Fobia a los gatos, en qué consiste y cómo superarla

Son unos seres adorables pero no dejan de ser unas de las mascotas más temidas, las personas con miedo a los animales suelen elegir los gatos como una de las especies a evitar, sólo por detrás de reptiles y arácnidos.

Por David Navarro

Las fobias son miedos irracionales que suelen llevarse al extremo, es decir: se radicaliza el temor que nos produce algo y se percibe como imposible de asumir. ¿Cómo podríamos tener fobia a los gatos si precisamente son uno de los hits más buscados en Internet por su “adorabilidad”? Lo cierto es que si bien las fobias son irracionales y no tienen porqué atender a cuestiones reales, la fobia a los gatos sí tiene una explicación.

Para hablar con propiedad hay que referirse a este miedo por su nombre científico: ailurofobia (alluro es la raíz griega que se refiere a los gatos). Lo cierto es que las fobias a ciertos animales son muy comunes y generalizadas: serpientes, tarántulas, escorpiones y felinos. Todos tienen algo en común, y es que apelan a nuestra programación mental más primitiva, que nos avisa de que salgamos corriendo, pues representan una amenaza.

Aunque tú no padezcas ninguna de estas fobias basadas en animales, para comprenderlo nos podemos basar en sus movimientos. ¿Cómo se mueve una serpiente antes de atacar? Se mueve con sigilo y cuando fija su punto de ataque se desplaza de un “salto” mordiendo a su víctima. Ahí radica uno de los principales ‘tics’ de terror para quien padece esta fobia. Con los gatos pasa algo parecido, los que padecen ailurofobia no siempre temen la carita gordita de un gato bonachón en Instagram, sino los gestos inequívocos de que podrá ser una amenaza, como se mueve, como mira… cómo podría abalanzarse contra ti. Temen el salto y el zarpazo, y lo visualizan con claridad.

Sin embargo, todos estos son miedos infundados, ni la serpiente va a atacarte (menos aún si simplemente la ves tras un cristal) ni el gato tiene mayor interés en ti. Pero son miedos irrefrenables que garantizan nuestra supervivencia por mera precaución y que, llevados a un extremo irracional, nos hacen pecar de excesivo miedo hasta convertirlo en terror paralizante.

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Ser racionales nos vuelve irracionales

Parece una paradoja o un sinsentido, pero el hecho de que el ser humano sea un animal racional, que puede permitirse el lujo y el placer de pensar en las cosas y en sacar conclusiones, es lo que produce a su vez que tengamos miedos irracionales que nosotros mismos racionalizamos.

¿Cómo se explica esto? Igual que es negativo tener a flor de piel el temor a reflejos primitivos (como los felinos), también es poco práctico darle muchas vueltas a nuestras obsesiones, tratar de ahondar en ellas sugestionándonos y anticipar el miedo que experimentamos. Por ejemplo, cuando vamos a la casa de una persona que tiene gato: el terror al animal no sólo se experimenta cuando está delante, sino que podemos estar un día entero, o una semana previendo lo mal que lo pasaremos y el terror que nos causa. Y eso no hace más que alimentar la distancia entre la realidad y la sugestión: masificando la fobia.

El problema del ser humano, por tanto, es que pensar demasiado, adelantarse a los acontecimientos, profundizar en su propio miedo, no hace sino agigantar la sugestión y convertir un reflejo natural en una fobia compleja de tratar.

Solo hay un tipo de persona que teme a los gatos

Como con cualquier fobia a los animales, si analizamos con detenimiento las causas para tener este terror encontraremos como la principal característica el hecho de tener poco contacto con animales, o poca experiencia con felinos. Cuanto más lejanos están, más se acrecienta el temor a ellos, porque nuestra parte más irracional nos avisa del peligro a lo desconocido.

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Las personas que han convivido con gatos o que tienen cierta relación cercana con ellos es difícil que desarrollen una fobia como esta, salvo en el caso de que se hayan visto tristemente afectadas por una situación desagradable donde el animal haya ejercido algún tipo de violencia contra los humanos. En ese caso, la fobia se no es tanto hacia una especie animal concreta, sino a un suceso traumático, por lo que las vías de tratamiento son diferentes, debiéndose focalizar la fobia a la solución de un trauma, que debería atajarse cuanto antes, pues el paso del tiempo puede acrecentar enormemente este terror.

Formas de acabar con la ailurofobia

Lo primero que debemos tener en cuenta es que una fobia no es un miedo voluntario, ni algo que podamos solucionar simplemente echándole valor y olvidando nuestros miedos. Las fobias producen estados de terror máximo en los que podemos sufrir tal nivel de ansiedad que podemos perder el conocimiento, no en vano: el corazón y la respiración se acelera y nuestro sistema nervioso se prepara para un shock inminente.

No podemos tratar una fobia a la ligera, ni pretender que de la noche a la mañana no nos afecte. Siempre es muy positivo acudir a un especialista, los psicólogos pueden tratar las fobias pautando un itinerario terapéutico que inicie su tratamiento en la búsqueda de la raíz principal que nos produce este terror, y en la solución de este impulso con refuerzos positivos de terapia cognitiva conductual, así como la implementación de técnicas de relajación.

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