Fallece la hermana melliza del Sha de Persia tras una intensa y controvertida vida

Por hola.com

Ashraf Pahlevi, hermana melliza de Mohammad Reza Pahlevi, último Sha de Persia (1919-1980) falleció el pasado jueves a los 96 años de edad. Según la televisión pública iraní la princesa Ashraf habría muerto en Montecarlo, aunque este extremo no ha sido confirmado por la familia Pahlevi. La Princesa destacó a lo largo de su vida por ser una defensora de la igualdad de las mujeres y, al mismo tiempo, por ser una gran amante del lujo.

Ashraf ol-Molouk Pahlevi nació el 26 de octubre de 1919, seis años antes de que su padre, Reza Pahlevi (1878-1944), fuera nombrado Sha de Persia y se pusiera fin a la dinastía Kayar, que reinaba en Persia desde finales del siglo XVIII. La pequeña Princesa ya desde sus primeros años destacó por su rebeldía y su carácter voluble, características que le acompañarían hasta el fin de sus días. En sus memorias, publicadas en 1980, la Princesa reconocía haber pasado una infancia solitaria, a diferencia de sus hermanos mayores, el ya mencionado Mohammad Reza y Shams (1917-1996), que recibían toda la atención de sus padres.

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Pese a que la joven Princesa quería estudiar una carrera universitaria, su padre le obligó a casar a los 18 años de edad con Ali Ghavam (1911), miembro de una influyente familia persa, quien sería el padre de su primer hijo, Sharam Pahlevi-Nia (1940). En 1942, sin embargo, la pareja se separaría. La princesa volvería a contraer matrimonio en dos ocasiones: primero con Ahmad Shafiq (1911-1976), del que se separaría en 1960 y después con Mehdi Busheri (1916), su actual viudo, con el que no obstante hacía años que apenas tenía contacto. Con Shafiq la Princesa tendría dos hijos: Shariahr (1945-1979), quien sería asesinado en 1979 en París por agentes de la República Islámica de Irán, y Azadeh (1951-2011), fallecida a causa de una leucemia hace cinco años.

Desde su juventud la Princesa, que hablaba perfecto francés e inglés, fue una apasionada de Occidente. Mujer moderna y de espíritu liberal, siempre luciendo vestidos de alta costura de las casas más exquisitas de París, no era extraño verla en los casinos de la Riviera Francesa, jugando grandes cantidades de dinero a la ruleta. Sin embargo, también fue la princesa Ashraf una mujer comprometida, especialmente en pos de la igualdad de las mujeres. Así, fue Presidenta de la Organización de Mujeres de Irán, de la Comisión de las Naciones Unidas sobre las Mujeres y asesora de la Conferencia Mundial de las Mujeres, celebrada en 1975. La Princesa explicó este interés por la causa de las mujeres del siguiente modo: “Confieso que desde la niñez he tenido que pagar un alto precio por ser mujer, tanto en lo que se refiere a mi educación como a mi libertad personal. Desde entonces he luchado por terminar con la opresión y las injusticias de las que son víctimas las mujeres”.

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La Princesa fue también una furibunda opositora al régimen islamista iraní, especialmente en lo que respectaba a las mujeres. “Recuerdo qué fantásticas eran las mujeres iranís, cuánto se parecían a las mujeres europeas, tan educadas, y ahora han retrocedido tanto… La mujer iraní ha terminado recluida en casa y eso me entristece profundamente” declaró al periódico británico The Times en 1980. Por su parte, desde Irán siempre se apuntó a que la riqueza de la Princesa procedía de la corrupción del régimen político de su hermano mellizo, algo que ella siempre negó rotundamente, alegando que el origen de su fortuna era la herencia de su padre y de inversiones inmobiliarias varias.

Y es que, para sus detractores, la Princesa fue símbolo de la decadencia y la corrupción del régimen del Sha. En 1977, de hecho, opositores de su hermano dispararon contra su Rolls-Royce, cuando regresaba de un casino en Cannes, matando a su dama de compañía e hiriendo de gravedad al chófer. Ella, sin embargo, salió indemne del ataque. Después de la revolución islámica de 1979, que supuso la instauración de una república islámica en Irán y el exilio del Sha y de todos los suyos, la Princesa siguió con su elevado tren de vida, a caballo entre un espectacular palacio en Nueva York, concretamente en Beekman Place, puesto a la venta el año pasado por una cifra cercana a los 49 millones de dólares (unos 45 millones de euros), una mansión en París y una casa de campo en Juan-les-Pins, en la Costa Azul.