Los niños de hoy en día creen (o les hemos hecho creer) que la tablet o la televisión son la fuente número uno de diversión. Y no es así. Por eso, muchos padres buscan alternativas de ocio más tradicionales que les alejen de las pantallas, para trabajar otras habilidades y aprender jugando. ¿Y qué se nos ocurre? Quizás tú no hayas pensado en ellos, pero, por eso, te lo recordamos: los puzles.
Los puzles, además de ser muy entretenidos, favorecen el desarrollo psicológico y cognitivo de los más pequeños, por lo que son una excelente herramienta para su aprendizaje. Entre sus beneficios, destacan:
- Mejoran la memoria visual, ya que se basan en unir piezas y copiar una imagen inicial. Aunque la intención es que miren el menor número de veces posible, al principio, es mejor que lo tengan delante todo el tiempo que necesiten. Ganarán confianza y destreza.
- Desarrollo de la capacidad de concentración, que les lleva a abstraerse del entorno y poner toda su atención en las piezas. Además, trabajan la paciencia y la gestión de la frustración.
- Refuerzan el pensamiento lógico, además de estimular la habilidad espacial y matemática, pues los niños comienzan con figuras y formas simples y luego llegan a las tres dimensiones.
- Desarrollan la motricidad fina, esos pequeños movimientos que realiza el cuerpo y que, después, se utilizará en adquirir otras habilidades como la lectoescritura.
Así, viendo todos sus beneficios, lo único que nos queda a los padres es saber elegir qué puzle es el más adecuado para, sobre todo, la edad de mis hijos. Pues, para los más pequeños, los mejores son los cubos de rompecabezas, mientras que los más mayores, pueden enfrentarse ya a desafíos de miles de piezas.