Una armoniosa combinación de glaciares, laderas tapizadas de bosques, cascadas que se desploman con estruendo y lagos de color esmeralda que se agazapan entre los valles y devuelven el reflejo de unas montañas omnipresentes que casi no dejan ver el cielo. Así es el marco del trayecto alpino que asciende, lento y parsimonioso, a la cumbre del Grossglockner, el pico más alto de Austria. Una mole que se yergue sobre los Alpes a 3.798 metros de altura.
Por su belleza, que no deja tregua a los ojos, y por la perfección de su trazado, que trepa ingeniosa (y casi milagrosamente) desafiando los efectos del vértigo, la carretera que atraviesa este paisaje está catalogada como la más bella del Viejo Continente. Y eso que se trata de un recorrido corto: apenas 48 kilómetros de longitud, en los que la aventura, eso sí, resulta de lo más intensa. A lo largo de este espacio se suceden nada menos que 36 cerradísimas curvas que culebrean cerca de las nubes en un desnivel de 2.500 metros.
Pueblos muy bonitos de Austria que te van a inspirar un viaje