SABÍAS QUE…
La construcción del Taj Mahal necesitó el esfuerzo de unos 20.000 obreros durante 22 años, empeñados en una obsesión del emperador y una promesa del desconsolado marido.
El disgusto del emperador al conocer la muerte de la llamada «perla del palacio» le hizo encanecer de la noche a la mañana, y su dolor le hizo dedicar una auténtica fortuna a este elegante complejo.
El inspirador Taj Mahal es tan fotogénico y visitado que corre el riesgo de haberse convertido en una especie de cliché.
El juego de la luz sobre los mármoles no es fruto de la casualidad sino que fue planeado a conciencia por su arquitecto –cuyo nombre no ha pasado a la historia–, que pretendía al parecer con este espectacular efecto hacer constar la presencia de Dios, cuya figura nunca se representa con forma humana en la cultura musulmana.
El mármol blanco de las fachadas fue acarreado a lomos de elefante desde las canteras de Jodhpur, en el Estado norteño del Rajastán; el jade y el cristal que las adornan, de China; y la infinidad de piedras semipreciosas incrustadas por doquier llegaron de Tíbet, Yemen, Afganistán, Egipto, Ceilán, Persia o Arabia.
Según cuenta la leyenda, el emperador quiso edificar un mausoleo gemelo al de su esposa en mármol negro del otro lado del río y unir ambos por un puente de oro. Algo que, de ser cierto, nunca pudo hacer, ya que fue encarcelado por uno de sus hijos en el fuerte de Agra, donde murió mirando su gran obra erigida a la derecha de la curva del Yamuna.
Son muchos los «royals» que se han inmortalizado posando ante el Taj Mahal, desde los reyes de Bélgica a Isabel II o Victoria de Suecia. El príncipe de Asturias y la joven noruega Eva Sannum fueron fotografiados juntos ante él durante un viaje a la India, confirmando así una relación que ya duraba varios años.
El banco de mármol blanco situado delante del emblemático monumento lo convirtió en símbolo la malograda Diana, quien posó en él mostrando al mundo su soledad y desamor el 11 de febrero de 1992. Diez meses después se anunciaría su separación del príncipe Carlos. Desde entonces se le conoce como «el banco de Diana».