Así es Felipe VI, el Rey más joven de las monarquías

Por hola.com

Don Juan Carlos de Borbón, entonces Príncipe de España, tenía la firme corazonada de que su tercer hijo, tras las infantas Elena y Cristina, sería un varón. “Me lo repetía a mí mismo: a la tercera va la vencida”, contaría años más tarde. Y así fue. La mañana del 30 de enero de 1968, sus dudas quedaron despejadas cuando la puerta de la sala en la que esperaba, en la Clínica Nuestra Señora de Loreto, en Madrid, se abrió a las 12.35 h y le anunciaron que doña Sofía había dado a luz un niño.

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Cincuenta años de vida de Felipe VI en más de cincuenta imágenes

El propio rey Juan Carlos confesaría más tarde que, al conocer la noticia, “empecé a dar saltos de alegría, como cualquier padre, y a abrazar a todo el mundo”. Poco después, informaba orgulloso ante la prensa que había nacido su tercer hijo con unas palabras llenas de significado: “Es rubio, tiene los ojos azules... y España tiene un servidor más”. Un don Juan Carlos pletórico llamó, a continuación, a Estoril para comunicar a su padre, don Juan, la gran noticia. “Se ha puesto tan contento que parece que el que ha tenido el niño es él”, comentó el Conde de Barcelona. Don Felipe era un bebé robusto que pesó cuatro kilos y trescientos gramos y midió cincuenta y cinco centímetros, dormía en una cuna de estilo inglés y se chupaba el dedo pulgar en cuanto podía. Nueve días después de su nacimiento, recibió el bautismo con los nombres del primer Borbón que reinó en nuestro país, Felipe, con el que se daba continuidad al nombre y a la dinastía; el de sus abuelos, Juan y Pablo, y el de su bisabuelo Alfonso, el último monarca que había reinado en España.

UNA MADRINA DE EXCEPCIÓN
Aquel 8 de febrero de 1968 en que el recién nacido recibió el bautismo fue importante, además, porque la reina Victoria Eugenia de España, bisabuela del bebé, que no pisaba suelo español desde que comenzó su exilio, en abril de 1931, viajó a Madrid con el especial cometido de ser su madrina. El padrino fue su abuelo paterno, don Juan de Borbón. Doña Victoria Eugenia falleció un año después en la localidad suiza de Lausana, donde vivía. La ceremonia del bautismo se celebró en la capilla del palacio de la Zarzuela. Don Felipe vistió el traje de cristianar que había llevado su padre y fue bautizado en la pila de Santo Domingo de Guzmán, la misma en la que han recibido el sacramento casi todos los príncipes e infantas de España desde la época de Felipe IV. Cinco meses después y cumpliendo una tradición que se remonta a 1556, el pequeño fue presentado por sus padres a la Virgen de Atocha.

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CARIÑO Y DISCIPLINA
Al igual que había hecho con las infantas Elena y Cristina, la entonces princesa doña Sofía, que había cursado estudios de puericultura, se ocupó personalmente del cuidado del Príncipe. Le daba los biberones, le bañaba, le acunaba y le dormía. Puso en práctica, adelantándose a su tiempo, lo que las princesas de hoy hacen en lo posible, que es tratar de dedicar a sus hijos una atención más cercana y cotidiana. “No hay nada más importante en el mundo que los hijos. Los mejores momentos del día los paso jugando con ellos”, solía decir. El joven matrimonio de don Juan Carlos y doña Sofía compartía en su residencia del palacio de la Zarzuela su tiempo de ocio con sus tres hijos, a los que no les faltó el cariño de sus padres y tampoco la disciplina. A los cinco años, don Felipe comenzó su formación en el colegio Nuestra Señora de los Rosales, un centro educativo madrileño, donde cursó preescolar, Educación General Básica y Bachillerato hasta los diecisiete años.

Fue un buen estudiante que destacó por sus resultados académicos y por su sentido del esfuerzo. Sus profesores y compañeros le definen como prudente y discreto, pero también le ven dotado de un gran sentido del humor. De niño, en una ocasión, cuando le preguntaron por su asignatura favorita, el pequeño respondió rotundo y espontáneo: “¡La siesta!”, en referencia al tiempo que, tras la comida, podía aprovechar para dar una cabezada sobre el pupitre. Desde muy temprano, el joven Felipe se preocupó por tratar de pasar inadvertido y ser un alumno más, aunque también era consciente del lugar que ocupaba y de que debería anteponer siempre el deber a sus gustos o deseos personales. Así, en los actos oficiales en los que fue protagonista o en aquellos en los que acompañaba a sus padres, mostró siempre un comportamiento serio y ejemplar.

TRAVESURAS EN LOS ROSALES
Pero, como a cualquier niño de su edad, le gustaban las travesuras, así que solía esconderse cuando iban a recogerle al colegio y los miembros de seguridad se volvían locos buscándole. “Los años más felices de mi vida —diría el Rey años más tarde— fueron los de mi niñez en los Rosales”. Tampoco faltaron los accidentes infantiles, provocados en su mayoría por los juguetes con ruedas. El accidente más aparatoso y responsable de su primera cicatriz ocurrió al caer de su monopatín mientras jugaba en los jardines del palacio de la Zarzuela. La herida, bastante profunda, necesitó varios puntos de sutura.

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Con siete años, el 22 de noviembre de 1975, presenció cómo su padre era proclamado Rey y él se convertía en Príncipe heredero. Años más tarde, confesaría que ese había sido uno de los días más importantes de su vida. En noviembre de 1977, don Felipe recibía, en un multitudinario y emotivo acto en Covadonga, los atributos como Príncipe de Asturias número 35, título que se une a los de Príncipe de Gerona, de Viana, Duque de Montblanc, Conde de Cervera y Señor de Balaguer. Con trece años presidió su primer acto oficial y, bajo la atenta mirada de sus padres, que le acompañaban, pronunció su primer discurso público durante los premios Príncipe de Asturias en Oviedo en 1981, en el que dijo llevar a “Asturias en lo más profundo de mi corazón”.

LEJOS DE CASA POR PRIMERA VEZ
Fue al terminar el bachillerato cuando don Juan Carlos y doña Sofía decidieron que don Felipe hiciera el Curso de Orientación Universitaria (COU) fuera de España. Ha llegado el momento de que asuma una mayor responsabilidad y de que madure su personalidad. “Entre todos lo habíamos malcriado —confesaría doña Sofía a la periodista Pilar Urbano—. Le gustaba dormir mucho y madrugar poco, tendía a salirse con la suya... Por eso convenía exigirle”.

Así, don Felipe viaja a Canadá, en el verano de 1984, para completar su formación en el prestigioso Lakefield College, cerca de Toronto, en Ontario. Será su último paso antes de empezar la Universidad. Allí trabará amistades que aún conserva. Sus compañeros le llaman “Flip”, una abreviatura de “Felipe”, que les cuesta mucho pronunciar. Académicamente, pudo perfeccionar su francés y las matemáticas. Pero, sobre todo, fue la ocasión para adquirir independencia y madurez: “Tuve que aprender a valerme por mí mismo, a estar en un ambiente en el que nadie tenía por qué entender lo que yo era”, recordaba tiempo después. A su vuelta, doña Sofía, que le había visitado en varias ocasiones, pudo comprobar el cambio que había experimentado su hijo: “Volvió hecho un hombre”.

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UNA INTENSA FORMACIÓN MILITAR
A su regreso de Canadá, don Felipe comienza su formación militar. Fueron tres años duros e intensos, en los que pasó por cada una de las tres academias militares, tal y como sucede en otras Casas Reales de Europa (Guillermo de Holanda y Federico de Dinamarca pasaron por los tres Ejércitos de su país, el príncipe Carlos de Inglaterra es marino de guerra y Haakon de Noruega se formó en la Armada de su país). El príncipe Felipe, sin embargo, ya se había vestido de militar el 28 de mayo de 1977, cuando, a la edad de nueve años, firmaba el documento de filiación básica de adiestramiento en las filas del Regimiento de Infantería Inmemorial del Rey Número 1, el más antiguo del Ejército, y en cuyas filas también estuvo en su día Alfonso XII. En un emotivo discurso, don Juan Carlos se dirigió a él con estas palabras: “Felipe, tienes que ser un buen soldado, el mejor, el más abnegado, el más sobrio. Hoy es un gran día para ti”.

El primer destino del príncipe don Felipe es la Academia General Militar de Zaragoza, en la que ingresa el 2 de septiembre de 1985. El 11 de octubre jura bandera y besa una muy especial, la que en su día bordó su tatarabuela, la Reina María Cristina. Allí sus compañeros le apodan Cadete más y Winston, por ser “rubio y muy alto”. En septiembre de 1986 ingresa en la Academia Naval Militar de Marín (Pontevedra) y a los cuatro meses embarca como guardiamarina en el buque-escuela Juan Sebastián Elcano, que daba su sexta vuelta al mundo. De aquel día es una fotografía histórica, tomada a bordo del buque, en la que aparecen padre, hijo y nieto, todos con uniforme de la Marina: tres generaciones unidas por su amor al mar, que han pasado por el buque-escuela y representan la continuidad dinástica.

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El tercer destino militar de don Felipe es la Academia General del Aire de San Javier (Murcia), en la que ingresa en septiembre de 1987. Felipe VI pilota solo, por primera vez, el 27 de enero de 1988. En San Javier, sus compañeros le llaman “SAR”, por las iniciales de Servicio Aéreo de Rescate, que coinciden con las de Su Alteza Real. Hasta su proclamación, ostentaba los rangos de teniente coronel del Ejército de Tierra y del Ejército del Aire y el de capitán de fragata de la Armada. Su siguiente paso, la Universidad.

EL PRIMER PRÍNCIPE DE ASTURIAS UNIVERSITARIO
Don Felipe inicia sus estudios universitarios en septiembre de 1988, en la Universidad Autónoma de Madrid, donde cinco años después, en 1993, obtiene su licenciatura en Derecho, además de cursar varias asignaturas de Economía para completar su formación. “Me impresionó gratamente su capacidad para ser uno más sin dejar de ser el príncipe de Asturias, porque sabía compaginar autoridad y sencillez de trato”, aseguraba tiempo después Aurelio Menéndez, catedrático de Derecho Mercantil y tutor de don Felipe. “Una de las virtudes humanas del Príncipe es saber estar siempre en su sitio, y ello hace que resulte fácil trabajar con él”, añadía. Carmen Iglesias, profesora de Historia y preceptora del entonces Príncipe de Asturias, alababa su categoría humana y su inteligencia: “Sorprendió a sus profesores de facultad por las excelentes calificaciones que obtenía, porque era un estudiante magnífico y una persona con una gran curiosidad intelectual”. Sus notas fueron brillantes, a pesar de que en ese periodo sus compromisos oficiales ya eran frecuentes.

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LA OTRA CARA DE LA LUNA QUE DESCUBRIÓ EL PRÍNCIPE
“Lo que hay que decir de él es la verdad, que es un niño normal, como todos los demás; esa es su fuerza y lo que le hace más verdadero”, revelaba hace años don Juan, abuelo del rey Felipe, por el que su nieto siempre tuvo especial debilidad. Y es que su carácter se fue forjando con su ejemplo, además de con el de sus padres y con la complicidad de sus hermanas. En la adolescencia y juventud, el Príncipe fue un chico silencioso (“Felipe ha sido siempre serio, reservado. Como yo. Como su abuelo el rey Pablo”, confesaba su madre doña Sofía a Pilar Urbano), que perdía su timidez y se mostraba divertido y espontáneo en su círculo de confianza: “Dicen que soy serio, pero yo pienso que tengo sentido del humor y que lo demuestro poniendo una nota de cordialidad a cualquier situación”, confesaba el propio don Felipe. Jugaba al Stratego en palacio y le gustaba tanto ver las estrellas que su abuela materna, la reina Federica, consiguió que por su undécimo cumpleaños le regalaran un telescopio. Con él, observaba el firmamento y decía a sus amigos que había descubierto la otra cara de la Luna y los anillos de Saturno.

AMANTE DE LA NATURALEZA
Quizá influido por su madre, “me conmueve su sensibilidad ante el sufrimiento” ha dicho de ella su hijo, solidaridad es una palabra frecuente en el vocabulario de don Felipe. “Creo que la sociedad española del siglo XXI será una sociedad abierta, dialogante y con un espíritu solidario”, declaró al cumplir treinta y cinco años. Y no ha dudado en mostrar su apoyo a distintas ONG. “Son la palanca capaz de mover el mundo”, afirmó en el X Congreso Estatal de Voluntariado, en 2007. Problemas sociales como el paro y la marginalidad también son preocupaciones para él. También ha demostrado su inquietud por la ecología que le llevó a participar en el programa de naturaleza de RTVE La España Salvaje en 1996. Borja Cardelús, responsable de la serie, contó que el joven aceptó las condiciones de vida del equipo sin ningún problema “no tenía ningún remilgo y se adaptaba a cualquir cosa, como a comer en el campo sacando la comida de un puchero”.

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LA PROPOSICIÓN DE MATRIMONIO EN UN AUDI AZUL
El noviazgo más sorprendente de la década comenzó en una cena entre amigos. La noche del 17 de octubre de 2002, don Felipe y la periodista y presentadora del telediario estrella de Televisión Española, Letizia Ortiz, acudieron, además de otros invitados, a casa del conocido periodista Pedro Erquicia. Se sentaron juntos a la mesa y, según cuentan quienes compartieron con ellos la cena, hablaron toda la noche entre bromas y sonrisas. Vivieron los primeros meses de su historia de amor a puerta cerrada, en Cataluña, en las fincas de los amigos de don Felipe... Hacía tiempo que no se veía al Príncipe tan feliz.

Podría haberle pedido matrimonio en mil lugares más románticos, pero eligió su propio automóvil, un Audi azul, para proponerle una vida juntos. Pasan tres semanas antes de que la futura reina Letizia diga sí, está profundamente enamorada y es una mujer valiente. El 9 de septiembre de 2003 don Felipe presenta a su novia a sus padres, don Juan Carlos y doña Sofía. Los cuatro conectan en seguida y los reyes Juan Carlos y Sofía dan su bendición a la pareja. Superada la prueba de fuego, el Príncipe ve más cerca su deseo: casarse por amor. La noticia más esperada en los últimos años llega a las redacciones de los medios de todo el país el sábado 1 de noviembre. Un comunicado oficial de la Casa del Rey anuncia el compromiso de don Felipe y doña Letizia, él tiene treinta y cinco años y ella treinta y uno. La expectación era máxima. El lunes día 3 la pareja compareció ante la prensa, en los jardines de la casa del príncipe, y resumieron con un “estamos muy enamorados” sus sentimientos. El 6 de noviembre se produciría la petición de mano en el palacio de la Zarzuela.

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LA BODA DEL SIGLO
La lluviosa mañana del 22 de mayo de 2004 la tormenta informativa se desata. En una ceremonia celebrada en la Catedral de La Almudena Felipe de Borbón y Grecia y Letizia Ortiz Rocasolano se dieron el “sí, quiero” ante los representantes de las principales Familias Reales de todo el mundo, en una boda calificada como la boda del siglo. “No puedo ni quiero esconderlo, imagino que salta a la vista: Soy un hombre feliz. Me he casado con la mujer que amo”. Con estas palabras de hombre profundamente enamorado, el Príncipe iniciaba su discurso durante el banquete nupcial que se celebró en el Palacio Real después del enlace. También expresó su deseo de formar una familia y compatibilizarla con el ejercicio de su cargo. “Queremos alcanzar el necesario equilibrio entre lo público y lo privado, entre las obligaciones y la vida familiar”.

UN PADRE DE FAMILIA
Años después de aquel día histórico, la pareja puede presumir de haber cumplido su sueño con sus dos hijas, Leonor y Sofía. Durante su etapa como Príncipes, ambos se ocupaban de sus compromisos institucionales atendiendo muy de cerca la educación de las dos niñas, procurando en todo momento que tuvieran una niñez lo más normal posible entre el colegio y la vida familiar.

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Don Felipe se convirtió en aquello que deseaba: un hombre de familia, un padre muy presente en la vida de sus hijas, al que le encanta hacer planes y disfrutar con ellas. A su lado, doña Letizia, una madre cariñosa y siempre pendiente de ellas y de que ambas guarden la compostura en los actos oficiales y se vayan formando para sus obligaciones futuras. Ellas siempre han sido su prioridad. Un buen ejemplo de los buenos resultados de esta dedicación fue el exquisito comportamiento de las pequeñas durante la ceremonia de proclamación de su padre como Rey, el 19 de junio de 2014, cuando observaron una casi perfecta disciplina durante todo el acto.

DE REY A REY
Don Juan Carlos tomó la decisión la noche de Reyes de 2014, tras celebrar su setenta y seis cumpleaños. Había llegado la hora de “dejar paso a una generación más joven...”. Comunicó a los españoles su meditada voluntad de abdicar la Corona de España en su hijo don Felipe, Príncipe de Asturias, en un discurso televisado el 2 de junio de 2014. La escenificación de este acontecimiento histórico tuvo lugar en el palacio real el día 18, donde don Juan Carlos, en presencia de los representantes de los poderes del Estado, el Gobierno, la Familia Real —con excepción de su hija Cristina— y ciento setenta invitados, firmó su decisión de traspasar el trono a su hijo. Tras la rúbrica, al regresar al lugar que ocupaba en el salón, recibió un cariñoso beso de la reina Sofía y, a continuación, se fundió en un largo y emocionante abrazo con el príncipe Felipe, a quien en un significativo gesto ofreció su silla presidencial. Una nueva era se abría ante la Casa Real y para España.

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HISTÓRICA PROCLAMACIÓN DE FELIPE VI
El día para el que don Felipe llevaba preparándose desde niño había llegado. Aquella noche se acostó como Heredero de la Corona y se despertó como soberano. Era el 19 de junio de 2014. A las 12 en punto de la noche, se hacía efectiva la adbicación de su padre en el BOE. Al mismo tiempo, su esposa, doña Letizia, se convertía en Reina y su hija, Leonor, en Princesa de Asturias. Un tiempo nuevo comenzaba. La jornada, histórica, se vivió con expectación en las calles y con gran emoción por parte de los protagonistas, que dijeron tanto o más con sus gestos que con sus palabras.

“Inicio mi reinado consciente de la responsabilidad que comporta y con la mayor esperanza en el futuro de España —afirmó Felipe VI en un discurso histórico—. Hace casi cuarenta años, desde esta tribuna, mi padre manifestó que quería ser Rey de todos los españoles. Y lo ha sido. Apeló a los valores defendidos por mi abuelo, el conde Barcelona, que nos convocó a un gran proyecto de concordia nacional que ha dado lugar a los mejores años de nuestra historia contemporánea”. En su discurso, don Felipe no quiso olvidarse de su madre ni de “su trabajo impecable al servicio de los españoles”, palabras que recibieron una gran ovación. “No tengan dudas, señorías —continuó—, de que sabré hacer honor al juramento que acabo de pronunciar y de que, en el desempeño de mis responsabilidades, encontrarán en mí a un jefe del Estado leal y dispuesto a escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar, y a defender siempre los intereses generales”.

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A raíz de entonces comienza un nuevo tiempo para la Corona en el que Felipe VI ha librado importantes retos, ha vuelto a vivir de cerca el horror del terrorismo, ha pronunciado discursos históricos y ha concedido la Insigne Orden del Toisón de Oro a su hija mayor y Heredera, la princesa Leonor. El Rey celebra su día, este 30 de enero de 2018 en el que cumple los cincuenta años de vida, en un solemne acto en el Palacio Real con la imposición a la Princesa de Asturias de su primera distinción del reinado.