Cómo llevarte bien con un gato

Aunque parezca imposible, no hay gato que no esté dispuesto a abrir su corazón, pero necesita que sigas una serie de pasos y que no te precipites.

Por David Navarro

¿Alguna vez has ido a la casa de un buen amigo y has notado que su gato te desprecia profundamente? Cuando el felino de alguien a quien quieres, y al que ves de continuo, hace como que no existes o, incluso, desprende un halo de odio hacia ti, es muy fácil zanjar el tema diciendo que “los gatos son así”, o que simplemente le caes regular… Pero toda la fachada que tienen los gatos de ariscos o extremadamente independientes realmente es una capa de su comportamiento, un disfraz, que en el fondo están deseando quitarse, pero para conseguirlo es necesario entablar con ellos una comunicación que les dé confianza y que sea comprensible para su naturaleza. 

Los gatos son, ante todo, territorialistas y cazadores. Siempre que tengas un problema con ellos recuerda esas dos variables, porque marcan de arriba-abajo su comportamiento y condicionan todos sus actos. Ser territorialista significa que él debe darte acceso a su espacio, para él la casa en la que vive es suya (da igual a nombre de quién estén inscritas las escrituras de propiedad), él se ve a sí mismo como el único que puede conceder el beneplácito de entrar y disfrutar de la seguridad del hogar, no los humanos, por lo que si el gato en cuestión no te ha validado correctamente, hasta que ese hecho no se dé seguirá en conflicto contigo, esquivándote o mostrando su desacuerdo. Por otro lado, como buen cazador, no le gustan los acercamientos de extraños pues si no estás bajo su círculo de confianza eres una amenaza, podría acabar siendo el cazador cazado, y lo que en el mejor de los casos pretende es: cazarte a ti, porque las presas, por definición, son ajenas a la familia.

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Consejo maestro: relájate

Los animales tienen un sexto sentido para percibir si alguien está tenso, y especialmente si esa tensión es sobre ellos. Esto no es gratuito, perros y gatos son muy observadores porque están programados para analizar el comportamiento de su manada y de las presas, y así poder sobrevivir y atacar. Todos tus movimientos, tono de voz y actitud son tomadas en cuenta. Sí, ese gatito es una máquina de la verdad plenamente conectada a tus actos. Pero no temas, es sólo un gato.

El consejo primordial para llegar a tener una buena relación con un gato es relajarse y no hacer nada, no porque eso vaya a obrar milagros, sino porque el hecho de que pudieras ser tú quien se acerque al animal sería una muestra de atosigamiento. No fuerces al gato, no trates de hacerle carantoñas o mimos, si aún no eres parte de su círculo de confianza, darle cariños a un animal diseñado para la caza es rebajar su status y no tenerle en consideración, omitirías así su territorialidad y le enfadarías más. Simplemente, muéstrate humilde ante su espacio (porque él entiende que estás en “su” espacio), no toques sus cosas, no entables especial contacto visual con él.

Entonces, él empezará a sentir curiosidad, cuanto menos caso le hagas, más querrá saber de ti. Si te sientas en el sofá, tranquilamente, conversas, lees un libro, trabajas con tu ordenador o ves la tele. Es solo cuestión de tiempo, el gato acabará acercándose a ti, para observarte de cerca, reconocerte y empezar a sopesar si te deja formar parte de la casa o no. Lamentablemente para los gatos, en las casas no hay demasiados alicientes divertidos, sabemos que es cuestión de tiempo que se acerque a ti porque: probablemente, no hay nada mejor que hacer.

Esto se estudió científicamente, la Universidad de Zúrich desarrolló una investigación sobre la conducta de los gatos que determinó que cuanto menos atención le prestamos a un felino, más interés cosechará, tanto si es hacia su humano de referencia, un simple conocido o un intruso. Sin embargo, en el caso de las personas que no forman parte del hogar, el gato primero debe traspasar una fase de “triaje” y, determinar, si eres o no una amenaza, y si eres o no digno de su aprobación.

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Las hormonas lo dicen todo

Una vez que el gato se acerque a ti, notarás como “baila” a tu alrededor, y posará sus patas sobre ti. Está tanteando tu comportamiento. Si sales corriendo: eres una presa. Si le retiras con desagrado, no eres digno de su aceptación. Y si te quedas más o menos estable, y le tocas un poco: podéis empezar a ser amigos. No hace falta que le des grandes caricias ni mimos, aún no, pero sí una “declaración de intenciones”, haciendo ver que puedes acariciarle, que estás a su disposición para reconocer su importancia dentro del esquema de la casa. Entonces, empezará a segregar hormonas sobre ti.

Cuando un gato se posa sobre un humano, especialmente si es con la cabeza, lo que está haciendo es marcar con sus hormonas el cuerpo del otro, otorgando el salvoconducto para formar parte de su entorno. Está “colonizando” a otro ser, pues bajo su punto de vista, hasta que no tengas esa etiqueta de hormonas, no eres parte de la casa. Lo mejor que te podría pasar es que el gato se enrolle con tus piernas, o que acerque su cara a tu cuerpo, ahí está entregándote un carnet que te acredita como amigo, y desde ese momento, el “rechazo” que creías que te tenía empezará a ser un recuerdo del pasado.

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