Mascotas

Los perros y los gatos comparten muchas fobias

Muchos de los terrores primarios e incondicionales de los perros y gatos son similares en ambos tipos de mascotas. Comprenderlos puede darnos la llave para calmarlos.

Por Cristina Soria

Los perros y los gatos tienen mucho en común, más de lo que se suele pensar. Los motivos que les producen temor suelen ser compartidos, o tener mucho que ver. Lo que hace vulnerable a tu mascota, sea perro o gato, está relacionado con su sensibilidad, motivos primarios relacionados con su origen más primitivo y temores territorialistas.

Lo más importante que debemos tener en cuenta es que el sentido del oído está muy desarrollado, tanto en perros y gatos, y por esta razón perciben con mayor cautela todas las posibles amenazas, bien sean relacionadas con una visita a casa, otra mascota cercana o sucesos que para ellos no tienen ninguna explicación, como los petardos y las tormentas.

Ante casi todas las amenazas que una mascota puede sentir de forma crítica es capaz de desarrollar un terror irracional que le paralice y le haga comportarse de forma muy inusual. En ese momento, el papel que desempeñamos en su cuidado es fundamental para aportarles seguridad y minimizar estos motivos. 

Aspiradora y secador

Hay mascotas que cuando ven que sus dueños están sacando la aspiradora ya corren a esconderse al otro lado de la casa. Este aparato es un ingenio diabólico para ellos, hace un ruido ensordecedor y sin motivo alguno para sus pequeñas cabecitas. Tanto perros como gatos tienen terror a este tipo de sonidos, que lo envuelven todo y que atrapan todo el espacio sonoro, no permitiendo escuchar ningún otro movimiento.

Esta situación de terror en nuestras mascotas también ocurre con el secador o con la campana extractora. Para ellos es como quedarse ciegos por un destello luminoso, pues el oído juega una función fundamental en su percepción del entorno. Lo utilizan en una alta medida para conocer qué se mueve a su alrededor, y con un ruido tan ensordecedor están carentes de esta información.

Tomentas, petardos y fuegos artificiales

Guardando mucha relación con el miedo a la aspiradora y al secador, las mascotas sufren graves episodios de terror cuando perciben las tormentas, petardos o fuegos artificiales. Son sonidos que afectan a sus oídos con tal profundidad que este hecho afecta gravemente a su estabilidad sensitiva y les sumerge en un estado de pánico que les puede durar horas. En muchos casos puede que no seas consciente de lo que les ocurre, porque el incidente esté provocado por un simple petardo lejano.

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El terror a los petardos y tomentas puede desencadenar un comportamiento promovido por el sentimiento de supervivencia. Las mascotas no saben contra quién luchan ni qué consecuencias pueden tener estos ruidos ensordecedores, pero saben que deben buscar la forma de escapar y de ponerse a salvo. Por eso pueden llegar a tratar de escarbar en suelos de superficies imposibles (como azulejos), o intentar abrir puertas con toda su fuerza e ingenio. Este estado de tensión les produce estrés, se les acelera su ritmo cardiaco y respiratorio, y es posible que vomiten. En las mascotas más ancianitas, unos petardos, tormenta o fuegos artificiales pueden producir paros cardiacos.

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Serpientes

A ningún mamífero le satisface ver una serpiente. Estamos preparados con un acto reflejo de temor instintivo que produce que ante una serpiente deseemos salir corriendo y no cruzarnos en su camino, porqe sabemos que tenemos las de perder si nos acercamos demasiado y caemos enredados por sus movimientos sinuosos.

En el caso de perros y gatos este terror está muy pronunciado, el pavor que les aborda es tal que sólo querrán correr para salvar la vida, con un susto en el cuerpo que les podrá durar horas.

Pepinos

Hace poco se puso de moda un viral en el que los dueños de los gatos situaban un pepino a su lado cuando los gatos no eran conscientes, y al girarse estos felinos pegaban un respingo enorme, fruto de un grandísimo susto. Este terror a los pepinos no es propio de que las mascotas detesten las hortalizas, sino que está directamente relacionado con el terror a los reptiles y a todo lo desconocido. Un pepino, cuando nunca has visto uno, es lo más parecido a una serpiente.

El perro, sin embargo, se asusta algo menos con los pepinos, pero por una cuestión meramente fisiológica, dado que sus ojos son capaces de captar más tridimensionalidad que los de los gatos, y también aprovechan mejor la luz. Por esta razón, un perro logra ver antes que un gato que el pepino es un vegetal inanimado.

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Agua

Lo que diferencia de forma más evidente los miedos de perros y gatos es el agua. Mientras que a los perros les suele gustar mojarse porque disfrutan con el juego y la caza acuática, los gatos sienten aversión a este líquido elemental. Se estima que lo que hace a los gatos aquafóbicos son sus orígenes más primarios, ya que proceden de de zonas desérticas, y su fisiología no está especialmente preparada para bañarse.

Espacios abiertos

Otra diferencia notable entre perros y gatos es el miedo de estos últimos a los espacios abiertos. Los gatos cuando caminan o corren siempre tienen en cuenta qué elementos del espacio pueden utilizar para la huída, esconderse o trepar. El caso es, siempre, mantener abierto un plan B por si hay que hacer primar la supervivencia antes de cualquier otra situación protocolaria. Correr por su vida es el lema de los gatos, mientras que los perros tienen una actitud que generalmente se basa en el ataque y la defensa.

Por este motivo, cuando un gato está en una zona muy amplia, donde no hay recovecos ni lugares donde ocultarse o trepar, como un parking vacío por ejemplo, sienten a flor de piel una gran vulnerabilidad que les hace correr como locos hasta ponerse a lugar seguro.

Claustrofobia

En lo referente a la claustrofobia, los perros y los gatos también mantienen una actitud muy distinta ante los transportines. Generalmente los perros admitirán de mayor grado entrar al transportín y pasar tiempo dentro. Esto se debe a que los perros son animales de costumbres, que confían en la seguridad de los espacios cuando repetidas veces han demostrado ser seguros. Sin embargo, los gatos no se fían de nada ni nadie, y un transportín es una forma de retenerlos, de arrebatarles posibilidad de escape, que es su autonomía en definitiva.

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