen hasta la plaza del Pósito donde asoman otras terrazas abiertas a lo largo de todo el año.

La Carrera es el nombre popular de la calle Bernabé Soriano, una vía señorial donde se citan alguno de los edificios historicistas más valiosos de la ciudad. Aquí está la cafetería Colombia, óptica Amate y hasta hace pocos días La Pilarica, un comercio tradicional de caramelos ligado a la memoria sentimental de la ciudad. El bar Panyaceite está frente a la Diputación Provincial en cuyo patio barroco se alzan galerías, columnas, capiteles y una fuente.

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La plaza de San Francisco es una de las más bellas de la ciudad porque mira a la trasera de la catedral, a esa pieza sublime cosida al neoclásico que el arquitecto Ventura Rodríguez convirtió en sagrario.

La catedral de Jaén es la pieza más suntuosa del Renacimiento español. Es obra de Andrés de Vandelvira que firmó alguna de sus más valiosos edificios en Úbeda al servicio de Francisco de los Cobos, secretario de estado del emperador Carlos V. La calle Campanas sube hasta la plaza de Santa María donde se alza su soberbia portada. Entrar en ella es penetrar en una lección de historia. Su visita lleva no menos de dos horas, por lo que a su salida la mejor opción es buscar descanso en alguna de las muchas tabernas y restaurantes que se citan en las calles históricas de alrededor.

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A la hora de comer nada mejor que hallarlo en La Barra (Cerón, 7), la más conocida taberna jiennense, puerta de entrada y salida a los callejones donde están otras tascas como El Gorrión (tabernagorrion.es) o El Alcocer (Arco del Consuelo, 3). En el primero hay que pedir migas con avíos, revueltos de verduras y rabo de toro. Y todo digerido con deliciosos vinos o con un Rossini, que es una suerte de sangría con otras mezclas que solo Carlos de Pablo, su dueño, conoce y guarda en secreto.     

En la calle Maestra hay restaurantes como La Maestra, La Espuela (restaurantelaespuelajaen.es) o la castiza Peña Flamenca y una tienda de productos locales extraordinaria conocida como la Oleoteca (oleotecajaen.com), donde es posible degustar y adquirir los mejores aceites de oliva virgen extra de la provincia.

La tarde hay que pasarla caminando los barrios históricos. A mitad de camino entre el barrio de San Juan y La Magdalena está el palacio de Villardompardo. En este soberbio edificio del siglo XVI existen tres motivos para invertir una apacible tarde. El primero de ellos, en los bajos del palacio, son los Baños Árabes (bañosarabesjaen.es/edificio), los mejor conservados de España y Premio Europa Nostra. En la primera planta abre sus puertas el Museo de Artes y Costumbres Populares y, a su lado, el Museo Internacional de Arte Naïf. Hay algo más: el palacio posee una terraza junto a una apacible cafetería desde donde se advierte una de las vistas más bellas de la capital.

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Pasado el antiguo convento de Santo Domingo, hoy sede del archivo provincial en torno a un delicioso patio barroco, se halla el barrio de La Magdalena, primera memoria de Jaén.

La noche en la capital es animada, generosa y llena de sabor si buscamos los restaurantes que abren sus puertas en el popular barrio de San Ildefonso. Allí se hallan los restaurantes Bagá (bagagastronomico.com) y Dama Juana (Melchor Cobo Medina, 7), dos comedores de extraordinaria cocina creativa, galardonados cada uno de ellos con una estrella Michelin. En sus cocinas, además de vanguardia y talento, el aceite de oliva virgen extra es un ingrediente insustituible.

DÍA 2

Al día siguiente, el castillo de Santa Catalina espera sobre la peña más alta de la ciudad. La fortaleza está consagrada a Santa Catalina. A su lado, y guardando la estética de la piedra vista, está uno de los mejores paradores de turismo de la red nacional. El castillo de Santa Catalina domina el paisaje de Jaén. Su torre del homenaje es visible desde cualquier lugar de la capital. Un camino empedrado que nace a un lado de la puerta de entrada a la fortaleza, convertida hoy en centro de interpretación e historia, conduce en medio de la agreste espesura hasta la cruz. El camino es bello y a cada paso, entre pinos, asoma la ciudad, el valle del Guadalquivir y Sierra Morena al fondo.

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Los caminos que descienden hasta el castillo atraviesan barrios como La Merced, presidido por una bella iglesia frente a un palacio señorial convertido hoy en sede administrativa. La calle Merced Alta deriva en el Cantón de Jesús y a su lado abre las puertas el Camarín, donde se venera a Nuestro Padre Jesús, conocido popularmente como «El Abuelo». La imagen procesiona la madrugada del Viernes Santo y constituye uno de los momentos más emotivos de una Semana Santa de alto interés, llena de plasticidad, exquisitas obras de arte y ricas tradiciones culturales y gastronómicas.

El Camarín de Jesús está al lado del convento de las carmelitas y la catedral. Una vez repuestas fuerzas al amparo de tascas y restaurantes de cocina tradicional lo mejor es dejarse caer por calle Llana, una sucesión de palacios señoriales en una de cuyas casas residió durante algunos meses el poeta Miguel Hernández, que escribió aquellos versos de «Andaluces de Jaén, aceituneros altivos…».

Hay al lado del seminario diocesano un parque brozado de pinos y arriates desde donde, a la caída de la tarde, se advierte una vista impagable de las torres de la catedral y del castillo de Santa Catalina a su izquierda. No hay mejor fotografía que esta como recuerdo de una visita a una capital que ha guardado sus encantos y sus emociones a los viajeros que más saben.

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