Ainhoa Arteta: confesiones de una diva que se ha enfrentado a la muerte

Se sincera en ¡HOLA! sobre todo lo que ha vivido en el último año: la covid, una sepsis que la llevó a estar en coma, la pérdida de su voz y la separación de su cuarto marido, Matías Urrea

Ainhoa Arteta

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Ainhoa Arteta siempre se ha sentido muy identificada con Tosca, la pasional y frágil protagonista de la ópera de Giacomo Puccini. “Aunque yo jamás me lanzaría al vacío desde la muralla de un castillo”, se apresura a aclarar la soprano, que ha interpretado innumerables veces a ese personaje: una cantante sofisticada y algo frívola, cuya vida transcurre entre el arte y su amante en tiempos turbulentos. Al igual que Tosca, Ainhoa es una heroína tras haber superado, en el último año, situaciones extremas jamás imaginadas: la covid y sus secuelas, un cólico nefrítico que derivó en una septicemia casi mortal, varias operaciones dolorosas y la amputación de un dedo, la pérdida de su voz y, finalmente, la separación de su cuarto marido, Matías Urrea.

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A diferencia del melodrama trágico de Puccini, la historia de Ainhoa tiene un final feliz. “Estuve a punto de morirme, pero la vida me ha dado una segunda oportunidad”, reconoce. “Cuando estás al borde de la muerte, lo que priorizas es la vida. Me siento tremendamente afortunada porque estoy viva y, encima, he conseguido volver a cantar”, añade la artista lírica, que lleva siete meses alejada de los esce­narios. El 27 de febrero regresa con un recital en el teatro de la Zarzuela, junto al tenor mexicano Ramón Vargas, con quien interpretará música española: los textos de grandísimos poetas, como Machado, García Lorca, Pedro Salinas, musicados por los más grandes compositores. La diva vuelve a escena. Pero antes de que se abra el telón, se sincera en ¡HOLA! sobre el año más difícil de su vida y habla de todo: desde su milagrosa recuperación física a su traumática ruptura sentimental.

“Cuando desperté del coma, me faltaba un dedo de la mano derecha y parte de otro del pie. Pero lo más importante es que casi me muero”

—Ainhoa, ¿dos mil veintiuno ha sido el año más difícil de tu vida?

—Uno de los más difíciles, por muchísimas razones. Pero no solo para mí. Desde dos mil veinte, hemos vivido colectivamente tiempos muy difíciles. Yo he tenido años complicados, pero tengo que decir que ninguno como el dos mil veintiuno, ha sido tremendo.

—Todo empezó a comienzos del año pasado, cuando cogiste la Covid…

—Sí, las consecuencias de la Covid fueron devastadoras para mí. Me dejó casi sin poder caminar. Me costó mucho reponerme porque estaba con mucha fatiga. Tuve que hacer fisioterapia, masajes, rehabilitación… Luego volví a estar bien, regresé al trabajo, hice mis conciertos, alguna ópera y llegó el capítulo del cólico nefrítico. El diecinueve de julio, yo estaba cantando; el veintidós, estaba con una piedra entre el riñón y la vejiga. Me operaron, pero ya había una infección que había entrado en mi torrente sanguíneo y estaba generando una sepsis. Pasé de estar bien a estar seis días en coma inducido y diez en la UCI. Cuando desperté, tenía las manos y los pies negros, se me habían necrosado las extremidades. La mano izquierda, que está más cerca del corazón, se salvó, pero la derecha quedó destrozada. Todavía me cuesta moverla. Lo más importante no es que me quedé sin un dedo o con un pie mal, lo más importante es que casi me muero.

“Los médicos me dijeron que diera gracias a Dios porque sobreviví de milagro. No daban un duro por mí”
Ainhoa Arteta©VALERO RIOJA
“Yo soy muy diva cuando subo a un escenario, pero, cuando vuelvo al camerino o a casa, cuelgo el traje de diva en una silla y soy la madre, la hija, la hermana, la esposa…”, dice Ainhoa.

—¿Cuál fue tu último recuerdo antes de entrar en la UCI?

—Recuerdo que estaba en un hospital en Puerto Sherry. Estaba tan mal que los médicos decidieron llevarme en helicóptero al hospital Virgen del Rocío, en Sevilla. Oí la palabra “entubar” y lo último que dije fue: “A mí no me entuba nadie…”. No quería que me entubaran porque eso es muy peligroso para los cantantes.

“No tenía pensado separarme de Matías. Después de la operación, le pedí un tiempo para recuperarme. Necesitaba irme a mi casa, al norte. Ahí la cosa se empezó a torcer”

—¿Te explicaron por qué se generó esa sepsis que casi te mata?

—Sí. A lo largo de mi carrera me han tenido que medicar muchas veces para poder estar sobre el escenario. He tomado muchos antibióticos y he generado una resistencia muy grande a ellos. Por eso no funcionaba ninguno y me estaba muriendo. El único que no me dieron es la penicilina, porque soy alérgica. Pero no quedó otra opción: o me daban penicilina o me moría. Me provocó una pequeña reacción alérgica, pero funcionó. Mi cuerpo reaccionó. Así salí adelante.

—¿Cuál fue tu reacción cuando los médicos te dijeron que había que ampu­tar dedos?

—No me pudieron consultar. Cuando desperté del coma inducido, ya me faltaba un dedo de la mano dere­cha y parte de otro del pie. Tenía las manos y los pies negros e hinchados, no podía ni andar. Si ves mis manos, todos los dedos tienen injertos. He pasado un infierno.

“No me arrepiento de mi matrimonio con Matías porque al final no nos casamos, no hubo papeles. Las cosas empiezan y tienen un final”

—¿Cómo fueron esos días en la UCI ya despierta?

—Yo estaba en una UCI de covid, pero en una parte protegida y aislada. Asistí durante diez días a todo lo que está viviendo el personal sanitario. No nos hacemos a la idea de la exigencia física y mental a la que están sometidos nuestros médicos y enfermeras. Veía batas azules corriendo por todos lados, todo el día. Cuando moría alguien, los médicos y enfermeras buscaban un rincón en la UCI para llorar, pensar o consolar a un compañero. Y a los tres minutos, todos volvían al trabajo. No podían parar. Esa experiencia me ha marcado. Cuando leo que hay recortes en sanidad no doy crédito.

Ainhoa Arteta©VALERO RIOJA

—Y de repente pierdes la voz… ¿Fue una secuela de todo esto?

—Sí. Al haber sido entubada, se obstruyó una glándula de mi cuerda vocal derecha. Las glándulas segregan saliva y mucosa que van lubricando las cuerdas. Poco a poco, la cuerda se fue engrosando hasta llegar al tamaño de un garbanzo. Para octubre ya estaba sin voz. No podía hablar. Tengo que decir que he pasado mucho miedo, angustia y dolor físico. El dolor de un miembro amputado es inexplicable. No hay nada que lo calme. Tuvieron que darme morfina.

“Mi exmarido, Jesús Garmendia, se ha portado como el caballero que es. Siempre hemos tenido buena rela­ción, pero ahora es todavía mejor”

—¿Temiste perder la voz para siempre?

—Sí, llegué a temer lo peor: perder la voz para siempre. Me entró el pánico. Hablé con muchos colegas y todos me recomendaron consultar al mismo cirujano, el doctor Gerrit Wohlt, en Berlín. El noventa por ciento de mis colegas están de alguna manera u otra operados de las cuerdas. Nosotros somos atletas y nuestras cuerdas son como la musculatura. Sufrimos lesiones de todo tipo. Fui a ver al doctor Wohlt y me dijo que había que operar. Me explicó que tardaría entre seis meses y un año en recuperarme, pero ya puedo cantar. Me operaron en el mes de noviembre y ahora, en febrero, voy a debutar. Es un milagro. Otro, después de sobrevivir a la sepsis. La primera vez que pude emitir un sonido después de la cirugía lloré de emoción.

Ainhoa Arteta©VALERO RIOJA
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“Con todo lo que hemos pasado en estos años, todos deberíamos ir a terapia para entender lo que hemos vivido”, dice la cantante lírica, gran defensora de la salud mental.

—¡Dos milagros!

—El primero sí que lo fue. Los médicos insistieron en que diera muchas gracias a Dios, porque sobreviví de milagro. Me dijeron que no daban un duro por mí. Por eso quiero transmitir un mensaje de positivismo. Estamos todos muy tocados mentalmente por culpa de la pandemia. Todos hemos tenido que despedirnos de seres queridos y eso tiene un peaje. Pero no debemos perder la esperanza. He aprendido que estoy viva y que hay que aprovecharlo. La vida me ha dado una segunda oportunidad. No quiero que la gente diga: “Pobre Ainhoa, se ha quedado sin un dedo y con los pies mal”. No. Ainhoa se siente tremendamente afortunada porque está viva y, encima, ha conseguido volver a cantar. Tengo a mis hijos, que están sanos; tengo amigos; tengo familia; tengo trabajo… No puedo pedir nada más.

—Y en septiembre, sin que nadie lo esperara, se anuncia tu separación de Matías…

—No teníamos pensado separarnos ni nada. Después de la operación, sí le pedí a Matías un tiempo para recuperarme. Necesitaba irme a mi casa, al norte, a pasear por las playas. Ahí la cosa se empezó a torcer. Jamás he dado explicaciones sobre ninguna de mis relaciones y no lo voy a hacer ahora. No puedo hablar mal de una persona con la que he convivido seis años. No lo voy a hacer jamás.

“Enamorarme no está entre mis planes. Ahora mi plan es terminar de curarme, recuperar la movilidad de mi mano derecha y sanar mis cuerdas vocales”

—¿Te has arrepentido de casarte?

—No, porque al final no nos casamos, no hubo papeles. De lo que ha pasado no me siento arrepentida. Las cosas empiezan y tienen un final y no hay que darle más vueltas a la historia.

—¿Crees que has tenido suerte en el amor?

—Yo creo que he tenido suerte en el amor. He sido feliz con todas mis parejas, si no, no hubiera estado con ellas. No tuve la suerte de tener una pareja estable y duradera, pero soy consciente de que, con mi carrera, eso es muy complicado. Por eso no puedo culpar a mis parejas, al revés. Mi propia carrera consume las relaciones. Además, siendo mujer, es más compli­cado. Lo he hablado muchas veces con mis compañeras. Cierras la puerta de tu casa y te llevas la casa a cuestas. Es doble trabajo. Los colegas masculinos mantienen sus matrimonios porque sus mujeres se quedan en casa cuidando de los niños. Yo entiendo que vivir y convivir con una cantante lírica, mujer y con hijos, es complicado. No es fácil.

—¿Te gustaría volver a enamorarte?

—Enamorarme no está entre mis planes. Ahora mi plan es terminar de curarme, recuperar la movilidad de mi mano derecha y terminar de sanar mis cuerdas vocales.

“No puedo hablar mal de una persona con la que he convivido seis años. No lo voy a hacer jamás”

—¿Sigues creyendo en el amor?

—Claro que sigo creyendo en el amor, en todas sus facetas. ¿Qué sería de este mundo sin amor? Yo me he curado con amor, con el amor de mi familia, mis amigos, mis más allegados. Creo en el amor, pero no soy enamoradiza. Soy muy vasca, muy seca, nada ligona. No doy pie a que liguen conmigo. El que liga conmigo es porque pone mucho empeño.

—¿Y respecto al matrimonio?

—Por supuesto. Que a mí no me haya ido bien no significa que no haya matrimonios maravillosos. Tengo ejemplos en mi familia y entre mis amigas. Pero reconozco que es mucho más fácil mantenerlo cuando tienes una vida ordenada, más ordenada que la mía.

Ainhoa Arteta©VALERO RIOJA

—¿Qué tiene que tener ahora un hombre para enamorarte?

—Ser de ciencia ficción, un héroe de Marvel. Ahora mismo no existe un hombre del que pueda enamorare. Si existe, yo no voy a buscarlo.

—¿Has necesitado ayuda profesional para lidiar con todo lo que has vivido en el último año?

—He necesitado psicoterapia. Por supuesto. Después de haber vivido diecisiete años en Nueva York, soy una gran defensora de la terapia y la salud mental. El raro es el que no va al psicólogo. Con todo lo que hemos pasado en estos años, todos deberíamos ir a terapia para entender lo que hemos vivido.

“No quiero que la gente diga: “Pobre Ainhoa, se ha quedado sin un dedo y con los pies mal”. No. Ainhoa se siente tremen­damente afortunada porque está viva”

—Cuando salió la noticia de tu separación, Jesús Garmendia, tu exmarido, dijo que eras una gran madre.

—Se ha portado como el caballero que es. Tenemos un hijo en común y siempre hemos tenido buena relación, pero ahora es todavía mejor. La relación ha mejorado mucho, por nuestro hijo y porque nos hemos dado cuenta de la suerte que tenemos de estar vivos y de tener una familia. El padre de mi hija, Sara, también me llamaba constantemente desde Estados Unidos.

“He necesitado psicoterapia. Soy una gran defensora de la terapia y la salud mental. Considero que el que no va al piscológo es raro”

—Tu hija ha sido uno de tus grandes apoyos. Quiere ser cantante, como tú.

—-Sí, Sara tiene una voz maravillosa, pero no va a ser cantante lírica. Se está preparando mucho y quiere ser artista.

—¿Y cómo procesas eso, sabiendo los sacrificios que implica?

—Bueno, cada uno escoge la vida que quiere. Le digo que esto no es fácil, ni en la lírica ni en el pop. Es un trabajo en el que hay que sentir mucha pasión. No vas a ser millo­nario. Yo vivo bien, pero no soy un futbo­lista.

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“Creo en el amor, pero no soy enamoradiza”, reconoce Ainhoa. “Soy muy vasca, muy seca. No doy pie a que liguen conmigo. El que liga conmigo es porque pone mucho empeño”.

—Existe el mito de que la cantante lírica es una diva dentro y fuera del escenario. ¿Lo eres?

—Yo soy muy diva cuando subo a un escenario y tengo que interpretar algo. Pero, cuando vuelvo al camerino o a casa, cuelgo el traje de diva en una silla y soy la madre, la hija, la hermana, la esposa…

“Sigo creyendo en el matrimonio. Pero reconozco que es mucho más fácil mantenerlo cuando tienes una vida más ordenada que la mía”

—¿En algún momento has pensando en retirarte?

—No, yo no voy a retirarme nunca. Los artistas nacemos y morimos artistas. Nunca olvidaré a Victoria de los Ángeles, la gran soprano española, que horas antes de morir se quitó el respirador y me cantó Si, Mi chiamano Mimi. Tenía una grave deficiencia pulmonar, no podía casi respirar, pero hasta el final cantó el aria de La Bohème, de Puccini, que la hizo famosa. Un cantante nace cantante y muere cantante.


Texto: MARTÍN BIANCHI

Fotografía: VALERO RIOJA

Estilismo: MARIAJE IBAÑEZ

Maquillaje y peluquería: JAVIER MASCAREÑA

Agradecimiento: PALACIO DE LOS DUQUES,GRAN MELIÁ

Ayudante de estilismo: Ainhoa Badiola

Agradecimiento: Marbella Falcons

Estilismos: Alicia Rueda, Teté By Odette, Manu García Costura, Joseph Ribkoff/Joyería: Suárez

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