¿Y si la sostenibilidad de tu vida se midiera por la basura que produces?

Los problemas medioambientales son muy graves por una razón muy clara: no contaminar nos resulta casi imposible. Aunque no tengamos intención de hacerlo, contaminamos por el mero hecho de salir a la calle. En eso nos diferenciamos de cualquier animal y de cualquier otro ser humano de siglos anteriores.

Por Cristina Soria

El mundo industrializado está basado en un aprovechamiento de los recursos muy superficial. Si nuestros inventos los hubiera diseñado la naturaleza, por cada recurso que consumimos existiría un retorno para el resto del planeta, porque el equilibrio de la flora y la fauna de este está basado en que todo se aproveche para que los ciclos sigan girando.

Cada ser humano impacta con su huella de carbono desde el mismo momento en el que suena el despertador por la mañana y suena la radio, o cuando pone en funcionamiento la caldera de agua caliente. Todos los inventos prodigiosos que utilizamos para que nuestra vida sea cómoda impactan en alguna medida sobre el medio ambiente, y a ese contador que no para de sumar a cada minutos que pasamos transportándonos, comiendo o trabajando, se le llama “huella de carbono”, pero es solo una parte de la ecuación.

Existe otro contador que no para de subir: el de nuestros desechos. ¿Has tenido en cuenta alguna vez cuánto pesa la basura que generas en un día? ¿Y en una semana? ¿Y en un año? Existen indicadores de esto, y no son nada tranquilizadores.

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Una vida a lo grande

El oscarizado director de cine, Alexander Payne, rodó una película en 2017 titulada “Downsizing” y que en España se tradujo como “Una vida a lo grande”. En esta película los científicos llegaron a la conclusión de que la especie humana sólo podría sobrevivir si se minuaturiza, si todos nosotros nos convertimos en seres de 9 centímetros. Solo así nuestro consumo de los recursos del planeta sería asimilable por la naturaleza, y la basura que producimos podría procesarse adecuadamente.

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Según los expertos, el problema de los recursos del planeta y de la insostenibilidad de nuestras basuras es que consumimos mucho más de lo que el planeta produce, y a cambio le damos a la tierra una cantidad inasumible de basura. Vivimos a lo grande, por tanto.

Según datos de la OCDE, cada ciudadano de los países industrializados genera al día 1,2 kilos de basura, lo que significa que al año acumula más de 400 kilos. Sin embargo, estos datos se vuelven aún más crudos cuando se descubre, también en el informe de la OCDE, que los países con economías más fuertes generan más basura, lo que quiere decir que consumen más recursos y que no se preocupan por buscar una solución a sus resíduos, aun contando con medios técnicos para tratar de racionalizarlos.

Estas cifras son aún más preocupantes si tenemos en cuenta que en el año 2012 se estimaba que el planeta debía asumir diariamente más de 1.300 millones de toneladas diarias. Sin embargo, siete años después, en 2019, se estima que estamos próximos ya a que la cifra diaria de basura que sumamos al planeta sea de 2.200 millones de toneladas. ¿Está sirviendo la concienciación sobre la sostenibilidad del planeta? Tal vez no...

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La iniciativa Zero Waste empieza a cobrar sentido

Tal vez sea demasiado tarde, o tal vez no. Todos los estudios indican que aún podemos hacer los deberes para dejar un mundo mejor a nuestros hijos y nietos, y que el año 2050 será la fecha en la que el planeta asumirá su examen final donde se evaluará si la sostenibilidad de los recursos naturales podrá dar de sí alimento y cobijo, o si el futuro se presenta sombrío.

Hace un par de años que suena, cada vez con más fuerza, un movimiento ecologista basado en los residuos domésticos. Se trata del zero waste, y consiste en rechazar cualquier práctica de consumo que implique generar un desperdicio injustificado. Zero waste propugna que no comas nada que tenga un envoltorio de plástico, que no laves tu ropa con botellas de detergente, y que retomes prácticas de higiene y alimentación de antaño, donde se reutilizaba la comida sobrante, los aceites usados servían para hacer jabón, y el transporte no consumía petróleo.

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