Sobre la importancia de no esconder las emociones y aprender a vivir con ello.©AdobeStock

¿Es bueno llorar delante de nuestros hijos?

Expertas en inteligencia emocional concluyen que los niños no necesitan una madre fuerte y perfecta que siempre esté al pie del cañón. Necesitan padres reales que se den permiso para estar tristes cuando así lo sientan, porque llorar también forma parte de la vida.

Vivimos en un mundo en el que se nos ha enseñado a reprimir la tristeza y el llanto, como si expresar la emoción fuese un signo de debilidad o fuésemos a preocupar a los demás más de la cuenta con nuestras lágrimas o problemas.

Cuando los padres sienten ganas de llorar suele ocurrir que tienden a esconderse para que sus hijos no los vean. Pero, ¿hacemos bien en ocultarles esa parte intrínseca de la vida? Hablamos con dos expertas en educación y crianza para aprender a normalizar las emociones y crear así niños con recursos en inteligencia emocional.

Darnos el permiso de estar tristes

“No hay emociones buenas ni malas, todas son adaptativas y forman parte de la vida. Diría que somos la primera generación, o de las primeras, que están preocupándose en educar emocionalmente a sus hijos. Hay mucha gente que no ha aprendido a expresar lo que siente, que ha estado reprimida y luego le ha pasado factura. Gente que no sabe ponerle nombre a lo que le pasa porque no han recibido, desde pequeñitos, una educación emocional”, apunta Bárbara Gozalbo Maicas, psicóloga especializada en psicología y crianza.

La educación de nuestros hijos pasa por darnos el permiso de no ser perfectos. Es decir, de no ser esa madre siempre fuerte y todopoderosa que siempre está al pie del cañón. “Parece que las madres no pueden cuidarse porque deben estar siempre fuertes y, al final, eso deriva en una gran autoexigencia para nuestros hijos a futuro”, explica Adelaida Abruñedo, coach personal y familiar especializada en Disciplina Positiva, experta en Inteligencia Emocional y creadora del Método 2Positive Kids.

Por eso, Bárbara Gozalbo reconoce que no se trata sólo de sentir la emoción, también es importante cómo la gestionamos y eso es lo que tenemos que enseñar a nuestros hijos: “Es natural ponerse triste y enfadarse”.

“Ser padres es un trabajo, probablemente el más importante que existe, pero no nos enseñan a serlo”, añade Adelaida Abruñedo. Por eso, asegura que cuidarse a uno mismo para cuidar a los demás es clave en todo el proceso educacional. Es decir, apostar por nuestro propio bienestar emocional, que implica darse el permiso de no estar bien todo el rato y llorar cuando sea necesario.

“Para mí es muy importante que ni los niños nos vean siempre estupendos y felices, como si no tuviésemos ningún problema; ni siempre tristes o desganados. Lo fundamental es que exista un equilibrio para que, cuando sucede algún drama inevitable, nos permitamos expresarlo. De esta manera, los padres damos permiso a que nuestros hijos también se expresen”, recoge la experta.

Bárbara Gozalbo apunta que nuestros hijos nos tienen como modelo. Por eso, lo que hagamos en casa será lo que ellos vivan con normalidad: “Si nosotros les hablamos de lo que sentimos ellos nos y se entenderán mejor, aprenderán a conocerse. De igual manera, si nos ven llorar entenderán que es natural, en lugar de pensar que es algo incorrecto y que deben reprimir sus emociones”.

Sobre la importancia de no ocultar las emociones a los niños©AdobeStock

¿Y si se preocupan en exceso?

Adelaida Abruñedo nos cuenta que uno de los aspectos que ve mucho en consulta es que, como padres, volcamos nuestras propias creencias, preocupaciones y miedos en los niños u adolescentes, sobre todo en los más pequeños.

“A veces les contamos demasiadas cosas. Por eso, recomiendo ser prudente y lo que propongo, en caso de que vengan con preguntas preocupantes, es devolverles la pregunta. Es decir, que cuando nuestros hijos nos pregunten sobre algo que les preocupa, les contestemos algo así como ‘y tú qué crees’. Así partimos de lo que ellos han escuchado, lo que han interpretado… y desde ahí empezamos a contar el relato, adaptando el lenguaje a su nivel educativo, a su edad”, expone.

Sobre la importancia de aprender a poner en valor todas las emociones, incluida la tristeza©AdobeStock

En la adolescencia ocurre exactamente igual: “Hay que adaptar el discurso a su lenguaje. Ya no son pequeños, pero también hay que preguntarles qué opinan ellos para no viciarles con nuestra opinión”. Nos recuerda que también es fundamental que sepan expresar sus emociones y que, si nos ven llorar, seamos capaces de contarles cómo nos sentimos. “Igual no es necesario dar detalles, pero en la medida en la que nos permitamos ser vulnerables ellos se abrirán más a nosotros”, concluye la experta.

Sin embargo, cuando el llanto o la tristeza son excesivos, cuando los niños nos ven llorando muy frecuentemente, en ese caso lo ideal es poner una gestión y mantener cierta distancia.

Si es algo puntual, si nos viene una imagen a la cabeza y nos ponemos a llorar, es importante hacerles una narrativa cuando pregunten qué nos pasa. “Para los más pequeños sería algo así como: ‘Estoy triste porque le han dado una noticia que no es agradable y por eso me siento mal. Cuando algo malo nos pasa es normal que nos sintamos tristes, que tengamos ganas de llorar o que no estemos tan alegres’”.

Además, Bárbara Gozalbo recomienda insertar el tema de las emocines en niños pequeños de manera natural a través de juegos, cuentos... todo eso sentará la base para la adolescencia.

También considera que de esta manera, y al contrario de lo que antes se podía creer antiguamente, educando en emociones formamos niños más seguros de sí mismos, con una mejora autoestima y niños más empáticos, algo fundamnetal para la vida.


Tomar conciencia de nosotros mismos y formarnos en inteligencia emocional

En cualquier caso, se trata de normalizar el discurso de que el dolor forma parte de la vida y no podemos quitarles eso. “Seríamos seres poco adaptativos si ante el sufrimiento de una persona no sufriéramos. Ahí también estamos enseñándoles empatía. Yo siempre pienso que todas las cosas que nos pasan son oportunidades maravillosas para que nuestros hijos aprendan algo. Nosotros somos los mejores influencers de nuestros hijos”, razona la coach personal.

Y asegura que es bueno que nos permitamos entendernos a nosotros mismos y formarmos en inteligencia emocional. Es decir, que comprendamos nuestras emociones, las conozcamos y nos permitamos conocernos a nosotros mismos también.

“En este mundo en el que vivimos vamos con prisas de un lado a otro. Vamos anestesiando nuestro dolor o nuestras emociones con cosas que lo sustituyen, con el trabajo, Internet, unas compras o pasando olímpicamente de las cosas”, añade.