Si bien es cierto que hay personas que rinden mejor por la mañana y otras que son más bien nocturnas, la mayoría de los trabajadores tenemos horarios laborales muy parecidos. Una especie de calendario estándar seguido por la mayoría de nosotros
“Cada persona es un mundo, y por eso es esencial tener un profundo autoconocimiento de las propias capacidades y ritmos vitales a la hora de planificar una jornada laboral. Sin embargo, es posible identificar ciertos patrones de comportamiento compartidos por un amplio número de trabajadores”, destaca Joan Pons, CEO de WorkMeter.
Según su experiencia y de los análisis que lleva a cabo su herramienta de medición, divide las tareas en una jornada laboral media para que podamos sacar el mejor provecho del tiempo que pasamos trabajando y rendir más, pudiendo conciliar.
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Dedica la primera hora de la mañana a organizar
Con el primer café de la mañana, es el momento de hacer una primera aproximación pausada de lo que será el resto de la jornada. Puedes revisar el calendario, rehacer la agenda, responder e-mails o aligerar la lista de tareas pendientes completando alguna que pueda solucionarse de una manera corta y sencilla.
De 9:30 a 11 ponte en marcha
Después del café, tu mente ya empieza a ponerse a velocidad de crucero y ya estás preparada para acometer tareas de mayor envergadura. Es un buen momento para interactuar con compañeros y clientes; celebrar reuniones de seguimiento o arranque de proyectos y recopilar o consultar documentación que necesitaremos para el desarrollo de los mismos.
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De 11 a 13 ponte con las tareas principales
Por lo general, son las horas en las que nuestra mente está en disposición de ofrecer sus mejores prestaciones y mayores niveles de concentración. Hay que aprovechar el momento para acometer las tareas principales, más laboriosas y que requieran mayores esfuerzos, ya sean físicos o mentales, especialmente, en equipo. Lo mejor de nosotros mismos suele llegar en esta franja.
A las 13 tu energía empieza a descender, cambia de actividad
El esfuerzo sostenido de la etapa anterior comienza a pasarnos factura. Ya no estamos tan frescos ni las tareas avanzan con la misma fluidez. Baja nuestro rendimiento, por lo que, si las urgencias del día lo permiten, puede ser un buen momento para cambiar de tercio y realizar otro tipo de actividades. Por ejemplo, realizar llamadas o consultas rápidas pendientes con compañeros o proveedores.
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Entre 15 y 16 tus biorritmos descienden, haz tareas mecánicas
Para para tomar un tentempié o comer es necesario, pero después de esta pausa, cuesta volver a estar a tope. Es mucho más plausible que la recuperación de la productividad sea gradual. Por esa razón, es un momento de la jornada propicio para dedicarse a tareas mecánicas o que no requieran de mucha concentración ni dar lo mejor de nosotros mismos, por ejemplo, las de carácter administrativo.
De 16 a 17,30 vuelves a estar a tope
Recuperado el ritmo óptimo de trabajo, ya estás a punto para retomar tareas más complejas o de largo alcance; las mismas de la mañana, o bien otras diferentes que nos permitan renovar enfoques y poner en juego habilidades distintas. Es un buen momento para afrontar tareas que requieran altas prestaciones de trabajo individual.
Llega el final de la jornada
Las últimas horas del día son para la recapitulación y la interacción social. Por ejemplo, pueden destinarse a preparar la siguiente jornada, a una última (y breve) reunión de equipo o a asistir a eventos de networking fuera de la empresa.
Haz paradas
Los expertos de Workmeter puntualizan que a lo largo de toda esta jornada conviene realizar pequeñas pausas de 3-5 minutos para tomar un café, mantener una charla informal -idealmente, no de trabajo- con los compañeros, realizar pequeños estiramientos o dar breves paseos. Estas actividades permiten al trabajador despejarse, reactivarse y retomar sus tareas en la mejor disposición posible.
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