Entrevista con Romancera, la firma que eligen las novias a las que les encanta la moda

Tamara Vázquez, creadora de la firma, nos recibe en su atelier y nos enseña cómo da vida a sus diseños

Por Regina Navarro

A escasos metros de la Puerta de Alcalá, en la plaza de la Independencia, hay un edificio señorial, de portal amplio, escaleras alfombradas y ascensor con rejas. Dentro hay varios pisos y en uno de ellos se esconde el atelier de la firma nupcial Romancera. No es demasiado grande, pero tampoco es necesario. El taller, nos explica Tamara Vázquez, creadora de la firma, está en otra zona de la capital. Aquí es donde ella trabaja, recibe a sus novias y da vida a los vestidos que llevarán el día de su boda

El espacio está dividido en dos ambientes. Por un lado, una zona pensada para que Tamara trabajé de forma cómoda. Hay un escritorio lleno de bocetos, una inmensa mesa en la que los tejidos se amontonan… Por otro, una sala amplia, con un gran espejo, dos butacas bajas, una mesa auxiliar, una alfombra, un perchero lleno de vestido de novia -todos muy diferentes entre sí- y un mueble de madera oscuro. Es un tono que destaca sobre el resto del mobiliario de esa zona porque todo lo demás es de color beis. Está lleno de tejidos, "al menos debe haber cien", dice divertida la diseñadora. Allí es donde se hacen las pruebas del vestido.

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Para la diseñadora los tejidos son fundamentales. No solo porque sean la materia prima con la que da forma a sus ideas, sino porque si algo caracteriza los vestidos de novia de Romancera, además de los patrones depurados, es la mezcla de texturas. "Desde el principio hemos tratado de investigar y, sobre todo, encajar y armonizar texturas diferentes. Yo pienso que crean una atmósfera más interesante, más sorprendente, pero sin ser efectista", apunta.

Y es así. Sus vestidos tienen algo especial. Quizá lo más llamativo es que no se parecen demasiado entre sí, aunque hay un hilo conductor. Una identidad que está presente en las mangas (casi siempre especiales), en los cortes y, por supuesto, en la mezcla de materiales que no son los más comunes en el sector. Algo que suele pasar desapercibido al ojo inexperto, que quizá de entrada no se nota, pero que analizando la prenda al detalle sorprende por lo armónico del resultado.

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Los comienzos

Tamara había estudiado derecho y ejercido como abogada durante algunos años. Aunque siempre le había llamado la atención el mundo del diseño, lo veía como un sector inaccesible. Pero su carrera dio un giro. Del mundo de la abogacía pasó al de la moda, al área de desarrollo de negocio, la parte más business. La moda se volvía algo palpable y más accesible. Tanto empezó a llamarle este sector que se formó en London College of Fashion. "Luego estudié modelaje con Javier Barrueta, en Bilbao. Fue una experiencia fantástica. Javier es muy sabio y yo soy muy visual y muy de 2D. Fue una fórmula que a mí me enriqueció muchísimo a la hora de poder diseñar", cuenta.

Pero el verdadero punto de inflexión fue su boda, en junio de 2017. Ella, como muchas novias, eligió hacerse un vestido a medida. Lo creó junto a Lola Piña y la patronista Nuria García -que más tarde formarían parte de Romancera- y fue entonces cuando descubrió su verdadera pasión: el diseño. La creativa nos explica que podía pasar horas mirando tejidos, investigando con ellos, experimentando… Mientras nos lo cuenta su mente empieza a volar hacia sus recuerdos, le cuesta verbalizar las sensaciones y en sus ojos, cercanos a la emoción, se nota que siente una pasión muy real por lo que hace.

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Al volver de su viaje de novios Romancera empezó a coger forma y meses después, en 2018, se convirtió en una realidad. Una de las primeras decisiones que tomó Tamara fue la de crear una imagen de marca. Aunque se trata de una firma de novias a medida quería transmitir la esencia que tendrían sus diseños. Diseñó varios vestidos que representaban sus valores, eligió a una de las fotógrafas preferidas del sector de la moda nupcial, Pipi Hormaechea, y creó su primera editorial. Esto es algo que ahora se hace con bastante frecuencia, pero en aquel entonces, fue de las primeras. "Tenía muy clara la estrategia. Si creaba algo realmente interesante, especial, y que no fuese forzado, que fuese lo que había aquí dentro -y señala el corazón-, y no gustaba, ya está, lo había intentado, pero creo que tienes que seguir tu instinto, ser natural, mostrar lo que realmente es tu universo".

Las novias de Romancera

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.

Con estos versos empieza Romancero Gitano, una de las obras más conocidas de Federico García Lorca y en la que Tamara encontró la inspiración para dar el nombre a su firma. La diseñadora nos explica que, desde pequeña, ha sentido verdadera devoción por el poeta y dramaturgo, por la complejidad y las dualidades que encierra su obra. Algo que, en realidad, también se podría extrapolar a la esencia de Romancera.

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La suya en una firma en la que las tendencias del mundo de la moda (y de la calle, en general) conviven con los tejidos más propios de las novias. Son propuestas pensadas para chicas que no quieren ser princesas en su gran día, sino una extensión de su propia esencia: eso sí, de blanco y, casi siempre, con velo. Buscan calidad en los patrones y en los tejidos, tienen ciertos conocimientos de moda, les interesan las tendencias, quieren exclusividad y, aunque no buscan llamar demasiado la atención, tampoco quieren pasar desapercibidas. Con la creación de su vestido buscan embarcarse en un viaje y vivir una experiencia única, realmente especial. 

Tamara nos explica que, aunque tienen algunas referencias en su cabeza, cuando llegan al atelier se ponen en sus manos, confían. "Saben lo que no quieren. Que son pistas muy, muy importantes y muy buenas. Que nos ayuda a enfocar a las dos lo que no queremos. Casi todas me dicen lo mismo: 'quiero un vestido muy especial, diferente, muy bonito, pero yo soy muy sencilla'. Tengo que entender el lenguaje que ellas tienen, porque lo que es 'ser sencilla' para una no es lo mismo que para otra. Pero, en general, no tienen claro su vestido, solo sensaciones. Y lo que quieren es que consigamos encajar esas sensaciones".

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Para tratar de descifrarlas, la diseñadora habla con ellas, les pide que hagan un esfuerzo e imaginen la caída o el movimiento de un tejido. Con esas imágenes trata de evocar sensaciones y que ellas las aprueben o descarten. También les pide fotos de sus looks: más arreglada, más informal, algo con lo que se vea especialmente guapa o favorecida, en una boda, en un evento… ¡Cuantas más, mejor! Con toda esa información trata de dar con la mejor versión de cada chica para, después, proyectar su vestido e ir definiendo el look que llevará en su gran día. Un proceso en el que ella siempre está presente. Por eso, nos explica, no realizan demasiadas novias al año (nunca más de 30), porque para poder atender a todas y hacer un trabajo de máxima calidad, es importante limitar el número de vestidos.

Un futuro 'a medida'

Cuando llegó la pandemia, un buen número de diseñadores nupciales se plantearon lanzar colecciones pret â porter de novias. El mundo estaba cambiando, las bodas (las que todavía se celebraban) eran más pequeñas, los vestidos más austeros. Luego volvió la normalidad y aquellos diseños siguieron gustando. Tamara no tuvo dudas en aquel momento, y ahora tampoco: no tiene intención de crear una colección de vestidos de novia pret â porter. Al menos no ahora, al menos no de momento. ¿Y en un futuro algo más lejando? "Lo dudo, pero nunca se sabe". Se ríe y nos dice que quizá no debería ser tan rotunda, ni cerrarse puertas. Pero se siente cómoda creando diseños a medida, prendas únicas pensadas para una mujer concreta. Son ellas quienes la inspiran, las novias. Son sus historias, sus vivencias, sus necesidades… y eso, en una colección, no existe. O, al menos, no de forma tan directa. 

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