Lunes 3 de junio. Palacio de Buckingham. La reina de Inglaterra, Isabel II, se dispone a ofrecer un gran banquete en honor del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y de su mujer, Melania. Todo está dispuesto y, a las ocho y media de la tarde (hora local), las puertas del majestuoso edificio se abren para recibir a sus ilustres invitados. Nada más hacer su entrada en el Gran Salón de Baile -comedor elegido para celebrar la cena-, algo llama poderosamente la atención de los presentes: todas las mujeres de la Familia Real británica y la primera dama estadounidense visten el mismo color: el blanco.
Isabel II abre las puertas del palacio de Buckingham a la familia Trump
¿Fue casualidad o se pusieron todas de acuerdo? ¿Y por qué precisamente el blanco? El experto en colorimetría Gabi Winters ha desvelado, en conversación con HELLO! cuál es la razón que podría haber llevado a las mujeres del clan Windsor y a la propia Melania Trump a escoger ese tono y lucirlo en la cena de gala del pasado lunes. "El blanco es el color de la paz y el de los nuevos comienzos, por lo que el significado psicológico que está detrás de esta elección de un tono tan poco común responde a una intención de renovar, de celebrar los lazos diplomáticos entre diferentes naciones", ha asegurado.
"Es cierto que no es un color estimulante a los sentidos, pero podríamos decir que representa un lienzo en blanco que espera ser escrito. Es un tono totalmente reflectante que crea la sensación de simplicidad, de camino a seguir totalmente despejado", continúa. Para el experto, el papel de este color dentro del espectro cromático -cabe señalar que es el resultado del equilibrio exacto de todos los colores- deja claro que el blanco es el color de la igualdad, la neutralidad y la independencia. "Es un símbolo de pureza, de limpieza, de perfección... por eso lo eligen las novias para casarse, los médicos y la gente que trabaja en el mar", desvela Gabi Winters.
Un dato curioso al que se suma otro, en el que posiblemente repararon muchas menos personas: el hecho de que los hombres, aunque lucieron trajes oscuros, eligieron para completar sus estilismos camisas, chalecos y pajaritas blancas. "Es casi seguro que hubo un dress code para esa noche y que el predominio del blanco no fue una mera coincidencia", concluye el experto en colorimetría.
La elección del color no fue la única anécdota de la noche en Buckingham. Donald Trump pudo haberse saltado el protocolo de manera inconsciente cuando trató de transmitir a la reina Isabel II cierto grado de cariño y cercanía. En un momento dado de la velada, justo cuando terminó de pronunciar su discurso, el presidente estadounidense apoyó su mano sobre la espalda de la soberana, lo que fue interpretado como un gesto desafortunado y demasiado coloquial, no aceptable en el estricto protocolo de esa cita británica.
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