La boda íntima de Mónica, la novia que se casó con un precioso vestido camisero

Nuestra protagonista convirtió una de sus prendas favoritas en el look de boda que siempre quiso

por Estrella Albendea
La boda de Mónica en Girona

La organización de una boda es un proceso muy especial en el que los novios se vuelcan para construir un día sin precedentes, del que nunca puedan olvidarse. Pero, ¿qué pasa cuando las circunstancias obligan a posponer una fecha tan señalada? La respuesta la tienen las numerosas parejas que en los últimos meses han tenido que aplazar su idea original, como consecuencia de la situación sanitaria. En esa encrucijada se vieron Mónica y Andrés que, como muchos otros prometidos, con algo de perspectiva, se dan cuenta de que aquello les ha hecho mucho bien, pues ahora se quieren más si cabe: “Durante este 2020 hemos hecho un ejercicio psicológico muy fuerte tanto personal como de pareja y nos hemos fortalecido muchísimo, primero  hemos querido ser agradecidos porque nuestras familias y amigos estuvieran bien y nosotros también y, sobre todo, porque teníamos trabajo los dos. No perdíamos la ilusión por la boda y tuvimos claro que ni la pandemia ni nada más se iba a interponer en nuestro enlace”, explica Mónica.

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Detalles en el vestido de novia

La pareja se casó el 14 de Noviembre 2020 en Gerona, no sin antes superar obstáculos. Uno de los elementos más aplaudidos de su gran día fue el look de la novia, un diseño camisero obra de Teresa Helbig, que estaba repleto de detalles, cuyos comienzos se remontan a enero de 2020, cuando la novia y la diseñadora lo pusieron en marcha. “Tenía claro que quien quería que diseñara mi vestido era Teresa Helbig. No me veía con un vestido muy de novia, solamente una vez fui a probarme vestidos para ver siluetas que me sentaban bien para tener una idea más clara y me veía disfrazada, no encajaba para nada conmigo”, introduce Mónica. 

Ella se confiesa seguidora del trabajo de la firma barcelonesa: “Me encanta el ‘rollazo’ que tiene y hace magia y arte en sus diseños. ¡Me siento muy identificada con su filosofía y a la mujer a quien se dirige, transmite fuerza, personalidad, artesanía, sofisticación, utiliza tejidos de una calidad increíble y ella es lo más! ¡Cuando nos conocimos caí prendida!”, defiende con una sonrisa. La caída de su vestido, que emulaba a una larga camisa, tenía un motivo: “suelo llevar bastantes camisas blancas modo oversize. Tenía claro que quería ir con manga larga y me encantan los escotes, tengo poco pecho y me puedo permitir el lujo de llevar escotes de vértigo y la espalda al aire”.

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Si algo emociona a Mónica en un vestido de novia es el movimiento de su cola, por lo que no quiso renunciar a ella. “Lo que me encanta de los vestidos de novia es ver cuando la novia anda como se desenvuelve el tejido de la cola y se va arrastrando a su paso, me parece una imagen preciosa”, concede. No puede olvidar, tampoco, los detalles de la prenda: desde los plisados en el escote y los puños hasta unos pendientes, obra de Teresa Helbig que combinó a juego con sus gemelos. “Fue un proceso maravilloso y Teresa tiene un equipo de 10. ¡A Leire y a Manuela también les doy las gracias por todo lo vivido con ellas!”, agradece.

Un ramo de novia diferente

Esta pieza tan especial la acompañó de un ramo de novia muy original: “Mi ramo fue sencillo, con un trabajo detrás exquisito, ya que estaba compuesto por pétalos de orquídeas tratados cada uno a modo de tela, con un resultado visual de efecto nacarado precioso. Obra de Jordi de ‘Montana el Taller’ con el que contamos para toda la puesta en escena de la boda”.

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Semirrecogido y bronceado, su look de belleza

El estilismo, elegante y muy favorecedor no estaba completo sin un look de belleza que pusiera luz al rostro. Este tema preocupaba a Mónica, puesto que en cualquier circunstancia suele llevar el cabello suelto y lo deja secar al aire. “No me gusta ir repeinada y en la peluquería tampoco dejo que me sequen el pelo.. soy un poco especial en este aspecto, como mucho me hago medio recogido y pocas veces alguna trenza desenfadada”, explica. 

De manera que apostó todo a un semirrecogido: “Con el pelo suelto, como yo lo quería, quedaba poco arreglado y fue todo un acierto. Mi peluquero Jordi de J&J Lab Estilistas de Girona me conoce muy bien y supo sacarle el máximo partido a mi pelo. Medio recogido, con una trenza preciosa y ondulaciones naturales en la parte de pelo al aire, para así poder lucir bien la espalda descubierta de mi vestido”. En el maquillaje se centró en los tonos tierra y bronce: “me gusta verme un poco bronceada, y quedó genial con mi tono de piel y ojos marrones”.

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Una boda íntima con 12 invitados

Son esos ojos de Mónica los que se emocionaron al ver por fin realizado el sueño de celebrar su boda, después de infinitos cambios y de hacer finalmente un encuentro íntimo, al que solo pudieron acudir 12 invitados. Pero la suya es una historia de amor de esas que parecen escritas por el destino: “Andrés, mi marido, y yo nos conocimos hace muchísimos años de jovencitos porque veraneamos en la Costa Brava, en el mismo pueblo. Yo era muy amiga de su hermano pequeño. Nos llevamos 4 años y el iba en el grupo de los mayores, era bastante ligón y yo siempre le había encontrado guapísimo, pero nunca me había planteado que llegara a pasar nada… Al hacernos mayores empezamos a salir todos juntos y entablamos una amistad, nos llevábamos genial. Un día de verano de 2014 pasó, los dos nos sorprendimos y nuestros amigos aún más: fue muy gracioso”. Y concluye: “desde entonces todo fue viento en popa. He encontrado a mi media naranja, mejor amigo y compañero de vida, no me creo la suerte que tengo”.

"Inicialmente la boda era en verano, el 4 de Julio 2020, pero en abril, cuando estábamos cerrando las invitaciones para enviarlas, quisimos echar el freno y ya en mayo no lo teníamos nada claro, ya que todo era una incertidumbre y no queríamos dejar de hacer las cosas planeadas ni poner a los casi 300 invitados en riesgo. Decidimos posponer la fecha, pero ya estaban todas las fechas cogidas hasta octubre, así que nos quedamos con el 14 de noviembre. En verano se celebraron varias bodas, hasta en septiembre, pero después de verano volvió otra vez todo y empezamos a tener dudas para el día 14”, apunta.

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La boda se celebró ese día en la iglesia del Sagrat Cor de Girona, pero Andrés, ya marido de Mónica, es barcelonés y por tanto fue difícil contar con su familia, debido al cierre perimetral. “Solamente pudieron asistir los padres de mi marido y sus hermanos, pero ningún testigo ni el resto de familiares y amigos de Barcelona, ni de fuera, así que tomamos la decisión de hacer la ceremonia en streaming para que los que no podían asistir pudieran vivir con nosotros en directo este momento tan mágico”. Reconoce que lo mejor de aquello fue que los encargados de la grabación les dieron un pen drive al salir de la iglesia y vieron toda la ceremonia por la tarde en el hotel. 

“Yo tuve la suerte que la gran parte de mis invitados eran de Girona así que pudieron asistir la mayoría de ellos y como mi marido también les consideraba familia y amigos se sintió igual de arropado. Después de la ceremonia hicimos una pequeña comida familiar en petit comité, mis padres, mi hermana con su novio y mi abuela, mis suegros y mis dos cuñados con pareja, 12 comensales en total”, admite Mónica. Una celebración íntima que contrasta con su enlace original, en el que se iban a dar cita 300 convidados. 

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Velas como protagonistas

Más allá del aforo reducido de la boda, para Mónica la decoración era un elemento muy importante. “Soy diseñadora en Inditex y el mundo del arte y el interiorismo me apasionan. Siempre he tenido una idea clara de cómo quería que fuera nuestra boda, lo más importante para mi era crear una atmósfera que nos llenara a nosotros de emoción, al igual que a todos nuestros invitados, crear un espacio que nos hiciera viajar a un lugar mágico”, describe. Confiaron en Jordi Montana, de Montana, El taller para ello. “Trabaja para hoteles y eventos y crea unos espacios que te emocionan. Fue al primer proveedor que contratamos a la semana de prometernos, lo teníamos clarísimo, al igual que con Miriam (wedding planner)”. 

Las velas fueron las otras grandes protagonistas de la ceremonia: “me encantan las velas desgastadas, cuando la cera cae de forma irregular y crea formas increíbles y lo quería mezclado con árboles, para así crear un ambiente acogedor, cálido y romántico. Así lo hizo Jordi. La iglesia quedó de ensueño: cuando llegué con el coche se me puso la piel de gallina solamente al ver la entrada”.

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Una segunda parte inminente

Todo salió bien porque contaron con un gran equipo de profesionales que siempre estuvo apoyándoles. “Antes del Covid lo teníamos todo gestionado y reservado, wedding planner, proveedores, fotógrafo, video y el lugar de la celebración ya que nos prometimos la noche de fin de año, el 31 de diciembre de 2018”, apunta. Miriam Escrivá fue su wedding planner: “estamos encantados con Miriam y Andrea, son unas cracs, nos han facilitado muchísimo todo el proceso y se lo agradeceremos eternamente. Miriam ha estado a nuestro lado asesorándonos y apoyándonos para que todo nos fuera más fácil”. 

Hay otra persona a la que los novios también están muy agradecidos: “nuestra otra elección estrella fue contratar a Sara Lobla para las fotos, cuando nos vimos conectamos muchísimo y como solamente hacíamos la ceremonia y no la celebración vino el día antes y nos hizo una sesión de fotos pre boda preciosa que nos sirvió a para relajarnos  y  ser nosotros mismos durante el reportaje. Es un amor de mujer, todo corazón y sensibilidad”.

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A pesar de todo, la pareja prepara la ansiada y merecida celebración: “Está prevista para este próximo 29 de mayo, pero no haremos fiesta/discoteca, muy a nuestro pesar, ya que los dos somos muy fiesteros. Hemos optado por un plan que creemos que quedará muy bien y en el que todo el mundo lo pasará genial, teniendo siempre como prioridad la tranquilidad de nuestros invitados”.