Unas cifras que han quedado enterradas tras la pandemia, pero que mantiene un elevado número de denuncias. Hablamos con Ester López, víctima y experta.©AdobeStock

Entrevista

Por qué el maltrato infantil sigue siendo un tema tabú en España

Es un grave problema sobre el que se extiende un grueso manto de silencio, y ello a pesar del elevado número de denuncias. Hablamos con Ester López, víctima de maltrato infantil que ha volcado su experiencia en el libro ‘La niña que sana, un viaje de superación del maltrato’.

Aunque nos creamos que no existe, el maltrato infantil acumula un elevado número de denuncias en nuestro país (casi 5.000 denuncias por violencia en el ámbito familiar al año) y es uno de los grandes desconocidos. En la televisión o en cualquier medio de comunicación siempre oímos hablar de la violencia de género, pero “muy pocas veces o nunca pensamos en los niños”, nos dice Ester López, víctima de maltrato familiar y autora del libro La niña que sana, un viaje de superación del maltrato (Editorial Letra Minúscula). Ella misma denuncia que “el mayor cómplice de la violencia contra las mujeres y sus hijos es el silencio”.

Un silencio de la que ella fue testigo, por lo que su libro se convierte en la primera historia de superación del maltrato doméstico vivida en primera persona y que, gracias a él, podemos acercarnos a esos sentimientos de las personas que lo han sufrido y, muy importante, entender que los efectos que provoca en la infancia pueden llegar a ser irreversibles. La obra, de carácter totalmente motivacional y de acompañamiento, relata las vivencias de una niña víctima de maltrato en las diferentes etapas de su vida, además de cuestionar por qué el tema está silenciado y sigue siendo tabú. De esto hemos querido hablar con ella y de cómo hay que pedir ayuda, buscar apoyo y encontrar tu camino.

La niña que sana, un viaje de superación del maltrato (Editorial Letra Minúscula)©Editorial Letra Minúscula

Ester, en tu opinión, ¿las cifras de maltrato infantil están silenciadas en nuestro país?

Sí, sí, por supuesto, es un tema completamente tabú en nuestro país. Y, cuando se habla de ello, se enfoca siempre hacia la mujer que sufre violencia de género, se habla de la pareja o del maltratador, pero los niños, en este caso, son los grandes olvidados.

¿Cuáles crees que son los motivos de ese olvido, por qué no nos damos cuenta como sociedad de este problema?

Yo creo que es por los valores de la familia que tenemos en España. Tradicionalmente, en nuestro país, la familia es lo más importante que hay en el mundo. Nos han inculcado que la familia hay que mantenerla cueste lo que cueste, los lazos que nos unen no pueden romperse y hay que conservarlos sí o sí. En la sociedad, además, no está bien visto que abramos nuestros temas de casa hacia el exterior.

Tú has decidido compartir tu historia porque insistes en que el silencio es el mayor cómplice de la violencia contra las mujeres y contra los hijos, ¿tú crees que se ha mejorado algo en cuanto a no callar y avanzar en ese maltrato, no ya de las mujeres, sino de los niños?

Sinceramente, yo creo que no. De hecho, cuando existe una violencia de género, lo que se hace es separar a la pareja, pero los hijos siguen teniendo un régimen de visitas con el maltratador. Algo que, para mí, no tiene ningún sentido, porque estás exponiendo a los niños pequeños al contacto directo con el maltratador. Nos basamos en el contacto cero de la pareja con el maltratador, pero insisto, nos olvidamos por completo de los niños. No hay un verdadero apoyo, una buena legislación que los tenga en cuenta.

En tu opinión, ¿dónde debe comenzar esa red de apoyo hacia los niños víctimas de maltrato familiar?

Yo creo, de nuevo, que al ser un tema tan silenciado -no debemos inmiscuirnos nunca en un problema de pareja, porque es un asunto suyo y privado-, gestionar la violencia familiar es muy complicado. Más, por ejemplo, cuando la mujer sufre violencia de género, que ya es de por sí difícil y debe darse cuenta de las consecuencias que tiene a su alrededor.

Yo, por ejemplo, lo veo en mi madre, que mantuvo su relación con mi padre durante veinte años, no podía salir de ella. Hay muchas mujeres que no llegan a reconocer o darse cuenta del problema real que están viviendo o que han vivido y, por tanto, no pueden ver las consecuencias que esto está teniendo en sus hijos. Desgraciadamente, en este caso, los niños dependen de las decisiones que tomen sus hijos y ahí estamos muy cojos. A no ser que venga una entidad externa que nos haga darnos cuenta de la situación, nada va a cambiar. Y podríamos pensar en el colegio, por ejemplo, como primera entidad con una relación estable con nuestros hijos, pero en mi experiencia, los colegios ni se daban cuenta ni le prestaban demasiada atención.

¿Cómo fue esa experiencia tuya con el colegio, lo sentiste como un refugio o una vía de escape, o para nada fue ese el caso?

Al final, como hemos comentado, es una situación que no se comparte y no se lleva al colegio muchas veces. El niño o niña acaba por normalizarlo, porque además es que no se percata de la situación o del problema hasta la edad adulta, que es cuando te fijas y piensas en las cosas. Es algo que desentona con lo que viven tus amigos, por lo que acabas ocultándolo y no se lo cuentas a nadie.

Y al vivir todo esto, no darte cuenta al principio, silenciarlo, ¿esto se puede llegar a sacar de dentro y superar?

Sí, sí se puede, pero con mucha terapia y al cabo de trabajar bastantes años. Tienes que darte cuenta primero y encontrar la herramienta más adecuada para tí. Con esto, se puede.

¿Es fácil darse cuenta de que necesitas pedir ayuda para que te proporcionen esas herramientas?

No, para nada. Cuando tú has crecido en un entorno así, de maltrato continuo, tienes una tolerancia ganada hacia tantas cosas, como la violencia, que para tí es normal. Has crecido en ese entorno, cuando sales y conoces otros, te sientes víctima, pero ya está, no pides ayuda. Este comportamiento es reflejo, en realidad, de todo lo que has vidido durante los primeros años de maltrato familiar.

En tu libro hablas de ‘formas efectivas de sanar’ tras este maltrato infantil, ¿nos puedes contar cuáles son y a qué te refieres?

Sí, aunque las formas a las que me refiero son siempre desde un punto de vista personal, son las que a mi me han ayudado, con las que he trabajado tanto en mi proceso como el que utilizo para ayudar a los demás. Después de probar muchas terapias, a mí la que me ha servido de verdad es Qilimbic (Ester es terapeuta Qilimbic por el Instituto de Creatividad de San Diego).

Lo que hacemos con ella es entrar en el subconsciente, a todos esos momentos que han sido traumáticos en tu vida y, con los recursos que esta herramienta nos da -como la hipnosis o el reprocesamiento cerebral-, conseguimos liberar y neutralizar las emociones. Es una técnica que, en parte, se utiliza con los soldados que vuelven de la guerra y que están traumatizados por la situación que han vivido. Nos pasa lo mismo que a ellos, a ni vel consciente ya sabemos lo que nos pasa y reconocemos la situación, pero de vez en cuando llegan estímulos que nos devuelven a aquél momento. Por eso, a veces hacemos terapia de otro tipo y a nivel cognitivo lo entendemos, pero seguimos sintiéndonos igual. Lo que conseguimos con Qilimbic es, por ejemplo, que esas emociones ya no duelan. Vamos abriendo capas de nuestra historia hasta llegar a los impactos que se nos han quedado guardados, liberamos esos recuerdos para gestionarlos y cambiar lo que sentimos hacia nosotros mismos y cómo nos relacionamos con los demás por culpa de ello.

Por último, hemos hablado de terapia, pero ¿y la legislación, está actualizada, nos ayuda en este sentido?

No, en absoluto. Aquí podríamos hablar largo y tendido. Yo ahora que soy madre me doy cuenta (y, sobre todo, durante la pandemia) de que son la última ficha en la que nos fijamos, cuando son una parte fundamental de la sociedad. Están completamente vendidos, porque dependen de nosotros como adultos. Y si un niño no tiene los recursos ni para darse cuenta ni para contárselo a otra persona ni para pedir ayuda, “se lo tiene que comer”. Ese es el problema real que tenemos ahora mismo.

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