El Palacio de Mafra, pura extravagancia en Portugal

Es uno de los emblemas del país y acaba de ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto al santuario del Buen Jesús de Braga. Este icono barroco que desató la locura de un rey y que hoy se disfruta con calma, solo está a 40 kilómetros desde Lisboa, ideal para una excursión.

Por hola.com

Mafra es una bonita ciudad portuguesa, pero lo que todo el mundo llega buscando a ella es su imponente palacio y convento, al que se le compara con El Escorial. En 1711 el lujurioso monarca Joao V decidió dar la espalda a su vida ociosa y encomendarse a Dios para que le concediera un heredero. A cambio, prometió construirle el más grande de los palacios de todo su Reino. El oro de Brasil ayudó a proyecto tan megalómano.

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Fueron 52.000 obreros lo que trabajaron noche y día durante 13 largos años para construir este gigantesco edificio, que contiene en sus entrañas un convento, un palacio y una basílica. El resultado fue un coloso de 40.000 metros cuadrados con una fachada de 200 metros. El interior cobija 4500 puertas y ventanas, repartidas por 880 salas. Las torres de entrada se alzan a más de 62 metros de altura, el cimborrio parece tocar el cielo y sus dos históricos carrillones, que suman 98 campanas, hacen de él uno de los más grandes del mundo.

La visita, que es guiada (6 €) y se puede realizar todos los días, excepto los martes (palaciomafra.gov.pt) pasa por el convento, que fue habitado por franciscanos, de ahí su ambiente de una severa pobreza. Llama la atención la botica, mientras que el hospital muestra las celdas de los enfermos y el hábito de los monjes. Hay, además, una cocina, un refectorio y un museo de arte sacro con piezas litúrgicas y lienzos de gran valor artístico.

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En el palacio de Mafra se entremezclan los estilos, pero dos sobresalen: el barroco y el neoclásico, filosofías arquitectónicas que se evidencian en la segunda planta, ocupada por los pabellones del Rey y la Reina, donde uno sospecha que entre ellos no debió haber mucha química, porque sus respectivos pabellones plagados de galerías e infinitos pasillos están ¡a más de 200 metros de distancia!

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La basílica ocupa el corazón del edificio. Recubierta de mármoles y jaspes, posee un crucero en cuyo centro se levanta una impresionante cúpula de 70 metros de altura. Y si ello fuera poco, la iglesia fue musicalizada por seis bellos órganos colocados a lo largo de la única nave, allá por 1807.

UNA BIBLIOTECA COLOSAL

Con todo, lo más hermoso del palacio queda a espaldas de la fachada. Allí se alza la biblioteca, una de las más colosales salas del saber de toda Europa y una de las más antiguas de Portugal, junto a la de la Universidad de Coimbra. En sus dos plantas acoge unos 36.000 volúmenes bellamente encuadernados en piel por las pacientes manos franciscanas. Los libros están fechados entre los siglos XIV y XIX. Lo más curioso es que, antiguamente, sus cuidadores introdujeron murciélagos en la biblioteca. ¿Por qué? Para acabar con los insectos que devoraban el papel.

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