Margarita de Saboya, la Reina de las perlas

Por hola.com

La reina Margarita (1851-1926), esposa de Humberto I de Italia (1844-1900), no solo ha pasado a la Historia por ser la primera Soberana del país transalpino, sino que, además, para muchos fue una figura en el proceso de consolidación de la unificación de su país. Mujer de gran inteligencia y de acusada dignidad, Margarita de Saboya fue admirada y adorada por sus súbditos, que veían en ella la personificación de las virtudes del recién creado Reino de Italia, tanto en su carácter, siempre afable, compasiva y encantadora, como en su estilo de vida, exuberante y ostentoso. Hoy repasamos su biografía.

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La futura reina Margarita nace el 20 de noviembre de 1851 en el Palacio Chiablese de Turín, siendo hija del matrimonio formado por el príncipe Fernando de Savoya, Duque de Génova (1822-1855), y la princesa alemana Isabel de Sajonia (1830-1912). El 10 de febrero de 1855, su padre fallece de forma prematura a los treinta y dos años de edad. La infancia de Margarita, de cuatro años de edad, y de su único hermano, Tomás (1854-1931), apenas un bebé, queda marcada. Su madre, la princesa Isabel, al enviudar, queda en una situación económicamente comprometida, por lo que se ve en la tesitura de encontrar de forma inmediata un nuevo marido que la ampare. La Princesa se ofrece a su cuñado, el por aquel entonces Rey de Cerdeña y futuro Rey de Italia Víctor Manuel II (1820-1878), como esposa, pero éste la rechaza –terminaría casando con la archiduquesa de Austria Adelaida (1822-1855)-. Enfurecida al ser repudiada, la princesa Isabel comenzó una escandalosa relación con su chambelán, Nicolás José Efisio, Marqués de Rampallo (1825-1882) que terminó en boda, apenas un año y medio después de la muerte de su primer marido. Tal fue la conmoción en la sociedad italiana que los recién casados se vieron obligados a exiliarse temporalmente, perdiendo la Princesa durante ese periodo el contacto con sus dos hijos.

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Quizás a causa de estas vicisitudes, la pequeña Margarita se convirtió en una joven de ideas conservadoras y con unas férreas creencias religiosas. Sin embargo, su simpatía –las crónicas la describen siempre amable y sonriente- y su locuacidad pronto se ganó el corazón del pueblo. Es en este tiempo cuando la futura Reina desarrolla su amor por la cultura y por el arte, uno de los pilares de su vida. Asimismo, la ya adolescente Margarita se enamora locamente de su primo Amadeo (1845-1890), futuro Rey de España. La relación no va más allá de lo platónico, aunque el anuncio del compromiso de Amadeo con María Victoria dal Pozzo (1847-1876) sume a Margarita en una profunda tristeza.

Desengañada, por un lado, y convencida de no querer abandonar Italia, la joven rechaza una oferta de matrimonio del príncipe Carlos de Rumanía (1839-1914). Es en estos momentos cuando se empieza a especular sobre un posible enlace entre Margarita y el príncipe heredero Humberto. El padre del novio no parece en primera instancia favorable a este matrimonio, una vez que el Rey consideraba mucho más ventajosa desde un punto de vista estratégico la unión con Matilde de Habsburgo-Teschen (1849-1867), hija del archiduque de Austria Alberto (1817-1895). Sin embargo, en 1867, la archiduquesa Matilde, con apenas dieciocho años, fallecía abrasada, al prenderse con un cigarrillo el vestido de gala que la joven había elegido para ir al teatro. Esta desgracia allanó el camino para el matrimonio del Heredero con Margarita.

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La boda entre Margarita y Humberto se celebra finalmente el 21 de abril de 1868 de forma civil en el Palacio Real de Turín y el día siguiente en la Catedral de San Juan. Las fastuosas celebraciones posteriores convocan a lo más granado de la aristocracia europea y ocupan los titulares de gran parte de los diarios del Viejo Continente. El viaje de novios lleva a los recién casados a lo largo y ancho de Italia. Es en este periplo cuando la popularidad de la Princesa crece de manera notable, gracias a su cordialidad y desparpajo. Su personalidad arrolladora y su gusto a la hora de vestirse serían igualmente alabados fuera de las fronteras italianas. Cuando los Príncipes visitaron, por ejemplo, los Países Bajos, la reina Sofía de Holanda (1818-1877) se refirió a ella como “una muchacha encantadora, delicada y llena de gracia. ¡Y qué no decir de su atuendo y sus joyas!”. La felicidad de estos primeros meses de matrimonio culminaría con el nacimiento del único hijo de la pareja, el príncipe Víctor Manuel (1869-1947), el 11 de noviembre de 1869.

Si bien todo apuntaba a que el matrimonio entre los Herederos al trono italiano era un camino de rosas, un hecho vendría a desbaratar este panorama idílico. A los oídos de la princesa Margarita llegaría la noticia de que su marido mantenía una relación desde los albores de su matrimonio con una mujer siete años mayor que él: Eugenia Attendolo Bolognini, Duquesa de Litta (1837-1914), aristócrata de especial belleza –era conocida en Milán como La Bella Bolognini- y casada desde 1855. La princesa Margarita, llevada por un sentido de estado fuera de lo común, hizo de tripas corazón –su marido llegó a confesarle que la Duquesa era en realidad el amor de su vida- y decidió no romper el matrimonio, permitiendo así que la imagen de su marido, el futuro Rey, no se deteriorara ante sus súbditos. Incluso la noticia de que el padre de uno de los hijos de la Duquesa era el Príncipe no la hace cambiar de opinión. Cuando el rey Víctor Manuel II fallece el 9 de enero de 1878, los nuevos Reyes se presentan ante su pueblo como un matrimonio completamente feliz.

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Rota de dolor pero manteniendo las apariencias de cara al exterior, la ya Reina se vuelca en sus aficiones para apaciguar el drama familiar. Promueve la música en Italia, se convierte en una de las pioneras del alpinismo, siendo la primera mujer que alcanzó la cima del Monte Rosa, la montaña más alta de Suiza, donde aún hoy el refugio más elevado lleva su nombre, y se esmera en reunir una de las colecciones de joyas más imponentes de su época. Especialmente espectacular es el número de perlas que atesora, que aparecen de forma casi sempiterna en sus retratos oficiales, hasta el punto de que comienza a ser conocida como la Reina de las Perlas. Sus suntuosas alhajas, junto a su exquisito gusto por los diseños de moda más rompedores de su tiempo, convierten a la Reina italiana en una celebridad en toda Europa. “Fascinante”, “seductora”, “elegante”, “bella”, son adjetivos habituales cuando los periodistas se referían a ella en sus artículos.

El 29 de julio de 1900, durante una visita oficial a Monza, el rey Humberto es asesinado a balazos por un anarquista llamado Gaetano Bresci (1869-1901). La Reina, que le esperaba en la residencia real de la ciudad lombarda, recibe la noticia y completamente fuera de sí, grita: “¡Te han asesinado, a ti que tanto amabas a tu pueblo! ¡Eras tan bueno, nunca hiciste mal a nadie y te han asesinado! ¡Es el crimen más grave del siglo!”. Poco más de diez después del magnicidio, el hijo de Humberto y Margarita es proclamado Rey, con el nombre de Víctor Manuel III. Su progenitora se convierte desde ese momento en Reina Madre.

Los últimos años de su vida los pasa la reina Margarita dedicada en cuerpo y alma a las obras de caridad y a la promoción de la cultura italiana, además de a apoyar denodadamente a su hijo en las tareas de gobierno y a la esposa de éste, la reina Elena (1873-1952). Por su residencia del Palacio Margarita de Roma pasan los artistas e intelectuales italianos más importantes del momento, a los que la Reina protege como mecenas. En los años veinte del siglo XX, la Reina, siempre ideológicamente muy conservadora, muestra su simpatía por el incipiente fascismo. Finalmente el 4 de enero de 1926 la Reina fallecía en su casa de Bordighera, en la región de Liguria. Sus restos mortales son enterrados con todos los honores en la Capilla Real del Panteón de Roma, junto a los de su marido. Miles de personas paralizan la capital romana para despedirse de su Soberana más querida, la reina Margarita.