¿Por qué llamamos verdura al tomate cuando, en realidad, es una fruta?

Es una de las muchas curiosidades que hoy te contamos en relación a este delicioso y saludable alimento, ahora de plena temporada.

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Crudo, guisado, deshidratado, en salsas, purés, sopas frías y calientes, ensaladas, sofritos, ¡incluso en cócteles!… Pocos alimentos nos ofrecen en cocina una versatilidad tan importante como la que nos proporciona el tomate. Un alimento absolutamente cotidiano y e imprescindible en la cesta de la compra de millones de familias de todo el planeta. Tanto, que resulta complicado imaginar que hubo un tiempo en el que los recetarios europeos carecían de él. Y es que no fue hasta que los conquistadores del Nuevo Mundo lo trajeron desde América (al igual que otros muchos productos) que en Europa se pudo empezar a disfrutar de este alimento, del que hoy queremos contarte algunas curiosidades. ¡Seguro que más de una te sorprende!

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-Fruta, no verdura. ‘Fruto de la planta de la especie Solanum lycopersicum’. Así define el Diccionario de Gastronomía el término ‘tomate’. Entonces, si es una fruta, ¿por qué en muchos lugares está considerada como una verdura u hortaliza? La respuesta podría encontrarse en una anécdota ocurrida en el siglo XIX en Estados Unidos. A finales de ese siglo, la Corte Suprema del país norteamericano aprobó una ley que establecía una tasa para todas aquellas verduras que fueran importadas. Las compañías que importaban tomates alegaron que se trataba de una fruta y que, además, la ciencia así lo refrendaba. Sin embargo, el gobierno estadounidense alegó que su uso era más frecuente en cocina como hortaliza que como fruta, y que debían pagar. Sea ésta o no la razón que estandarizó el tomate como verdura, lo cierto es que no es el único alimento al que, según el país donde nos encontremos, se le denomina de un modo u otro (pasa lo mismo, por ejemplo, con el aguacate, la calabaza, el pepino, el pimiento…).

-Origen azteca. El término tomate proviene de la palabra tomatl propia del lenguaje náhuatl (idioma hablado por los aztecas de América Central, principalmente México). Significa algo similar a ‘fruta hinchada’.

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-Los primeros no era rojos. No nos referimos a los primeros tomates 'en la tierra', sino a los primeros que llegaron a Europa… Y es que, aunque el primer color que nos viene a la cabeza al pensar en tomate es el rojo, fueron los de la variedad amarilla los que primero conocimos a este lado del Atlántico. De ahí, por ejemplo, que en italiano el tomate se llame ‘pomodoro’ (manzana de oro, o amarilla).

-Uso ornamental. Cuando el tomate llegó a Europa no lo hizo desde el principio como ingrediente gastronómico. Debido a su gran vistosidad (y a cierto reparo inicial a que pudiera resultar un alimento tóxico) solo se empleaba como con fines decorativos y ornamentales.

-Solo 22 calorías. Es lo que aportan al organismo 100 gramos de tomate. Además de ser un gran aliado de la línea también lo es de la salud; este fruto es una fuente importante de vitaminas, fibras y ciertos minerales como el potasio o el magnesio.

-Gran fuente de ‘umami’. ¿De um... qué?, pensarán algunos... Este término japonés hace referencia al quinto sabor (ése que no es al 100% ni dulce, ni salado, ni amargo, ni dulce). Está presente en alimentos que, de manera natural, tienen en su composición ácido glutamático como queso parmesano, las anchoas, el jamón ibérico, los mariscos… y, entre otros, también el tomate.

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Más de 10.000 variedades. Pequeños, medianos, grandes, rojos, verdes, amarillos, rosas, más acuosos, con menos pepitas... A lo largo de la historia se han llegado a contabilizar miles de tomates en el mundo, algunos muy populares como el cherry, el kumato, el tomate pera… En España, por ejemplo, son muy apreciadas variedades como el Raf de Almería, el rosa de Barbastro, el ramellet de Mallorca, el antiguo de Tudela, el Corazón de buey… Variedades algo menos económicas que el tomate ‘vulgaris’ que encontramos en los supermercados (que muchas veces ni siquiera sabe a tomate), pero cuya compra compensa con creces a nivel de sabor.

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