La boda en Segovia de Marta, la novia que se convirtió en su mejor 'wedding planner'

Nuestra protagonista tuvo que posponer la fecha pero con ayuda de su familia, y las ideas muy claras, celebró el enlace de sus sueños

Por Estrella Albendea

Todo look de novia tiene un significado aún más especial cuando está compuesto por piezas con un gran valor sentimental, recuerdos que familiares o amigos muy cercanos quisieron que la novia llevara en su gran día. Aunque lo más habitual es que haya ‘algo viejo’ o ‘algo prestado’ en forma de accesorios, algunas prometidas se atreven a añadir a su vestido ese bordado, tejido o retal que ha formado parte de la vida de otros. Esto precisamente fue lo que hizo Marta, la novia del vestido con el chaleco más especial, que confió en el el equipo de From Lista With Love. “A principios de septiembre del 2019, mi abuela, con la que tenía una relación muy especial, me ofreció utilizar el traje de bautizo de mi abuelo. Cuando me lo enseñó sabía que tenía que formar parte mi traje de novia. Tenía una batista suiza muy antigua, con jaretas a mano y una estructura deshilachada de la propia tela. Estaba muy deteriorado, pero pensamos que algo se podría aprovechar”, nos cuenta ella misma.

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El mejor tejido

De aquel detalle del pasado se pudieron rescatar piezas para el diseño que lució en su boda. “Cuando fuimos a ver a Maca y Zuma, de From Lista with love, les impresionó, les impuso hasta tocarlo, pero me dijeron que sí, que podríamos utilizarlo. Mi abuela falleció ese mismo mes, en octubre del 2019, por lo que me hizo especial ilusión saber que podría usar el traje de bautizo de mi abuelo, que ella me había dado”, rememora Marta. El vestido se fue construyendo poco a poco sobre el cuerpo de nuestra protagonista y fue evolucionando con el tiempo, porque el enlace tuvo que posponerse debido a la situación sanitaria. “En casa lo llamamos ‘la historia de un traje, pues empezamos a pensar en él en la primavera del 2019 y me casé en el verano del 2021”, confiesa con humor.

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Las mangas, la espalda y el cuerpo del diseño salieron del traje bautismal de su abuelo. Y hubo un detalle que jamás olvidará: en recuerdo de su abuela Rosa, su madre bordó una rosa, que era ese ‘algo azul’, que terminó cosida al vestido a la altura del corazón. “El diseño del cuello y el escote surgió de una camisa que llevé el primer día que conocí From Lista With Love. Les comenté que me gustaba y pensaron que favorecía mucho. Para el cuello utilizaron el remate en cuadro bordado del faldón del traje de bautizo”, indica Marta. Después surgió la falda, de estilo vaporoso, corte recto y “dos capas de crepé de seda y la exterior de batista”, puntualiza.

Más allá de la esencia vintage y los tejidos naturales, había una tendencia por la que nuestra protagonista no quería pasar. El velo no era una opción que ella considerase, pero el destino quiso que tuviera en cuenta otra posibilidad: “cuando mi abuela falleció, mi madre encontró entre sus cosas su colcha nupcial de organdí, bordada con bodoques. De ahí salió mi chaleco-cola que usaría en la iglesia y luego me quitaría en la celebración. Mi diseño final se compuso de esas dos piezas: vestido y chaleco-cola”.

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Flores preservadas y dos peinados

Encontrar el ramo de novia perfecto para un estilismo con tanta singularidad conllevó algunas dudas y cambios de opinión, pero finalmente Marta encontró en las versátiles flores preservadas la mejor de las soluciones. "Al principio tuve una idea, pero poco antes de la boda, en una visita al vivero de Diana, de Loving Lavanda, vi una planta súper especial que no había visto antes, que me encantó”, cuenta. Esa especie era la Lunaria, que incorporó con mucho estilo a su diseño floral junto a la avena y el misccanthus. ¿El resultado? Una propuesta atemporal en clave minimalista.

Minimalistas fueron, también, los dos peinados que escogió en su boda. La indecisión llevó a Marta a concretar que, con su cambio de vestido (al ser desmontable, se retiró el chaleco), iría, del mismo modo, una modificación en su recogido. “Quería llevar una coleta con trenza. Es un peinado que llevo mucho en mi día a día y creo que el día de tu boda tienes que ir cómoda, sintiéndote 100% tú. Un mes antes, en una prueba del vestido, me vi con la coleta suelta y me gustaba como quedaba, me apetecía llevarlo así también”, explica. Por ello, con la ayuda de Natalia (@natalita_hair_artist), aprovechó el cambio para incorporar la coleta al look y añadir un bonito lazo. Lo que no sufrió modificaciones fue el maquillaje, que corrió a cargo de Ana, de Bobbi Brown. La naturalidad fue la tendencia elegida con polvos bronceadores, colorete, sombras doradas y máscara de pestañas. 

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14 años de amor

Marta estaba radiante en su gran día y dejó a todos boquiabiertos, especialmente a Javi, su ya marido. “Tanto para Javi como para mí, el momento más especial fue cuando yo entré con mi padre y él me esperaba con el suyo en el altar de la ermita. Nos miramos desde lejos mientras sonaba la canción A Thousand Years cantada por Laraland. Nos miramos como diciendo: ‘lo hemos conseguido, está pasando, ¡por fin!’”, rememora. El camino para la pareja tuvo sus complicaciones, pero después de 14 años de amor, nada era imposible.

Marta tenía 17 años cuando conoció a Javi, quien entonces tenía 19. “Los primeros años juntos vivíamos los dos en Madrid, y en 2014 decidimos ‘cambiar de aires’: dejamos el trabajo y cruzamos el charco para irnos a vivir a Ciudad de México, la mejor decisión que hemos tomado, no lo cambiaríamos por nada. Allí fundamos una agencia boutique de Marketing Digital (Entredos Agency) juntos y unos meses antes de la pandemia decidimos apostar y abrir la agencia también en Madrid”, Ahora la pareja vive entre ambos países, lo que hizo algo más densa la organización de su boda, que tuvo lugar el 12 de junio.

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Boda en Segovia

Los novios se prometieron en mayo de 2019 y tuvieron que posponer su gran día hasta en dos ocasiones. “Había personas que para nosotros era importante que nos acompañaran ese día y no queríamos poner en riesgo su salud, por lo que decidimos esperar a que toda la situación estuviera mejor. Elegimos junio de 2021 y, honestamente, nos gustó incluso más la nueva fecha que la original en mayo. En junio nos asegurábamos más ese día de calor, con el campo verde y disfrutar el día al aire libre”, indica nuestra protagonista. La Ermita de la Virgen de la Adrada, en Otero de Herreros (Segovia) acogió la ceremonia, mientras que la celebración tuvo lugar en Finca Lasmargas. Además, contaban con invitados llegados desde México y por eso hicieron una preboda el viernes y una comida post-boda el domingo.

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En lo que a la organización de su gran día se refiere, Marta y Javi se pusieron manos a la obra sin la ayuda de ninguna wedding planner (sí con el apoyo de sus familias), porque querían disfrutar de todo el proceso y estaban convencidos de sus proveedores. “Para el día de la boda sí decidimos que era buena idea contar con ayuda. Queríamos disfrutar al máximo el día sin tener que preocuparnos de si un autobús no llegaba o si las mesas estaban bien colocadas. Cani, Marta y Mariana, de Smart Weddings, nos ayudaron muchísimo”, agradece.

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Alta calidad

Los profesionales y empresas que trabajaron en su boda se dejaron la piel y fueron cuidadosamente seleccionados. Para la ceremonia, buscaron un coro que fuese diferente, a medio camino entre lo clásico y lo moderno. “Descubrimos a Laraland. Lara nos invitó a uno de sus ensayos y nos encantó. Era mucho mejor de lo que imaginamos”, relata Marta. A ellos se sumaron otros muchos proveedores y una decoración muy especial, que nació de la batuta de la propia novia, que es arquitecta de interiores. Buscando no recargar la zona, optaron por el verde en la ermita: “decoramos con toques de eucalipto y plumeros en damajuanas, alternadas con faroles en el pasillo, guirnaldas en las barandillas del altar y un arco semi abierto vegetal increíble en la puerta de la ermita”. 

En el banquete, los manteles de cuadros vichy verdes, los ‘bajoplatos’ de ratán, los vasos verdes y las sillas de bambú fueron los grandes protagonistas. Se unían así a detalles florales como los caminos de eucalipto, los limones y unos pequeños jarrones con variedades florales, como recién cogidas del campo (margaritas, avena, craspedias y trigo). La idea era teletransportar a los invitados a una comida de verano: “con amigos, elegante, pero con un toque desenfadado”. Y lo consiguieron durante toda la boda. Un gran éxito para una gran pareja; porque no hay nada más acertado para que otros disfruten que una reunión natural, como las de siempre.