DEL INTERIOR A LA COSTA
En Astipalea hay que dejarse llevar sin rumbo, mapa, ni horario. A ello ayuda su tamaño manejable (unos 18 kilómetros de largo por 13 de ancho) gracias al cual resulta imposible perderse. Así se descubre Chora, la población mayor y principal, encaramada sobre la pendiente de una colina. Una delicia de ciudad atravesada por callejuelas estrechas y casas que se precipitan al mar, en la que destacan los restos de un antiguo castillo veneciano que se erigen majestuosos sobre el paisaje.
En verano, cuando el clima puede resultar bochornoso, no hay mejor manera aspirar un poco de aire fresco que subir hasta el punto más alto donde, además de unos fotogénicos molinos de viento, descansa una especie de atalaya desde la que se vierten unas vistas fabulosas sobre el Egeo.
Y si no, claro, siempre quedarán las playas que se suceden por la costa dentada, a veces en forma de recoletas calas de aguas cristalinas que dibujan el escenario perfecto. Playas que van ribeteando las alas de la mariposa, muchas de ellas agazapadas bajo bonitos pueblos de pescadores como Livadia, Analipsi, Schinondas y Vathi.